1998, cuando el Manchester City bajó a Tercera y el Real Madrid ganó una Champions 32 años después
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Noel y Liam Gallagher, hermanos unidos, divorciados y de nuevo juntos en Oasis, nunca pensaron que el Manchester City se convertiría en un motivo de alegría. Vestir la camiseta de los skyblue era un ejercicio de fe en una ciudad en la que residía el United, el equipo con más títulos del fútbol inglés. Los citizens eran un equipo que había vivido momentos de gloria a finales de los 60 y principios de los 70, cuando ganó la FA Cup, Copa de la Liga y la Recopa de Europa. Una pausa en una trayectoria meditabunda que vio el fondo del pozo en 1998, el mismo año en el que el Real Madrid ganó en Ámsterdam una Copa de Europa 32 años después para, terminar, por fin con las pesadillas alemanas y las batallitas del Madrid de los yeyé. Ahora, aunque en circunstancias diferentes a las de ediciones anteriores, ambos forman el clásico reciente del fútbol europeo.
Los dos equipos más valiosos del mundo
Cuando uno llega al imponente Etihad y se acredita en su lujosa City Football Academy no llega a entender cómo en ese mismo entorno, hace menos de tres décadas, el City descendía a la Second Division, como por aquel entonces se llamaba al tercer nivel del fútbol inglés. Es la vida opuesta a la entidad que se ha convertido en la mayor rival, también fuera del campo, del Real Madrid. Según el último ránking Football 50 de 2020 de Brand Finance, el conjunto inglés, dominador inapelable de las últimas Premier, tiene un valor de 1.611 millones de euros por los 1.685 del conjunto blanco.
El cambio de vida se produce en 2008, cuando el Abu Dhabi United Troup, un grupo de inversión liderado por el jeque Mansour bin Zayed Al Nahyan, miembro de la familia real de los Emiratos Árabes Unidos, compra el club a Thaksin Shinawatra, exprimer ministro de Tailandia. Nada de lo construido después habría sido posible sin la resistencia de miles de aficionados del City que se mantuvieron al lado del club en los peores momentos. Instantes en los que, ciertamente, nadie veía una salida al final de un túnel en el que algunos siguen pensando que circulan.
A pesar de los numerosísimos títulos cosechados en los últimos tiempos y del socavón en el que vive el United, el supporter celeste sigue teniendo un carácter de perdedor ambulante que es positivo y le permite entender todas las rachas negativas que puedan darse. Es el caso del irreconocible tránsito del City por la temporada 2024/2025, muerto en la Premier, clasificado a última hora en la repesca y con dudas menos en lo fundamental: Guardiola y el proyecto. Por eso en lo más duro de la travesía, la propiedad decidió renovar hasta 2027 al español, a un pilar como Haaland y ha hecho de nuevo un esfuerzo inversor en el mercado de invierno para evitar el siniestro total de la temporada.
«Os quería ver yo sin ganar una Copa de Europa en 32 años»
Es un Trust the process de manual, y no de autoayuda, precisamente. No hay nadie mejor que Guardiola para seguir con la tarea y tampoco miedo a sentir la debilidad que nunca llegará a ser la de antaño. En el madridismo que peina canas existe un sentimiento similar. Cuando llegan grandes citas como la de esta repesca inesperada, frente al Manchester City, el seguidor millennial simplemente se pone la bufanda y espera la victoria. Mejor, en los últimos minutos. Porque ganar es lo normal y la obligación del Real Madrid en la Champions. Si por un casual se produce un atropello como el vivido en 2023, surge desde el otro lado de la mesa del madridismo la siguiente advertencia: «A vosotros os quería ver yo sin ganar 32 años la Copa de Europa”.
El interlocutor no tiene nada de aquella Séptima de 1998 en la que el Real Madrid derrotó a la Juventus con un gol de Mijatovic. Desde entonces, el conjunto blanco ha sobrepasado el doble de Orejonas para construir una vitrina surrealista en la que el presente ya tiene más importancia que el pasado. El recuerdo de aquella sequía es, bien entendido, el motor de la historia del equipo más ganador de la historia. Esas más de tres décadas fueron de exigencia ganadora y un trabajo de la frustración que terminó con 16 Ligas, seis Copas y dos UEFA por las que el propio Manchester City o cualquiera pagaría hoy en día para ensanchar su historia.
Sin lo sucedido en 1998 no se entendería el enésimo City – Madrid de la secuencia reciente. El 3 de mayo de aquel año, el equipo inglés todavía confiaba en que había un error en la clasificación que se compensaría en la última jornada. Confiaba en resolver sus asuntos después de una temporada en la que ya vivió una fiebre inversora. Gastar no era el problema en Maine Road, el estadio donde jugó sus partidos hasta 2003. Para esa temporada había llegado Lee Bradbury, fichado por tres millones de libras, el más caro de una camada de jugadores que estuvieron lejos de ser un equipo.
«Los ‘citizens’ hemos sido mejores en la adversidad»
En el entierro del City se dieron cita 27.000 aficionados que vieron cómo su equipo ganó 5-2 al Stoke, victoria insuficiente para evitar la caída de los ingleses hasta el escalón que marcaba el límite del profesionalismo. La desgracia se prolongó hasta noviembre de la siguiente temporada, cuando los skyblues llegaron a ser el 12º clasificado de Tercera, un cataclismo del que lograron salir para meterse en los playoffs y regresar al segundo escalón del fútbol inglés ese mismo año.
«El Manchester City puede tendrá los años que quiera, sumará casi 200 puntos en dos temporadas, que solo será el mismo gracias a sus aficionados, criados en la adversidad, donde sacan lo mejor de sí mismos. La humildad con la que aprendimos a afrontar estas experiencias es lo que nos distingue de otros clubes ‘grandes’ y es lo que debemos transmitir a todos los nuevos y maravillosos aficionados que se han unido a nosotros a lo largo del camino«, reflexiona David Crook, un citizen más cerca de los 60 que de cualquier otra edad en Man City Square, espacio de referencia para la comunidad de fans de este club.
Es el mismo consejo, pero a la inversa, que aporta el seguidor blanco incapaz de ver en lo más alto de Europa a su Real Madrid entre 1966 y 1998, el año que cambió un City – Real Madrid que, ni en los mejores deseos del seguidor mancuniano, pensó que se convertiría en un partido recurrente. Un duelo entre iguales que un día no lo fueron y que el fútbol moderno ha reunido en un gran combate de identidades. Entre lo nuevo y lo de siempre. Entre Guardiola y Ancelotti. Entre el campeón de Europa y el que ya sabe serlo. Entre la vida y la muerte prematuras que marcan los playoffs de la Champions.
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