Viene el “muskismo”
Con el sufijo “ismo” se forman nombres que definen doctrinas políticas o ideologías. La RAE le da dos acepciones, la primera concuerda con lo señalado, y la segunda se refiere a actitudes, tendencias o cualidades de personas u organizaciones. Me viene el socialismo como ejemplo de la primera, y el papanatismo como muestra de la segunda. Pero que nadie se lance a hacer elucubraciones, son, simplemente, ideas que me vinieron a la mente, así, de golpe, sin premeditación.
En Estados Unidos fue desgraciadamente famoso el término Macartismo, por aquel senador yanqui dedicado a la caza de izquierdistas durante la postguerra, Joseph Maccarthy. Y en tiempos tan recientes como los actuales, todos, sin exclusión, tendremos que lidiar con el “trumpismo”, por aquello del flamante presidente del imperio, Donald Trump. Pero hay otros, incluso más inquietantes.
El señor Trump, magníficamente descrito en “el aprendiz”, una película aún en pantalla que nos muestra un niño bien con enorme ansia de poder, inteligencia, y suficiente falta de escrúpulos y empatía como para, aprovechándose de un sistema político, el norteamericano, que se cree el mejor pero que contiene grandes deficiencias, amasar una enorme fortuna y llegar al poder del imperio. Ahora llega con la lección aprendida, por segunda vez, lo que debería preocuparnos a todos. Ye lo que hay.
Elon Musk es un genio de la ingeniería y, sobretodo, los negocios, aunque nunca será presidente de los EEUU porque, a diferencia de Trump, no nació allí, sino en Sudáfrica. Su portentosa mente está detrás del nacimiento de potentes empresas que después vendió para hacerse con el control de otras a las que impulsó al estrellato, como PayPal, o SpaceX, o Tesla, hasta convertirse en el hombre más rico del mundo a sus apenas cincuenta años. Impresionante.
Antes que él ya pudimos conocer otros portentos “made in USA”, como Bill Gates, el fallecido Steve Jobs, o los financieros Buffet y Soros; personajes que influyen en la sociedad desde sus fundaciones y donaciones. U otros como Jeff Bezos o Mark Zucerberg, que desde sus Amazon o Meta parecen centrarse exclusivamente en acrecentar la dimensión de sus artefactos aunque, de paso, influyan en las sociedades en que operan. Musk es distinto.
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Elon va más lejos. Lo hizo ya cuando auguró la desaparición de los pilotos de combate a los cadetes de Annapolis en 2020, o cuando cambió el campo de batalla ucraniano con la señal internet de sus satélites, o cuando recomendó a Zelensky negociar la rendición, o con el uso político de Twitter. Y ahora hace temblar la política alemana con un artículo en Die Welt recomendando votar a Alianza por Alemania, en plena campaña electoral. Y aún no ha tomado posesión el gobierno Trump. Vendrán más. Esto es el “muskismo”.
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