Fue una de las partidas más brillantes de la historia del ajedrez. El 9 de noviembre de 1985, un joven Garry Kasparov destronó a su compatriota Anatoli Karpov para convertirse en rey absoluto del ajedrez.

Aquella reunión fue en la Casa de los Sindicatos de la capital rusa, abarrotada hasta los topes después de un partido que cinco meses antes había quedado paralizado por el cansancio de los participantes y la falta de un resultado definitivo había empezado de cero (aunque Karpov ganaba 5-3).

Dos rivales que Compartían la misma bandera, la de la Unión Soviética, pero poco tenían que ver entre sí.. Karpov era un jugador de ajedrez clásico de extrema habilidad. Fue campeón del mundo durante diez años y era el favorito del Kremlin. Frente a él estaba Kasparov, 22 años, moderno y con una imaginación desbordante. Nunca había competido a este nivel y, a diferencia de su rival, era especialmente crítico con la URSS.

En la sala la tensión era máxima. Periodistas, profesionales y aficionados desplegaron todas sus herramientas para no perderse ni un solo movimiento. Karpov, con blancas, intentó presionar desde el principio con jugadas estratégicas porque el empate valía la pena ya que su rival estaba 12-11 tras 23 partidas.

En el minuto 24 el partido se extendió a cinco horas y cuarenta minutos. Ahí es cuando Kasparov hizo una jugada magistral: su caballo elimina una torre blanca y para sorpresa de todos se convierte en el campeón mundial más joven de la historia del ajedrez.

Se volvieron a encontrar en tres Mundiales más, todos ganados por el joven Kasparov, pero ese partido se convirtió en el duelo más épico del siglo.

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