El objetivo del terrorista cuando comete un atentado es, además de provocar muerte y destrucción, dejar el mensaje al resto de ciudadanos, en este caso a los periodistas, de que cualquier profesional que se atreva a transgredir lo que para ellos son verdades absolutas o símbolos intocables, Él lo pagará con su vida.

Este fue el caso de la revista satírica Charlie Hebdo que, tras el ataque que sufrió, no ha dejado de criticar, cuando se han dado las circunstancias, la intolerancia de algunos musulmanes, incapaces de vivir en una sociedad en la que, si alguien se siente ofendido por lo que publica un medio de comunicación, puede recurrir a los tribunales de justicia para formular la correspondiente reclamación. .

El fanatismo de los yihadistas, a quienes parece normal asesinar a miles de cristianos cada año simplemente por profesar una religión distinta a la suya, no les permite aceptar que alguien se atreva a «violar» principios que consideran inmutables.

En este caso y a través de sus redes sociales, han vuelto a amenazar al semanario francés con motivo del décimo aniversario del atentado, ocurrido en París el 7 de enero de 2015, cuando dos hombres enmascarados, con fusiles de asalto y otras armas, ingresó en las oficinas de la revista. Dispararon hasta 50 tiros, matando a doce personas e hiriendo a otras once al grito de «Al·lahu-àkbar» (Dios es el más grande) durante el ataque. También mataron poco después a un agente de la Policía Nacional. Los agresores se identificaron como pertenecientes a Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), la rama de ese grupo terrorista en Yemen, que asumió la autoría del crimen. Los autores, los hermanos Kouachi, fueron asesinados por las fuerzas de seguridad francesas.