así trabajan en Avilés para superar duelos complicados
Llevaban medio siglo juntos, algo más si el contador suma desde novios. Se conocieron en clases de baile regional. Por aquel entonces, con un Avilés perimetrado como consecuencia de la pandemia, Loli Rodríguez preparaba con su marido las bodas de oro. Pero la celebración nunca llegó. Él falleció. Ella, siempre alegre, enmudeció.
[–>[–>[–>[–>Ahora esta mujer de 71 años es una de las veinte usuarias de un grupo coordinado por el equipo psicosocial del Avilés dedicado a atender las necesidades de las personas en situación de duelo, algunas cuidadoras de larga duración. En estas reuniones los participantes valoran compartir un mismo idioma para hablar de las personas que ya no están: maridos, mujeres, madres, padres, hijos también. Coinciden todos en la importancia del respeto hacia uno mismo. Lamentan comentarios que consideran desafortunados que les dirigen: ese «si fuera yo lo haría así», «ya ha pasado mucho tiempo para que sigas triste», «él no querría verte llorar», «hazlo por tus hijos»… Consideran escasa la formación sobre la muerte, tan antigua como la vida.
[–>Pablo Fernández perdió a su mujer en octubre de 2023. «Fui su cuidador. Su final era conocido», cuenta este hombre que en el grupo de duelo se siente cómodo para expresar en voz alta sentimientos, emociones e inquietudes. María Teresa Álvarez, de 62 años, perdió a su pareja de forma repentina un diciembre de 2020. «Tenía muy claro que necesitaba ayuda, pero tenía igual de claro que no quería depender de fármacos», reconoce. Celia García, de 74 años, llegó al grupo hace ya varios años. Perdió a un hijo. Su marido está en una residencia. «Me ayuda mucho venir a estas reuniones», recalca. Con Celia García y el resto de integrantes de este grupo trabajan Mercedes González Mancebo, psicóloga y Carolina Fernández, trabajadora social.
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El equipo psicosocial es un servicio relativamente nuevo en Avilés, ya que fue impulsado en 2018. Está formado por estas dos profesionales más la educadora Paula Nieto. Mariví González también ejerció hasta hace poco como trabajadora social. Este equipo da apoyo a las unidades de trabajo social prestando una atención especializada y de mayor intensidad a aquellas personas mayores de edad o grupos con mayor riesgo de exclusión social o dependencia. En ocasiones trabaja de forma coordinada con Salud, desde la concejalía que lidera Ana Suárez Guerra, y con el Sespa.
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Solo el año pasado prestaron atención individual a unas 116 personas y, desde una vertiente más comunitaria, a cien más en el grupo de cuidadores y a veinte por duelos que no necesariamente deben ser complicados o especialmente difíciles. El perfil de los usuarios: mayoritariamente mujeres.
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En lo que afecta al duelo concretamente, las expertas constatan que esta es una de las experiencias más duras por las que puede pasar un ser humano a lo largo de su vida. Cada persona vive la pérdida de una forma diferente, otro punto a tener siempre en cuenta: «En la misma familia, incluso, no viven el duelo de la misma manera todos los integrantes», apunta Carolina Fernández.
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La psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross publicaba allá por 1969 «On death and dying». Definía entonces las que consideraba como las cinco fases en el proceso de la muerte: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. En los talleres de Avilés no se siguen pautas o protocolos estrictos como tal. «Lo que ofrecemos es un espacio seguro para las personas que viven un duelo, un espacio donde se puedan sentir comprendidas y aceptadas. Se ofrecen alternativas para que se sientan un poco más conectados con la vida que tienen», explica la trabajadora social del equipo. La puerta de entrada para estas personas suelen ser precisamente las trabajadoras sociales tanto de Servicios Sociales como de Salud, con quien colaboran de forma coordinada. «Los profesionales detectan necesidades y se invita a estas personas a participar. Y también se hace el trabajo inverso si consideramos que una persona requiere de algún servicio sanitario», subrayan.
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En el grupo de duelo de Avilés los participantes acuden por duelos inminentes, duelos complicados… «Atendemos a cualquier persona que quiera venir para escuchar a otras personas o para validar que lo que viven entra dentro de lo normal», precisan las expertas.
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María Belén Suárez, de 68 años, perdió hace diez meses a su madre, a la que cuidó sin descanso durante los últimos catorce. Era una gran dependiente. «El vacío y la soledad que se siente es muy grande. Y aquí nos reunimos personas en la misma situación», confiesa. Ana Rosa Alonso, de 76, que también fue la principal cuidadora de su marido hasta su fallecimiento. Igual que Juan Román Martín, de 91. «Llevábamos 64 años casados y tuve un matrimonio muy feliz. Lo que decía uno lo aprobaba el otro. Fue una lotería. Pero no le deseo a nadie una enfermedad que suponga la pérdida de memoria», asegura este hombre que se encerró en casa tras quedar viudo. Ahora participa en el grupo de duelo, hace crucigramas, pasea…
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O Juan Villarreal, de 86 años, que cuida a su mujer desde hace años y llora la reciente pérdida de un hijo. «Yo la vida no la entiendo», dice este hombre que llegó a Avilés desde Casablanca y al que la vida le dio varias lecciones, no todas con final feliz.
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Para explicar el duelo están las profesionales. Carolina Fernández considera «importante respetar los ritmos de cada uno». «A veces hay personas que se encierran en casa, otras que llenan la agenda de actividades a modo evitativo… Hay que respetar», manifiesta. Su compañera Mercedes González recalca la importancia de la educación sobre la muerte.
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Los usuarios de este grupo de servicios sociales, que se reúnen una vez al mes durante dos horas, hablan de casi cualquier cosa. Lo suyo es apoyo mutuo. El pasado lunes hablaron de soledad, de familia y de amor. Loli Rodríguez sigue en el grupo de baile regional donde conoció al que fue durante medio siglo su marido. «Yo he borrado la palabra viuda del libro de familia. Y a él cada día lo quiero más. Tuve mucha suerte con mi matrimonio», subraya.
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Juan Ramón Martín también recuerda los bailes con su mujer, sábados y domingos sin faltar. Juan Villarreal habla en alto de su hijo. Y sonríe al hacerlo de su mujer, con gran dependencia desde hace años: «Manda más que un Guardia Civil», espeta. Luego deja escapar una carcajada tímida. «A mi me encanta reír, pero a veces esta vida…». A los puntos suspensivos en Avilés les sigue el respaldo profesional y el apoyo mutuo para afrontar la muerte.
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