Obispas antitrumpistas
El eurodiputado popular Esteban González Pons ha sorprendido con un reciente artículo en el que dedicó al nuevo presidente estadounidense, elegido por holgada mayoría con el voto de millones de sus conciudadanos, epítetos como «ogro naranja» o «macho alfa de una manada de gorilas». El artículo pide la ordenación de obispas en la iglesia católica que planten cara a Trump, como parece ser que hizo la anglicana Mariann Edgar Budde en un oficio religioso celebrado en la toma de posesión presidencial.
Pons, como cualquier mortal, es libre de tener su mejor o peor opinión personal sobre Trump y sus políticas. Pero es poco diplomático, y coloca en una posición delicada a su partido, al prescindir de la más elemental cortesía insultando desaforadamente al primer mandatario de una de las principales naciones democráticas de la tierra, tradicional aliada comercial y militar. No es menos preocupante su recomendación a la iglesia, cuya lógica tampoco acaba uno de entender. Tal parece que, para oponerse, al menos con eficacia, a Trump debiera tenerse la condición previa de obispa. En nada estimaría Pons, y es un decir, las manifestaciones que hicieran al respecto la abadesa mitrada de Santa María Egipcíaca, la superiora general de las Doroteas Calzadas, o cualquier obispo católico del mundo mundial. Y poco simpatizantes de Trump hay unos cuantos, particularmente en su nación.
Obvia también que, en temas políticos, los pastores católicos no acostumbran a tomar partido por candidatos o facciones concretas, limitándose a ofrecer a sus fieles líneas u orientaciones generales en consonancia con la doctrina católica y con lo que el sabio Papa Benedicto XVI llamó principios innegociables (vida, familia, libertad de educación y búsqueda del bien común). Ni siquiera a los pronunciamientos del Papa en cuestiones geopolíticas se les concede valor de «ex cathedra».
San Juan Pablo II, en su carta apostólica «Ordenatio sacerdotalis», declaró claramente que la iglesia no tiene la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres. Y el Papa Francisco, con el reciente nombramiento de dos religiosas para cargos al más alto nivel, ha demostrado que el orden sacerdotal no es imprescindible para el ejercicio de altas responsabilidades en la iglesia.
Se habla mucho de nuestra época como el tiempo de los laicos. Así que, si el imperativo moral obliga a Pons a combatir al presidente Trump, tiene la ocasión extraordinaria de hacerlo desde su privilegiada tribuna parlamentaria. Me malicio que no será el caso, no sea que pierda sus gabelas. Otra opción es la de hacerse anglicano, confesión que no pasa por sus mejores momentos. Le agradecerán su contribución a paliar la sangría de fieles y pastores que vienen abandonando sus filas en los últimos años para hacerse, crueldades del destino, precisamente católicos.
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