16 de los monasterios más impresionantes de España: del imponente El Escorial a Santa María de Oia, el único con vistas al mar | El Viajero
Hay más de 800 monasterios repartidos por todas las regiones españolas. Unos más grandes, otros más pequeños. Algunos en uso y algunos abandonados. Más artísticos a casi en ruinas. Los hay con alojamiento o directamente reconvertidos en hoteles. En cualquier caso, todos y cada uno de ellos son un remanso de paz, un pedazo de la historia de España y una visita turística siempre interesante.
Es complicado hacer una selección entre todos ellos, pero estos son algunos de los más impresionantes por algún motivo: desde su tamaño, su antigüedad o su espectacular situación, hasta su calidad artística o la historia que esconden.
Los más grandes
1. El Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Comunidad de Madrid)
Empezamos por un imprescindible por su situación, por lo que representa y por su tamaño: el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Este impresionante edificio en la sierra de Guadarrama, a unos 50 kilómetros de la capital, ocupa unos 33.000 metros cuadrados y es un enorme complejo, aún en activo, que incluye monasterio, palacio, colegio y biblioteca. Esta última cuenta con más de 75.000 volúmenes. Todo a lo grande y con un diseño geométrico riguroso y simétrico, y articulado alrededor de patios y claustros.
Si algo define a este monumental edificio levantado y supervisado por Felipe II en el siglo XVI es su equilibrio entre la monumentalidad y la funcionalidad. Dicen que tiene unas 4.000 habitaciones, más de 1.200 puertas (algunas de ellas falsas, para lograr la simetría del conjunto) y un 2.675 ventanas.
El Escorial no es solo palacio real y monasterio, si no que también es el resumen de la historia y la espiritualidad de toda una época. Desde aquí administró Felipe II su imperio, aquel conocido como “en el que no se ponía el sol”. Y, desde entonces, es el panteón de los Reyes de España, que aúna en un mismo lugar poder, religión, cultura y saber universal.
El Escorial es desde 1984 patrimonio mundial de la Unesco, y es, sobre todo, una de las escapadas imprescindibles desde Madrid, rodeado por un pueblo lleno de encanto que armoniza perfectamente con el monasterio, a la sombra del monte Abantos.
2. El monasterio de Oseira en San Cristóbal de Cea (Ourense)
En Galicia abundan los monasterios y algunos son especialmente impactantes, como el de Oseira, en el pueblo de San Cristóbal de Cea, al que llaman “El Escorial gallego” por su tamaño y por su iglesia contruida en granito, la única parte del monasterio que se salvó del incendio de 1552 que arrasó la mayor parte de la gran abadía benedictina que fue en la Edad Media. Su suerte no mejoró con el paso de los años. En 1835 fue abandonado por la desamortización y después vinieron los saqueos y el deterioro. Su suerte cambió en 1929 cuando un grupo de monjes regresó, lo reconstruyó y le dio nueva vida monástica.
Hoy, casi un siglo después, está habitado por una comunidad de monjes y permite las visitas para descubrir una joya arquitectónica en la que destacan la iglesia, la parte más antigua, y una sala capitular especialmente emblemática, conocida como la sala de las Palmeras por sus columnas torsionadas y bóvedas de crucería.
De este monasterio proviene el famoso Pan de Cea con Indicación Geográfica Protegida (IGP), que le ha valido a San Cristóbal de Cea el apododo de “la villa del buen pan”.
3. El monasterio de Santa María de Huerta (Soria)
Otro de los monasterios más grandes de España está en el valle del Jalón, en Santa María de Huerta. En este pueblo se esconde una joya que, desde 1882, es Monumento Nacional: el monasterio cisterciense de Santa María de Huerta. Se construyó entre los siglos XII y XVI en plena frontera entre los reinos de Castilla y Aragón y fue rodeado por una muralla, de la que apenas quedan algunos fragmentos originales. Desde que el emperador Alfonso VII de Castilla colocó formalmente la primera piedra, se fue levantando un lujoso edificio al que contribuyeron los reyes de Castilla y de Aragón, la nobleza castellana e, incluso, la gente humilde que daba cuanto podía. Tras su abandono en 1930, una nueva comunidad de monjes benedictinos volvió a habitarlo y allí siguen. Hoy se puede visitar e incluso cuenta con hospedería.
Lo mejor de este austero monasterio es su refectorio gótico, una auténtica obra de arte que sorprende por su iluminación a base de grandes ventanales. También tiene una iglesia interesante, un claustro gótico, una cocina donde cada año se enciende un gran fuego en la noche de la vigilia de Pascua, una escalera real renacentista y el llamado refectorio de los conversos, románico, que es una de sus partes más antiguas.
4. El monasterio de Santiago de Uclés (Cuenca)
A medio camino entre Cuenca y Madrid, solo hay que desviarse unos kilómetros de la A3 para descubrir Uclés, alzado sobre la ladera de un cerro, dominando el territorio con su monasterio, uno de los más sorprendentes de Castilla-La Mancha, que tardó casi dos siglos en construirse (XVI-XVIII) y en el que la huella herreriana es más que evidente. Al monasterio de Uclés lo llaman “El Escorial de La Mancha”, y quienes lo visitan no tienen que preguntarse el por qué. Este asombroso monasterio es una obra de arte, con una zona oriental plateresca y otra occidental herreriana, una espectacular portada churrigueresca, un extraordinario claustro y todo tipo de detalles curiosos y llamativos.
Más allá de su monasterio, el pueblo de Uclés también es interesante. En su día estuvo fortificado, tiene un casco histórico que invita a pasear para descubrir sus restos árabes con reminiscencias judaicas y su parte cristiana, destacan casas solariegas y casas-palacios, algunas reconvertidas en restaurantes.
Los más antiguos
5. El Real Monasterio de San Juan de la Peña en Jaca (Huesca)
Por más que se haya visto en vivo o en fotos, siempre sorprende la imagen del Real Monasterio de San Juan de la Peña, en Jaca, por su estilo rupestre, sus artísticas arcadas y su ubicación en medio de los Pirineos. En este conjunto, levantado en el siglo XI al amparo de una enorme roca, están las raíces del Reino de Aragón: no solo guarda el primer panteón real de Aragón sino que también es el refugio de un claustro cuyos capitales son una obra cumbre del románico.
En realidad, San Juan de la Peña son dos monasterios: el viejo, que es el rupestre, construido alrededor de una primitiva iglesia mozárabe, y el nuevo, a un kilómetro y medio, de estilo barroco con tres naves majestuosas y tres grandes portadas. Además, aquí está instalado el Centro de Interpretación del Reino de Aragón, que merece una visita.
El monasterio viejo es una superposición de estancias construidas en diversas épocas, pero lo más llamativo son la iglesia prerrománica, el panteón de nobles y el claustro románico con los famosos capiteles con escenas bíblicas, toda una obra maestra cubierta por la misma roca.
6. Los monasterios de Yuso y Suso en San Millán de la Cogolla (La Rioja)
Declarados patrimonio mundial por la Unesco en 1997, los monasterios de Yuso y Suso, en torno a los cuales creció San Millán de la Cogolla, son de los mayores atractivo de La Rioja. No es de extrañar porque los dos complejos, de origen visigodo, guardan joyas artísticas y arquitectónicas. El de Suso (cerrado hasta nuevo aviso), ubicado en la ladera de una montaña y que significa “el de arriba”, fue edificado entre los siglos VI-XII a partir de unas cuevas habitadas hasta el año 574 por San Millán, un ermitaño famoso en su época, y por sus discípulos. Siglos después, aquellas celdas se convirtieron en el ábside de una iglesia visigoda saqueada, quemada y reconstruida en el siglo XI con líneas mozárabes.
El de Yuso, “el de abajo”, se remonta a 1053 y es conocido como “El Escorial de la Rioja” por sus enormes dimensiones. Remodelado en el siglo XVI, fusiona arquitectura gótica, renacentista y barroca y alberga un interesante museo de arte sacro. Sigue siendo un monasterio activo que se puede visitar y que admite huéspedes en su hostería. Al margen de su valor artístico, tiene una enorme importancia cultural pues es la cuna del castellano: aquí se escribió en 1040 el primer texto en lengua castellana, las Glosas Emilianenses.
Remansos de paz
7. El monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos)
El monasterio de Santo Domingo de Silos es conocido mundialmente por dos cosas: su claustro románico, presidido por un airoso ciprés, y el canto gregoriano de sus monjes (algunos de sus servicios religiosos permiten la entrada de público). Estos dos elementos constituyen su imagen más característica, pero no hay que olvidar detenerse en sus capiteles, tallados con motivos vegetales y animales. Además, hay otras dos joyas, con más de mil años de antigüedad: la botica medieval y la biblioteca, creadas y conservadas por los monjes para su propio servicio.
El monasterio terminó de construirse en el siglo XII, pero sus orígenes pueden rastrearse al Cid, ya que en vida Rodrigo Díaz de Vivar y su esposa Jimena donaron en 1081 algunas de sus posesiones al monasterio, cuyo claustro aún se estaba construyendo. A pesar de su temprana construcción, el actual edificio, y en especial la iglesia, de estilo neoclásico, son del siglo XVIII.
8. El Real Monasterio de Santa María de El Paular en Rascafría (Comunidad de Madrid)
Fundado a finales del siglo XIV, el Real Monasterio de Santa María de El Paular tiene un emplazamiento bellísimo: en el pueblo de Rascafría, en el interior del madrileño valle del Lozoya, entre los densos bosques de pinares del parque nacional de la Sierra de Guadarrama. El lugar reúne diversos estilos arquitectónicos, desde el gótico de reminiscencias mudéjares hasta el estilo del renacimiento, pasando por el barroco.
El Paular fue la primera Cartuja de Castilla fundada por la Casa de Trastámara en 1390, y pronto se convirtió en unos de los monasterios más importantes de España al reflejar el poder social y económico de la Orden de los Cartujos. De ello dan fe sus tesoros artísticos, como el monumental retablo mayor, tallado en alabastro, o el tabernáculo barroco.
Fue cuartel residencia de la Escuela de Pintores del Paular desde 1918, también ha servido de inspiración a poetas como Gaspar Melchor de Jovellanos y de marco intelectual de la Institución Libre de Enseñanza. Actualmente, en El Paular reside una comunidad de monjes benedictinos.
Monasterios-Palacio para reyes
9. El Real Monasterio de Santa María de Poblet (Tarragona)
El Real Monasterio de Santa María de Poblet es una de las más importantes abadías cistercienses de la Península y el centro neurálgico de la Cataluña medieval. Fue panteón real de la Corona de Aragón desde finales del siglo XIV hasta el siglo XV y hoy es un símbolo histórico y cultural, donde han vuelto a vivir los monjes cistercienses, como en sus inicios a comienzos del siglo XII. A pesar de que tiene una parte de clausura, el resto del monasterio, patrimonio de la Unesco desde 1991, se puede visitar.
Para muchos, lo mejor es su claustro, con sus arquerías góticas apuntadas. Pero también sorprenden su gran sala capitular cubierta con una magnífica bóveda o la cocina, restaurada y amueblada para que los visitantes puedan conocer cómo eran las cocinas cistercienses.
En el recinto del monasterio encontramos incluso un palacio, el del Martín I de Aragón, llamado “El Humano”, y que está considerado como una de las joyas del arte gótico civil en Cataluña. Sin olvidar los panteones reales donde está enterrado este monarca.
10. El monasterio de de San Salvador Leyre en Yesa (Navarra)
Los primeros regentes del Reino de Navarra permanecen en el panteón del monasterio benedictino de de San Salvador Leyre, en Yesa, fundado en el siglo IX. Después de más de mil años de existencia, el monasterio permanece vivo, habitado por una comunidad de monjes benedictinos que, tras todo tipo de avatares históricos, siguen cuidando el monasterio y su hospedería (actualmente en obras por reforma).
San Salvador de Leyre es una de las reliquias más importantes y simbólicas del Reino de Navarra, que se remonta a los primeros reyes de la reconquista. Entrar en su iglesia —parte románica y parte gótica— es como adentrarse en un trozo de historia. Su original cripta, muestra del arte románico más antiguo de la Península, y la Porta Speciosa (siglos XI-XII) son de un interés extraordinario.
Además, este enclave tuvo un importante papel cultural y lingüístico, y vio nacer el romance navarro en un aragonés incipiente. En Leyre se sigue haciendo la liturgia monacal en canto gregoriano, un atractivo añadido para visitarlo.
Su entorno también merece una visita al encontrarse en el corazón de la sierra de Leyre, bajo una montaña cubierta por bosques de encinas, robles, pinares abetos y arces. Al frente, el terreno desciende hasta confundirse con el embalse de Yesa, y más allá, se contemplan las cumbres más altas de los Pirineos.
11. El Real Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe (Cáceres)
La plaza de Guadalupe está presidida por un enorme monasterio, el de Nuestra Señora de Guadalupe, que es la razón de ser de este pueblo. Dicen que allí se apareció la virgen María a un pastor cerca del río y sobre el lugar se construyó una pequeña ermita en torno a la que creció este monasterio, lugar de peregrinación y el segundo más frecuentado después del de Santiago de Compostela. Los Reyes Católicos lo visitaron hasta en 22 ocasiones y en tres de ellas aprovecharon para recibir a Colón.
En sus inicios era una ermita y poco a poco fue creciendo hasta convertirse en un monasterio de estilo gótico-mudéjar, flanqueado por ocho torres. Fue un centro religioso de primer orden y también cultural, con una importante escuela de médicos, hospital, scriptorium y biblioteca.
Hoy es un enorme espacio museístico dividido en distintas dependencias monacales. Muchos de los tesoros que acumula fueron traídos por los conquistadores. Allí hay de todo: cantorales, pinturas de Zurbarán, Goya o Rubens, telas bordadas en oro o piedras preciosas. Algo que contrasta con la espiritualidad, sencillez y humildad de otros monasterios.
Monasterios convertidos en paradores
12. El monasterio de Santo Estevo de Ribas del Sil (Ourense)
En pleno corazón de la Ribeira Sacra, rodeado de naturaleza, se esconde una de las joyas de la red de paradores nacionales: el monasterio benedictino de Santo Estevo de Ribas del Sil. Con unas vistas panorámicas espectaculares del cañón del río Sil, es también una inmersión en el mundo monacal gallego con todas las comodidades del siglo XXI.
Una de las grandes sorpresas al llegar es el contraste del edificio histórico, que se remonta al siglo X, con la decoración vanguardista del interior. En 2004 se inauguró el moderno parador, con 77 habitaciones construidas en las antiguas celdas de los monjes y distribuidas por los tres claustros —el de los caballeros, el de los obispos y el del Abad— y con vistas a los bosques y al río. El spa aprovecha las antiguas bodegas, y el detalle final es un jacuzzi en el exterior con vistas al bosque.
En su día, el monasterio de Santo Estevo fue famoso porque allí se guardaban y veneraban nueve anillos pertenecientes a nueve obispos a los que se atribuían poderes milagrosos. A finales del siglo XVIII estas joyas desaparecieron justo a la vez que se abandonaba el monasterio, y todo se convirtió en leyenda hasta que comenzaron las obras de recuperación y restauración. En ese momento se encontraron escondidos cuatro anillos y una nota en la que se explicaba que eran los únicos que quedaban de aquellos nueve. Hoy se conservan en la catedral de Orense.
13. El monasterio de San Juan Bautista de Corias (Asturias)
Al monasterio de San Juan Bautista de Corias se le llama “El Escorial asturiano” por su monumentalidad. Está en el concejo de Cangas del Narcea, muy cerca de la reserva natural de Muniellos. Este monasterio de origen medieval funciona desde 2013 como parador nacional y, gracias a ello, se puede disfrutar de su entorno y de su arquitectura. Además, es el único en el que los clientes comparten espacio con los antiguos inquilinos: una comunidad de dominicos que gestiona la iglesia anexa.
Fue construido en el siglo XI como monasterio románico, pero fue reformado y ampliado en 1744 por Ventura Rodríguez en estilo neoclásico. El parador esconde dos tesoros: el primero, en su sótano, es un museo que alberga los restos arqueológicos de la iglesia fundacional del siglo XI. El segundo es una instalación contemporánea con una pieza del artista portugués Rui Macedo titulada Cabinet de Curiosites, que consiste en 31 pinturas que simulan marcos vacíos que aluden a grandes figuras de la historia del arte.
Monasterios urbanos
14. El monasterio de las de las Descalzas Reales de Madrid (Comunidad de Madrid
En pleno corazón de la capital, rodeado de tiendas, grandes almacenes y un constante ir y venir de turistas, el monasterio de las Descalzas Reales es un lugar que pasa desapercibido y que es un remanso de tranquilidad. También es uno de los edificios más antiguos y mejor conservados de Madrid y un rincón privilegiado para evocar a los Austrias españoles de los siglos XVI y XVII. La sobria fachada no deja adivinar las joyas que atesora: pinturas, tapices, belenes, relicarios y una escalera principal de la casa-palacio originaria, una de las piezas más relevantes.
Fue fundado por Juana de Austria, hija del emperador Carlos I, hermana de Felipe II, y princesa de Portugal por matrimonio —se casó en 1552 con Juan Manuel de Portugal—, quien quiso convertir el palacio en el que ella misma había nacido en un monasterio de clarisas. Después de volver de Portugal, ya viuda, se instaló en sus aposentos y en la capilla donde vino al mundo descansa ahora su cuerpo. Además, el monasterio se convirtió en uno de los preferidos por las mujeres de la nobleza para recluirse en siglos posteriores.
Hoy reside aquí una comunidad de clarisas franciscanas, y se puede visitar en un recorrido que incluye una selección de 200 obras, 40 estancias y ocho salas de pintura. En los últimos años ha sido renovado con nuevos recursos expositivos y se han acondicionado nuevas salas, como el Candilón, donde se velaba a las hermanas que fallecían en el monasterio y que ahora acoge una galería de retratos de muchas de ellas, o el Salón de Reyes, un espacio que conecta el monasterio con la zona de dependencias reales y donde se exponen algunos de los retratos más importantes de los Habsburgo, entre ellos el propia Juana de Austria, pintada por Sánchez Coello.
15. El monasterio de Santa María la Real de las Huelgas (Burgos)
En la ciudad de Burgos merece la pena alejarse un poco del centro histórico para visitar el monasterio de Santa María la Real de las Huelgas y darse una vuelta por el tranquilo barrio de aire medieval que lo envuelve. Es el principal monasterio cisterciense femenino de España y la cabeza de todos los que se construyeron en la Corona de Castilla. Fue concebido en el siglo XII para ser panteón real y retiro de las mujeres de la nobleza y la aristocracia, por lo que llegó a acumular un inmenso patrimonio y numerosos privilegios. De hecho, dependía directamente del Papa y su abadesa, aunque era una mujer, podía dispensar licencias como los mismos obispos.
Lo más llamativo de Las Huelgas es su iglesia mudéjar, junto al claustro románico conocido como Las Claustrillas, del siglo XII. Otro de los atractivos es el museo de Telas Medievales, instalado en el antiguo granero monacal, que permite retroceder en el tiempo con joyas tan valiosas como el auténtico pendón de las Navas de Tolosa, la victoria más importante de la Reconquista.
Tras ocho siglos de historia, han desaparecido todos sus títulos y riquezas materiales, pero el monasterio sigue vivo con una comunidad de monjas cistercienses.
Con vistas al mar
16. El monasterio de Santa María de Oia (Pontevedra)
Si lo que buscamos es espectacularidad, la encontraremos en el monasterio de Santa María de Oia: es el único monasterio de España situado a orillas del mar, en una bonita cala de cara al Atlántico. Comenzó a construirse en el siglo XVII y hoy es una mezcla de estilos que incluyen elementos románicos, góticos y barrocos, que reflejan diferentes etapas de reformas.
Por su situación, siempre ha jugado un papel importante en la defensa de las costas gallegas, ataques de la flota turca como el de 1624 en el que los monjes defendieron fieramente el territorio (se les llamó los monjes artilleros). O los saqueos e invasiones por mar del siglo XVII que obligaron a fortificar con altos muros el monasterio. Sus monjes fueron visionarios en el cultivo de la vid pero también en la cría de caballos en libertad, una práctica que ha perdurado y que ha contribuido a la conservación de razas autóctonas. Luego vino la desamortización, la privatización y su conversión en 1910 en un colegio de los jesuítas. Durante la Guerra Civil española fue convertido en un campo de concentración con más de 3.000 prisioneros. Muchos de ellos dejaron grabado en sus muros, con lápiz, sus nombres y la huella de su paso.
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