por sus manos pasaron varias generaciones de vecinos del concejo
A José Antonio Llano Acebal lo conocen en Infiesto como «Toni o Toño el peluqueru». Y no es para menos, lleva más de medio siglo al frente de su peluquería en la Galería Comercial del Edificio Covadonga, un negocio que levantó con apenas 22 años y que, desde entonces, ha sido mucho más que un lugar donde cortarse el pelo. Con 63 años y una vida dedicada al oficio, este piloñés no solo ha sido el peluquero de sus vecinos, también ha ejercido de confidente, promotor local, colaborador incansable del concejo y referente comunitario.
[–>[–>[–>«Solo llevo aquí 43 años, casi nada», dice con la media sonrisa de quien ha entregado toda su vida a una profesión que, además, le llegó por casualidad. Natural de Montecoya, donde nació en 1961, confiesa que su entrada en la profesión fue más instinto que vocación: «No es algo que saliera de casa, soy el único de la familia que salió peluquero, y lo soy por pura casualidad».
[–> [–>[–>Siendo adolescente, sin tener aún muy claro hacia dónde orientar su futuro, surgió la oportunidad de trabajar como aprendiz en una peluquería: «Cuando era joven no tenía ni idea de lo que me podía gustar. Me dijeron que necesitaban un aprendiz en una peluquería, así que fui a probar y mira ahora dónde estamos«. Así arrancó su carrera con apenas 17 años en Gijón y más tarde en Oviedo, donde terminó de convencerse de que los cortes de pelo y las barbas eran lo suyo.
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Esa misma predisposición a sumarse a cualquier iniciativa cuando se necesitan manos colaborativas ha marcado también su implicación vecinal. Fue así como acabó formando parte, desde el primer día, de la Cofradía del Vía Crucis Viviente de Infiesto, donde cada año interpreta a un soldado romano: «Cuando nos dijeron que hacía falta gente al principio, yo no sabía de qué se trataba, pero me apunté a colaborar y llevo desde el primer día». El mismo patrón se repite en cada proyecto: Si hay que arrimar el hombro, allí está Toni.
[–>[–>[–>Entre otras muchas actividades, participa activamente en la recuperación del Camín Real con los vecinos de la parroquia de San Juan de Berbío, de cuya junta vecinal es presidente; también colabora en el Descenso del río Piloña, en la organización de la llegada del Príncipe Aliatar y en la prueba deportiva de Enduro. Fue también fundador y presidente de la Asociación de Comerciantes y Servicios de Infiesto (Coservi) desde la que impulsó la feria de muestras en los años noventa: «Si me piden ayuda, yo no sé decir que no. Y cuando yo la pido, también la encuentro siempre», afirma.
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Este mes de octubre se cumplen 43 años desde que puso en marcha su propio proyecto personal, la peluquería Llano, que lleva su apellido. Lo hizo siendo muy joven y solo, pero con muchas ganas: «Era un chaval y ahí lo saqué, luchando y luchando», recuerda. Solo tuvo ayuda durante los tres primeros años y, desde entonces, ha sacado el negocio adelante en solitario. Hoy, el establecimiento sigue siendo más que un lugar donde cortarse el pelo, es un punto de encuentro, conversación y confianza. «Es igual que cuando vas a tomar el café o vas a casa de Juan o de Pepe. Estás a gusto, vas por la costumbre y hay una vinculación entre el peluquero y el cliente», señala.
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[–>Y no es de extrañar que sus vecinos solo tengan buenas palabras para su trato y servicio. Así queda reflejado en las reseñas que recibe: «Es un gran profesional y muy cuidadoso realizando su trabajo», «Tiene un trato estupendo», «llevo más de 20 años cortando el pelo y mi preocupación es que cuando se jubile, no sé a dónde voy a ir». Y, por desgracia para este cliente, y por suerte para Toni, la feliz jubilación está ya a la vuelta de la esquina.
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Son muchos los que han pasado por su sillón a lo largo de estas más de cuatro décadas. Ha visto crecer familias enteras, cortando el pelo a padres e hijos, y abuelos y nietos: «Son tantos años que te da tiempo a conocer a tantas personas y a tener tantas anécdotas…». La cercanía con aquellos que se sientan en su sillón de barbero es tan grande que ha vivido, incluso, despedidas muy difíciles: «Lo más fuerte que he vivido es que venga una persona, te dé un abrazo y te diga que es la última vez que lo vas a ver porque se va a morir. Me pasó tres veces, y las tres veces fue verdad», cuenta.
[–>[–>[–>Aunque también atiende a mujeres, su especialidad ha sido siempre la peluquería de caballero, ya que fue por donde empezó y lo que realmente le marcó. De su etapa como aprendiz recuerda jornadas maratonianas de trabajo y muchos cursos: por la mañana trabajando y por la noche formación: «Entraba a las nueve de la mañana y estaba casi todo el día en la peluquería de Gijón. A las ocho de la tarde cogía el autobús a Oviedo, a un local que tenía la Asociación de Peluqueros y allí me quedaba hasta las diez de la noche», recuerda. Su compromiso con la profesión siempre ha sido firme, llegando a participar durante años en la asociación regional: fue tesorero cuatro años, miembro de la junta directiva durante ocho y socio durante cuarenta años.
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El tiempo libre en todo este tiempo, reconoce, ha sido escaso y las vacaciones se pueden contar únicamente con los dedos de una mano: «La última vez que cogí un buen descanso fue en 2009 que me fui a Mallorca una semana», lamenta. Pero el cansancio no le impide seguir con empuje y ánimo cada día, al fin y al cabo, este es su mundo: «No puedo mentir, aquí estoy encantado de la vida».
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Ahora, con la jubilación más cerca que lejos, empieza a pensar en lo que vendrá después: «Ya estoy en la recta final. En un año cuelgo las tijeras», admite, época que quizás aproveche precisamente para viajar todo lo que hasta ahora no ha podido. Tras una vida dedicada al cuidado de sus vecinos, desde el cabello hasta las tradiciones del concejo, lo único que tiene claro es que no piensa quedarse quieto. Aunque ya sin tijeras en mano, Toni seguirá siendo parte de la historia viva de Piloña.
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