Utopía, hoy, se llama Europa

No se necesita perspicacia geoestratégica para observar que tres superpotencias pretenden acaparar el dominio del mundo, que componen una obscena alianza tripartita que, bajo apariencia de competencia o rivalidad, se proponen comerse todo el pastel: Estados Unidos, Rusia y China.
Basta acudir a un manual básico de instrucción política para constatar que el Gobierno de Estados Unidos se ha convertido en una plutocracia donde prevalece la codicia descarada de los ultrarricos; que un autócrata se ha blindado en Rusia mediante añagazas constitucionales desde 2012 hasta 2036 a fin de recomponer otro imperio soviético; y que en China persiste una gerontocracia asentada en la dictadura del partido único.
Nos queda «La discreta grandeza de Europa», como escribió el novelista Héctor Abad Faciolince: «Lo que Europa ha conseguido en los últimos 80 años es extraordinario; no existe un mejor referente de convivencia civilizada en el mundo entero. No hay en ninguna parte del globo una realidad mejor (o, si quieren, menos mala) hacia la cual mirar con esperanza y deseos de emulación» […] .Trump y Putin, ahora aliados en sus ambiciones imperiales, son la negación de los ideales democráticos acunados y cultivados en Europa […] La esperanza de vida, la salud, la educación o el transporte son infinitamente mejores en Europa que en los Estados Unidos […] La población europea vive en condiciones mucho más amigables y mucho menos desiguales que la estadounidense. «
El poeta Tomás Sánchez Santiago se acoge al artículo del novelista: «La reivindicación del espíritu de una Europa secular donde se fue cimentando una manera de ser, de comprender el mundo e integrarse en él con fundamentos como la compasión, la transigencia, la alegría interior ante la belleza, la profundidad del pensamiento, la espera, la tolerancia… Es la Europa de Sófocles y Homero, de Dante, de Montaigne, de Leonardo, de Teresa de Jesús, de Shakespeare y Cervantes, de Leibniz, de Mozart y Beethoven, de Balzac, de Schiller, de Dickens, de Wittgenstein, de Bertrand Russell, de Simone Weil, de María Zambrano, de tantos otros y otras… Hay que nombrarlos; hay que conocerlos para no dejar que la inercia ominosa del neoliberalismo y la visión del imperialismo mercantil terminen por desprestigiar, por anular nuestro espíritu europeo».
El periodista Íñigo Domínguez convoca a «Una manifestación por Europa»: «Si todo se juega hoy en política en las emociones, la única reacción que se me ocurre es esa, sentir la emoción de estar todos juntos en esto, en un momento tan oscuro en el que nos hacemos tantas preguntas, del camarero del bar a tu primo el abogado, y en el que nadie parece dar respuestas, cuando la respuesta, para empezar, somos nosotros».
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