Los argentinos consumen menos leche que durante la histórica crisis económica de 2001
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Nestlé Argentina ha frenado esta semana la producción en la provincia de Córdoba. Sus 189 empleados fueron enviados a sus casas con la sugerencia de que se tomen unas largas vacaciones. Los medios de comunicación informaron que la medida tiene que ver con que la caída de las ventas y un excedente negativo de sus productos estrella, entre ellos los chocolates pero también el cacao con la leche en polvo y Nesquick, la leche chocolatada que solía ser una referencia en los veranos. La vía láctea argentina amenaza con retraerse en general. La leche de un país vacuno no suaviza las gargantas como antes. Los quesos se mastican menos desde que rige el ajuste económico de la ultraderecha. La crisis del sector es abrumadora. El consumo lácteo es un 32% inferior al de 2001, el año que el país atravesó una crisis histórica, y un 29% menor al de 2015. Los productos se compran un 8,3% menos que el peor año de la pandemia, según un informe del Instituto para el Desarrollo Agroindustrial argentino.
El lenguaje de los argentinos se tiñe del líquido que segregan las mamas de las vacas para alimento de sus crías. Tener «buena leche» es ser una persona de bien. «Al periodismo mala leche le digo que deje de buscar titulares que dividen y dedíquense a informar sin hacer amarillismo», reclamó el Gobierno de Javier Milei, meses atrás, en el momento que arreciaban las críticas. La leche deja sus metáforas y alusiones más insólitas.
Durante el primer año de la era Milei, que concluyó con una inflación del 117,8%, pero el coste de la leche y sus derivados se incrementó un 200,9% promedio. A lo largo de esos 12 meses se produjeron 10.548 millones de litros, frente a los 11.404 millones del mismo período durante el último año de gestión del impopular Alberto Fernández.
Problemas nutricionales
El consumo promedio anual per cápita fue de 168 litros, muy por debajo de los 182 litros recomendados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y apenas superior al mínimo histórico alcanzado en 1990, cuando se llegó a los 162 litros. Esa merma afecta más a los niños en un país donde más del 60% de los menores de 14 años se encuentran en una situación de pobreza. Buena parte de ellos se alimenta en los más de 40.000 comedores populares repartidos especialmente en la provincia de Buenos Aires. El Gobierno asiste a medias solo a una parte de esos centros de asistencia con miles de toneladas de leche en polvo, que en los supermercados tuvieron una contracción del 29,7%. La emergencia alimentaria, y la falta de calcio en los niños por la limitada ingesta de leche, tiene un efecto en sus cuerpos que ha comenzado a convertirse en crónico: malnutrición, baja talla, sobrepeso, especialmente en la franja entre los seis y nueve años. «El consumo de leche en los primeros tres años de vida es vital, pero también lo es para los adultos mayores que necesitan la dosis de calcio necesario que aminore los riesgos de enfermedades como la osteoporosis«, dijo Pablo Villano, de la Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas Lácteas (Apymel).
Los parámetros nutricionales de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en lo que hace a cantidades de energía y nutrientes que se necesitan para que el cuerpo se mantenga sano se ponen en entredicho en el presente. Milei ha resuelto abandonar el organismo en sintonía con la medida adoptada por Donald Trump y alegando el supuesto papel negativo que cumplió durante la pandemia. El ultraderechista ha denostado especialmente una cuarentena que supo defender en sus días de tertuliano televisivo.
Más despidos
Los últimos registros del Observatorio de la Cadena Láctea (OCLA) arrojan números similares y otros más alarmantes. Entre enero y noviembre de 2024 los argentinos compraron un 51,1% menos de yogures. Las ventas de quesos cayeron hasta el 22,7%.
En este contexto, una de las empresas lácteas históricas anunció días atrás el despido de más de 300 personas como consecuencia de la caída de las ventas, los salarios atrasados y problemas financieros. SanCor tiene plantas en las provincias de Santa Fe y Córdoba, ambas limítrofes con la de Buenos Aires, y que son parte fundamental de lo que se conoce como la cuenca lechera. Esta medida forma parte de un plan de reestructuración destinado a reducir costos y enfrentar una deuda que asciende a aproximadamente 2.500 millones de pesos. La compañía llegó a tener 4.000 empleados y antes de la ola de despidos contaba con 1.350. Posee con cinco plantas aunque solo tres se encuentran operativas.
«Dele a su sed lo mejor», rezaba la publicidad televisiva de la leche chocolatada La Serenísima en 1981. La imagen presentaba a los niños que degustaban cada uno una botella de un litro. Esa situación, propia del verano, forma parte de un pasado remoto. La Serenísima es en la actualidad una empresa líder, pero su principal objetivo a medio plazo es exportar la mitad de su producción de su leche. Parte de la que han dejado de tomar millones de argentinos en su país, entre la resignación y la esperanza. Una reciente encuesta da cuenta de que la ultraderecha obtendría en las elecciones parlamentarias de octubre un 40% de los votos si profundiza la baja de la inflación.
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