un plan de Israel, un exagente de la CIA y mutismo total sobre su financiación
Obligados a caminar durante kilómetros hasta el sur de Gaza bajo un sol de justicia. Amontonados entre vallas y cajones de contención. Vigilados por mercenarios armados estadounidenses ocultos tras pasamontañas. Y baleados por los soldados israelíes cuando una parte de los miles de personas desesperadas que esperaban en las columnas del hambre se abalanzaron sobre el punto de distribución. Ese fue el estreno del nuevo mecanismo de distribución de la ayuda humanitaria puesto en marcha por Israel con respaldo de Estados Unidos para apartar a Naciones Unidas de la empresa y forzar a los gazatíes a concentrarse en el sur. Una estratagema cocinada durante meses, liderada por individuos sin experiencia en el sector, con un exagente de la CIA que hizo carrera con la ‘guerra sucia’ en América Central entre sus protagonistas y con la opacidad de todo el organigrama como bandera.
El nuevo mecanismo se ha puesto en marcha bajo una premisa que ha demostrado ser falsa. Durante meses el Gobierno de Binyamín Netanyahu ha repetido que el hambre en Gaza es culpa de Hamás, al que acusa de robar la ayuda humanitaria para alimentar a sus milicianos y financiarse con la reventa en el mercado negro. Pero esa afirmación no solo ha sido repetidamente refutada por la ONU y el resto de organizaciones que trabajan en la Franja, sino también por el propio aparato de seguridad israelí. Este lunes, durante una reunión a puerta cerrada, los militares afirmaron que, de los 110 saqueos que han documentado en Gaza, ninguno fue perpetrado por Hamás, según publicó el Canal 12 israelí, sino por «bandas armadas», «clanes» y, en menor medida, civiles desesperados.
Vista de los productos alimenticios durante la distribución de la ayuda en la tira de Gaza / Europa Press/Contacto/Moaz Abu Taha
Sea como fuere, el plan empezó a gestarse a finales de 2023, poco después del masivo ataque de Hamás sobre el sur de Israel que puso en marcha la posterior venganza apocalíptica del Estado judío. Partió de un grupo de militares en la reserva y empresarios israelíes vinculados al Ejército, agrupados de forma informal en el llamado Foro Mikveh Israel, según las investigaciones de ‘Haaretz’ y ‘The New York Times’. El grupo buscaba fórmulas para arrebatar a Hamás el control de Gaza y, conscientes de que sería difícil lograrlo únicamente mediante la fuerza militar, concibieron un sistema para utilizar la ayuda humanitaria como arma para avanzar los objetivos políticos.
El plan tenía que cumplir con dos condiciones: apartar de la distribución a la ONU, un testigo incómodo que documenta los abusos israelíes en los territorios ocupados y ayuda a los palestinos a permanecer en sus tierras mediante los servicios que presta, y al mismo tiempo liberar a los militares israelíes de la distribución de la ayuda. De modo que apostaron por compañías privadas de seguridad para encargarse de la empresa, como hizo EEUU durante la ocupación de Irak. Para entonces el plan ya había comenzado a coordinarse con la oficina del primer ministro, concretamente con el asesor para asuntos militares de Netanyahu, el general mayor Roman Gofman, según las mismas fuentes.
Mercenarios estadounidenses
La selección se hizo sin un proceso abierto y competitivo de licitación pública, bajo tanto secretismo que ni siquiera se involucró al Ejército o al Ministerio de Defensa, según ‘Haaretz’. La empresa escogida fue Safe Reach Solutions (SRC), una entidad sin experiencia en el sector creada a finales de 2023 por Phillip Reilly, un exagente de la CIA que comenzó su carrera entrenando a los paramilitares de la Contra nicaragüense y décadas después fue de los primeros en desembarcar en Afganistán para dar caza a Bin Laden. Hace unos meses sus mercenarios empezaron a ocuparse de la seguridad del puesto de control militar de Netzarim, uno de los cinco que divide la Franja transversalmente. En la empresa también participaron mercenarios de UG Solutions, otra compañía de EEUU creada para la ocasión que ha reclutado a veteranos de guerra con un mínimo de cuatro años de experiencia en combate a razón de 1.100 dólares al día para despliegues de 45 días.
«Junto a EEUU creamos una compañía compuesta por ex Boinas Verdes que trabajaron con USAID distribuyendo ayuda por el mundo, últimamente en Haití», reconoció en una entrevista el embajador de Israel en Washington, Yehiel Leiter, refiriéndose a SRS. «Crearon la compañía para distribuir la ayuda en Gaza», añadió. Para financiar el plan, rechazado por las agencias de la ONU y las oenegés que operan en la Franja, que se han negado a cooperar con la iniciativa, se creó la Gaza Humanitarian Foundation, registrada en Suiza y en Delaware después del inicio de la guerra. Ambos por el mismo abogado que registró SRS.
Pero la fundación suiza no tardó en morir. Anunció su cierre después de que las autoridades helvéticas empezaran a investigarla. No ha sido su único problema. Varias de las figuras que ha tratado de reclutar con reconocimiento en el sector humanitario le han dado la espalda o han dimitido. Tanto David Beasley, quien dirigió el Programa Mundial de Alimentos, como Nate Mook, antiguo CEO de la World Central Kitchen de José Andrés. El último en saltar del barco fue Jake Wood, el director ejecutivo de la fundación. En vísperas del inicio del nuevo sistema dimitió argumentando que «no es posible implementar el plan» de un modo que se adhiera «a los principios de humanidad, neutralidad e imparcialidad» que rigen el sector humanitario.
Críticas de la ONU y las oenegés
Nada de eso ha prevenido que el sistema comenzara a funcionar, a pesar de la oposición de las organizaciones que operan en Gaza, que consideran que no cumple con los principios humanitarios, es insuficiente para cubrir las necesidades acuciantes de la población y busca dar cobertura a los objetivos políticos de Israel. «La ayuda utilizada para ofuscar la violencia no es ayuda, es en realidad una tapadera humanitaria para una estrategia militar de control y desposesión», dijeron en un comunicado varias de las oenegés que operan en la Franja. «Es una cínica cortina de humo«, lo definió el jefe de la Oficina Humanitaria de la ONU, Tom Fletcher.
De hecho, de los 400 puntos de distribución que existían hasta ahora por toda Gaza, se pasará a tan solo cuatro, todos en el sur. De momento, solo operan tres, situados a solo unos cientos de metros de la frontera egipcia, en lo que Netanyahu llama la «zona estéril», un sector arrasado en lo que solía ser la ciudad de Rafah. La propia fundación ha reconocido que solo tendrá medios para alimentar al 60% de los más de dos millones de gazatíes.
Netanyahu ha dejado muy claro que el objetivo del nuevo sistema no es satisfacer las necesidades básicas de la población, sino impedir que se mueran de hambre para aplacar las críticas internacionales y poder así proseguir con la campaña militar, que busca en última instancia despoblar el enclave y apoderarse del territorio. La cuestión es si el nuevo sistema tendrá fondos siquiera para mantenerlos con vida. La GHF ha dicho que un país de Europa occidental donó 100 millones para financiar sus operaciones, pero nada más se sabe al respecto y ‘Haaretz’ ha estimado el coste mensual de la operación en 140 millones de dólares para alimentar únicamente a 1,2 millones de personas. Desde Israel, varios políticos de la oposición han especulado sobre quién estaría financiando la estratagema. Se ha apuntado al Ministerio de Finanzas y al Mossad.
De momento, todo está saliendo tan mal como se esperaba. Avalanchas, caos y 10 personas abatidas a disparos mientras trataban de acceder a la ayuda. «Estas instalaciones se han convertido en trampas mortales bajo el fuego de la ocupación», ha dicho la Oficina de Medios de Gaza, vinculada a las autoridades de Hamás.
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