Si lo hubiera sabido me habría ido a Reino Unido
Alberto tenía la plaza y la beca para su doctorado en EEUU. Pero las cosas no se concretaban con la universidad, una de las más prestigiosas del país. ¿El problema? «Con Trump quitando financiación a las universidades, no sabían si habría fondos para mi equipo de investigación«, explica este científico español que, como tantos otros, sintió que debía marcharse al extranjero para acceder a oportunidades que no encontró en su país. Eso le convertía en conocedor del complejo proceso de obtener un visado. Él sabía que la demora iba en su contra. «Mi proceso fue más lento de lo esperado«, admite Alberto. Y, ahora, cuando por fin ha resuelto su situación académica, no puede pedir cita en la embajada estadounidense en Madrid para iniciar los trámites del visado. «Siento rabia por esta incertidumbre«, expresa.
En la semana en que el Gobierno de Donald Trump ha ordenado la suspensión inmediata de nuevas entrevistas para visados de estudiante en todo el mundo, EL PERIÓDICO ha contactado con una veintena de estudiantes españoles, algunos de los cuales han aceptado ser citados bajo seudónimo, ya que esperan empezar sus estudios en Estados Unidos el próximo curso académico y temen represalias. La medida, anunciada este martes, servirá para revisar y probablemente endurecer los procesos de concesión de visados, en especial, ampliando el escrutinio de las redes sociales de los solicitantes.
Las entrevistas presenciales ya programadas para tramitar visados de estudiante, así como los visados ya concedidos, no se verán afectadas por la nueva orden. El problema lo tienen estudiantes que, como Alberto, están justo iniciando el proceso. La aplicación web de la embajada de España, a través de la cual los ciudadanos españoles deben gestionar el trámite, se bloquea tras completar los cuestionarios, impidiendo avanzar al siguiente paso: pedir cita presencial. Según ha confirmado a este diario el consulado general de EEUU, la programación de nuevas entrevistas, imprescindible para obtener el visado, se retomará cuando el Departamento de Estado emita nuevas directrices, y se comunicará por los canales oficiales.
Un recién graduado de Columbia utiliza un límite de graduación como pancarta de protesta, mientras que los estudiantes, ex alumnos y profesores protestan contra las inversiones de la universidad en Israel, en la Universidad de Columbia. / SARAH YENESEL / EFE
Temor a la autocensura
«La situación está marcada por la incertidumbre y el miedo«, afirma Bruno a EL PERIÓDICO. EEs cierto que la Administración Biden ya empezó a perseguir el activismo propalestino, pero lo que hasta hace poco parecía imposible, hoy es simplemente improbable. En el caso de aquellos que se han (nos hemos) significado políticamente, improbable quizá se quede corto». Este estudiante, uno de los muchos que participó en protestas propalestinas en España, se siente ahora entre la espada y la pared, entre sus valores y la promesa de crecimiento académico. Bruno enfatiza que la presión sobre sus compañeros de Oriente Próximo es mayor, y precisamente por eso, para todos ellos «resulta extraordinariamente triste«. Y añade: «Incluso en el mejor de los escenarios —visado concedido y viaje sin problemas—, ya han conseguido lo que se proponían: la autocensura«.
El proceso para solicitar plaza y beca —imprescindible para muchos jóvenes españoles— puede durar uno o dos años, un periodo en el que EEUU no solo ha cambiado de color político, sino que ha mostrado una hostilidad inusitada hacia la academia. Varios de los entrevistados se preguntan si el país sigue siendo un destino adecuado para desarrollarse. «Nunca habría imaginado que ir a estudiar a un país como Estados Unidos comportaría toda esta preocupación», explica Marina, que sí logró su cita antes del cierre del portal. «Si hubiera sabido que la situación sería así, me habría planteado ir a Reino Unido«, señala, a pesar de que para muchos ese destino quedó descartado tras el Brexit.
A Marina le preocupa su «huella digital». No por activismo en redes, sino porque, como parte de su trabajo académico, ha escrito artículos con opiniones disonantes con la ideología trumpista, y reconoce que hoy se plantearía no publicarlos. «Por miedo, simplemente. Y eso me preocupa, porque va en contra de mis valores«, confiesa. «Mi principal reto allí, en EEUU, va a ser aprender a no autocensurarme y a trabajar con libertad, sin miedo a lo que pueda pasar. Porque, si no, irme a estudiar con los mejores profesores, ¿qué sentido tendría?», se pregunta.
Las universidades responden
Los estudiantes extranjeros representan un negocio de 44.000 millones de dólares para las universidades estadounidenses, el precio aproximado que pagó Elon Musk por Twitter, ahora X. En el país hay más de un millón de estudiantes internacionales, que abonan matrículas más altas que los nacionales y gastan una media de 40.000 dólares al año. El aporte español es modesto: 8.842 estudiantes, la cifra más alta de la última década. Este crecimiento se debe en parte a los convenios de intercambio entre universidades españolas y estadounidenses, que ahora llaman a la calma.
Ceremonia de graduación en Harvard, este jueves. / CHARLES KRUPA / AP
«Estamos preocupados por el filtro de ideología política que puedan aplicar en la tramitación de visados«, explica a este diario Josep Capdeferro, delegado de la rectora para la movilidad internacional de la UPF, la universidad catalana que espera enviar más estudiantes a EEUU el próximo curso: 72 para programas de grado. «Nos preocupa que nuestros estudiantes puedan vivir en estos valores democráticos allí donde vayan a estudiar», admite.
Alberto quiere confiar en que este parón es temporal y que, como tantas órdenes presidenciales de Trump, acabará dando marcha atrás. Pero lo que más angustia a todos los entrevistados no es eso, sino el nuevo interrogante que sienten: si aún vale la pena irse a EEUU en estas condiciones. «Llevo mucho tiempo preparándome, sacrificando mi vida personal y priorizando mi carrera para conseguir una oferta de una universidad puntera americana y poder hacer investigación. Y, de repente, esta Administración ataca a las universidades, recorta la financiación a la ciencia y me hace dudar de algo que siempre he tenido tan claro«, lamenta.
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