su ‘cohousing senior’ queda «fuera del mercado»
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Pepe y Alicia llevaban ocho años viviendo en un piso en Pacífico. Compartían una comunidad con piscina entre ocho portales, pero apenas conocían a sus vecinos. Desde hace año y medio, esta feliz pareja a la que no se le borra la sonrisa vive en Trabensol, un bloque de viviendas colaborativas para personas de más de 50 años en Torremocha del Jarama, una pequeña localidad del norte de la Comunidad de Madrid pegada a la provincia de Guadalajara.
El edificio en el que residen con otros 79 vecinos afines a ellos en cuanto a «valores de solidaridad» lo idearon a principios de milenio dos comunidades de barrio de Vallecas y Moratalaz. Estas agrupaciones ciudadanas tenían una «implicación y conciencia social fuertes» y pusieron en marcha iniciativas sociales, como el Colegio Siglo XXI, que se administra en cooperativa, al igual que estas viviendas. «Después de una vida entera trabajando en eso nos preguntamos que por qué no construíamos algo para envejecer juntos«, señala Luis Abad, de la Comisión de Comunicación de Trabensol y usuario de estas instalaciones desde que se abrieron a finales de 2013.
Alicia y Pepe los abrazan en la puerta de su piso en la Cooperativa de Vivienda Transol, en Torremocha del Jarama. / / Alba Vigaray
Trabensol, que ha servido como caso de estudio para la Consejería de Familia, Juventud y Asuntos Sociales de la región, pero también para ministerios y administraciones nacionales e internacionales, ya ha sido reconocida por la Comunidad de Madrid como una vivienda colaborativa. «Ahora queda, y en eso estamos, que se nos autorice como centro prestador de asistencia sociosanitaria«, insiste Luis Abad, porque en la cooperativa ya hay miembros dependientes y «queremos que esos compañeros estén atendidos de acuerdo con la normativa vigente».
Pioneros del ‘cohousing senior’
El proyecto de ese grupo embrionario de unos 12 vecinos, al que se han unido durante más de una década decenas de personas, buscaba edificar un hogar con todas las comodidades en el que ellos mismos se gobernasen. Crearon, sin saberlo, el primer cohousing senior de España. Este modelo de vivienda, que nació en Dinamarca en los 60 y que se popularizó a lo largo de las siguientes décadas entre los países nórdicos, Estados Unidos y Canadá, se ha convertido en una tendencia habitacional en auge. En nuestro país ya existen una decena de iniciativas de este tipo.
Estos vecinos de Vallecas y Moratalaz crearon, sin saberlo, el primer ‘cohousing senior’ de España
Según lo definía el informe El empleo en España en el sector de los cuidados de larga duración, que elaboró el Observatorio de Ocupaciones del SEPE en 2024, el del cohousing senior es «un modelo alternativo de acceso y tenencia de la vivienda», que promueve las edificaciones cooperativas para personas de más de 50 años. En estos bloques se impulsa la «vejez activa y la autogestión de los cuidados, mediante el acceso a una vivienda digna y comunitaria como alternativa a la mercantilización de los cuidados de las personas mayores».
Y este último punto es precisamente el que más recalcan sus propios usuarios, que no son propietarios de las casas en las que viven porque «la propietaria es la cooperativa», apunta Luis Abad. Ellos se autogestionan a través de varios órganos: «Tenemos una asamblea general en la que decidimos qué queremos hacer», indica el responsable de Comunicación, pero además eligen un Consejo Rector, una suerte de ejecutivo de su pequeña comunidad, y quienes no forman parte de él pueden participar en la utopía democrática de estos ancianos «superactivos» a través de las comisiones. «Hay comisiones de todo lo que se pueda imaginar: de comunicación, jardinería, mantenimiento, vida saludable, acogida y una muy importante de mediación, por si surge algún conflicto», explica Abad.
Un sinfín de actividades
Todo aquello de lo que disponen en Trabensol lo han pensado y ejecutado ellos mismos. Desde el invernadero y la huerta en altura, «para que no tengamos que agacharnos», apostilla Pepe, a los talleres de pintura y costura, pasando por el armario de los juguetes que ofrecen a sus nietos cuando les visitan, el gimnasio, el baño terapéutico en el que el fisioterapeuta dirige una sesión para dos ancianas en la mañana en la que les visita EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, el comedor, que lo preparan y lo recogen los propios usuarios, o la sala del silencio, a la que hay que entrar descalzo y en la que asisten a sesiones de pilates, meditación o Chi kung desde por la mañana.
«Tenemos mucha salud», sostiene Luis. Se les ve en la cara. El entorno, en pleno campo y a la entrada del pueblo de Torremocha del Jarama, de poco más de 1.100 habitantes, y las instalaciones son ideales para vivir una jubilación activa. No les resultó sencillo encontrar este terreno.
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Dos socios de la Cooperativa Transol preparan las tablas antes del momento de la comida. / / Alba Vigaray
Tuvieron que visitar 47 localidades en pleno boom inmobiliario hasta que localizaron esta en 2006. «Fue un verdadero calvario», describe Abad, que agrega que «el alcalde nos facilitó bastante la vida porque conocía a la propietaria y nos ayudó». Después de comprar el terreno, seleccionaron al arquitecto: un profesor de la Escuela de Arquitectura de la Politécnica, que entendió a la perfección su planteamiento y con el que mantuvieron «un montón de reuniones». Y finalmente, construyeron un edificio de 54 apartamentos, todos orientados al sur, cuya seña de identidad es «la eficiencia energética».
Entrar a la cooperativa
«Como veis, sufrimos mucho», bromea una usuaria que pasea al sol junto a la huera y que invita a «reservar ya vuestra plaza» para vivir en este lugar en el que, afirma Pepe, «la vida es sencilla y complicada, las dos cosas a la vez«. Sencilla porque cuentan con una red de personas que antes les faltaba. Complicada porque a veces se les resulta imposible llegar, sin que se solapen, a todas las actividades que organizan en el centro.
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Alicia cose el escritorio de su piso en el ‘cohousing senior’ de Transol en Torremocha del Jarama, Madrid. / / Alba Vigaray
Para entrar a la cooperativa Trabensol hay que solicitar el acceso a través de la comisión que se encarga de entrevistar a los candidatos. «Hay unos criterios de edad, solvencia y salud», asegura Abad. Los criterios económicos, como los de compatibilidad con los valores de la comunidad, son excluyentes. No todo el mundo puede entrar a Trabensol.
El capital inicial a aportar por apartamento es de 145.000 euros, que se devolverán al socio que los paga antes de entrar a su piso si se da de baja de la cooperativa o a los herederos en caso de fallecimiento. Los vecinos tienen además que pagar una cuota de alojamiento por apartamento, que no incluye la comida del mediodía, a la que cada uno se puede apuntar voluntariamente a través de una app. Para una pareja, la mensualidad ascenderá a 1.125 euros. Para una persona sola, a 1.011 euros. Actualmente, «hay bastantes interesados en lista de espera, suficientes como para garantizar el relevo», zanja Luis Abad.
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Pepe Lee en la terraza de su piso, en el ‘cohousing senior’ de Transol en Torremocha del Jarama, Madrid. / / Alba Vigaray
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