Preposiciones asesinadas

Un futbolista le da una patada en la boca a un contrario al disputar un balón durante una jugada. Saltan por los aires empastes, bráquets, implantes, endodoncias de la víctima, que yace desbaratada. El referí aguarda; el VAR en el VOR examina; el público vocifera, vomita insultos; las banquillos y áreas técnicas se llenan de gentes con pinganillos; los demás jugadores beben agua y departen entre sí. Los forofos sacan el bocata. Tras diez minutos de gesticular y de mostrar unas cuantas tarjetas amarillas, el árbitro dibuja en el aire un rectángulo y se va a ver una tele al lateral de la cancha. Tras cinco minutos, vuelve al terreno de juego, traza enigmáticas líneas aéreas y expulsa con (tarjeta) roja directa al pateador. El organismo correspondiente sanciona al infractor con dos partidos, con lo que se perderá no sé qué importantísimo encuentro. Pero ese cuñado que todos tenemos aclara:
–Ya verás cómo le conceden la cautelar.
De tanto usarla, «la medida cautelar» ha menguado en «la cautelar» a secas. Ya es como de la familia. Dicho muy a la pata la llana, consiste en la demora de un posible castigo (ese par de partidos) hasta que un órgano superior decida, vistas las reclamaciones, los antecedentes penales, el certificado del párroco y el expediente de buena conducta del brutal salteador dentario. Así que puede seguir jugando, gracias a la cautelar, hasta el fallo definitivo. Pero como es, insisto, ya tan de casa el vocablo, hay que dárselas de forofo comentarista entendido, y así leí que «El CSD concede al Barça la cautelar por Del Olmo y Pau Víctor» o «El CSD concede al Barça la cautelar con Del Olmo y Pau Víctor». La cautelar se concede o aplica «a» un par de futbolistas (no a su club entero) y no se concede ni «con» ni «por»: se aplica la misma «a» los jugadores, no «con» los jugadores ni «por» los jugadores. Ejemplo de mal uso de la preposición, como prometí.
Una simple preposición altera el sentido de lo que se desea expresar: «Los Mossos tendrán competencias en aeropuertos y puertos en enero». Pregunto: ¿Y a partir de enero?
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Un ciudadano afirma por la tele estar enviciado. Vaya por Dios. O sea, se ha aficionado demasiado a algo y a ello se entrega con exceso. Sin embargo, el buen hombre me deja perplejo con la preposición «en» que antecede a su vicio: «Estoy bastante enviciado en la escalada». No creo que quiera decir que mientras escala y escala desarrolle malas costumbres y actos contrarios a la moral. Quiero entender que está demasiado aficionado «a» la escalada y que se da a ella con exceso. No «en», sino «a». Es el segundo ejemplo.
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Supongo que investigarán por erráticas y absurdas costumbres al ciudadano del titular que leo, y no sé yo si le caerá una reprimenda a quien lo escribió o incluso a los policías mentados: «Investigan a un marroquí tras asaltar una vivienda para robar y dejar sus huellas». ¿Quién asaltó? ¿El magrebí o los investigadores? ¿Asaltó quien fuere con el objeto de robar («para») y dejar sus huellas? Cómo está el gremio delincuente y cómo tratan a las pobres preposiciones.
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Una simple preposición altera el sentido de lo que se desea expresar: «Los Mossos tendrán competencias en aeropuertos y puertos en enero». Pregunto: ¿Y a partir de enero? Sí, de acuerdo, nos entendemos. Pero está mal preposicionado.
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Dice un suelto que «el saneamiento y contaminación a la ría de Villaviciosa se redujo a la mitad en 2024». ¿No será un desliz esa primera preposición «a» y el redactor habrá querido escribir «de»? ¿O sea, la «contaminación de la ría de Villaviciosa se redujo a la mitad en 2024»? Si fuera correcto aquel enunciado, ¿valdría, entonces, sostener que la reducción «a» los accidentes de tráfico descendió a la mitad en 2024? ¿Sería correcta la sentencia de un responsable académico cuando afirmase que los errores «a» las construcciones gramaticales se redujeron a la mitad en 2024? Yo qué quieren que les diga, en estos preprimaverales días.
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