A saber quién mató a Kennedy…
La decisión del presidente Donald Trump de desclasificar los miles de documentos relacionados con el asesinato de John F. Kennedy en Dallas (Texas) el 22 de noviembre de 1963 induce la vuelta a interrogantes abiertos que nunca fueron cerrados. Pervive en la memoria colectiva de Estados Unidos la muerte de un joven presidente a quien un periodista que lo siguió en la campaña de 1960 describió como un “personaje cautivador que atrapa a todo el mundo”. Y es imposible responder sin dudas ni reservas a la gran pregunta: ¿quién mató a Kennedy?
A la espera de las luces que enciendan los documentos que se desclasifiquen, cabe solo acogerse a la versión oficial, a las diferentes teorías de la conspiración y a la sinuosa aportación que en su día hizo Robert F. Kennedy, a la sazón fiscal general de Estados Unidos: no fue “él”, Lee Harvey Oswald, quien asesino a mi hermano, dijo, sino que fueron “ellos”, según se recoge en ‘La conspiración’, de David Talbot, publicado en Estados Unidos en 2007.
A partir de los datos esenciales de los disparos que acabaron con la leyenda en papel couché de los mil días de Camelot –la Casa Blanca de los Kennedy–, hirieron a John Connally, gobernador de Texas, y dejaron al descubierto las insuficiencias del servicio secreto, el libro pone en duda la versión del informe oficial, elaborado por una comisión que creó el presidente Lyndon B. Johnson, dirigida por Earl Warren, presidente entonces del Tribunal Supremo.
Las 888 páginas del informe de la comisión, entregado a Johnson el 24 de septiembre de 1964, desembocan en tres conclusiones:
-Los tres disparos que acabaron con la vida del presidente los realizó Oswald desde el sexto piso del almacén de libros escolares de la plaza Dealey.
-El asesinato de Oswald por Jack Ruby, propietario de un club nocturno de poca monta, dos días después del de Kennedy, cuando estaba bajo custodia policial, fue una iniciativa personal.
-La bala que hirió a Connally fue una de las tres que alcanzaron a Kennedy.
Lo cierto es que desde el principio las conclusiones del informe no convencieron a muchos. Pero la falta de imágenes del atentado desde diferentes ángulos, la propensión inicial a dar por buena la versión de la comisión Warren a partir de la película rodada por Abraham Zapruder y el testimonio de personas que se encontraban en la plaza Dealey, donde no había ningún dispositivo especial de seguridad, parecieron zanjar el caso.
Sin embargo, la insistencia del fiscal de Louisiana James Garrison, que llegó a procesar al empresario de Nueva Orleans Clay Shaw por su presunta implicación en el asesinato -acaso cabeza visible de una trama internacional para matar a Kennedy que al final acabó absuelto-, alimentó toda clase de teorías.
Las fotografías de poca calidad obtenidas por Mary Moorman con una cámara Polaroid, en las que aparecen personas no identificadas bajo unos árboles, proporcionaron nuevos ingredientes a los escépticos. Finalmente, la opinión de varios especialistas fue considerar imposible que Oswald fuese el único autor de los tres disparos con un fusil Carcano de carga manual.
Teorías
La película ‘JFK’, de Oliver Stone, suma todos estos elementos, y otros de ficción, necesarios para armar el argumento y describe –a veces solo insinúa– una trama poliédrica en la que coincidieron diferentes entornos decididos a castigar a los Kennedy, empezando por algunas familias mafiosas, siguiendo por anticastristas radicales que creían que el presidente estaba dispuesto a acordar con Cuba alguna suavización de las sanciones, y acabando –una incógnita más– con un supuesto plan urdido por La Habana para vengar la operación de bahía de Cochinos de 1961. Un mosaico de fuerzas contradictorias a las que cabe añadir que el orbe racista profesaba un odio cerval a Kennedy.
Por si faltara poco, el libro de memorias de Paul Landis, ‘The Final Witness’, publicado el año pasado, ha dado pie a nuevos supuestos sobre qué sucedió realmente y plantea nuevas dudas. Landis tenía 28 años en 1963, formaba parte del dispositivo de seguridad asignado a Jacky Kennedy y ha explicado ahora que fue él quien colocó la bala que apareció en la camilla en la que evacuaron al presidente.
No son pocos los que sostienen que tal proyectil, que encontró Landis sobre el coche en el que viajaba Kennedy, justo detrás del asiento que ocupaba, desmonta la teoría de la bala mágica, que hirió a Connally después de a Kennedy tras cubrir un extraño recorrido lleno de rebotes. Y no solo eso: aporta información complementaria a cuantos sostienen que en la plaza Dealey se apostaron un mínimo de dos tiradores; la teoría de los tres tiradores se antoja inverosímil.
Así están las cosas. Responder a la pregunta ¿quién mató a Kennedy? implica dar una doble respuesta: desvelar la identidad de quién apretó el gatillo y el perfil de quiénes fueron los que le hicieron el encargo. Mientras tanto, vale la pena leer o releer ‘Yo maté a Kennedy’, de Manuel Vázquez Montalbán, que cumple medio siglo: es una gozada sumergirse en la primera historia de Pepe Carvalho, llena de ingenio.
Suscríbete para continuar leyendo
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí