temor en una frágil Siria
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Sirvió como recordatorio. A pesar de que la guerra en Siria haya terminado y atrás hayan quedado los más de 600.000 muertos que esta ha provocado, el fantasma de los combates y la violencia sigue aún vivo en el país. La explosión de una bomba en un coche de agricultores en la ciudad de Manjib, en el norte, fue una clara advertencia. Más de 20 personas murieron.
Las nuevas autoridades exrebeldes de Damasco, lideradas por la milicia Hayat Tahrir al Sham (HTS), acusaron a las milicias kurdosirias de las YPG, que controlan aún la mayor parte del este del país. Las YPG, por su parte, acusaron a las exmilicias rebeldes aliadas con Turquía. La autoría no está clara, pero el suceso puede marcar el futuro de Siria: tras el ataque, las negociaciones entre Damasco y las YPG se rompieron. Se teme, ahora, una posible ofensiva militar conjunta con Turquía para acabar con la autonomía kurda. Turquía considera como terrorista a las YPG por sus vínculos con la guerrilla kurdoturca del PKK.
“Pronto es posible que veamos un acuerdo militar conjunto entre Siria y Turquía, y de él saldría una autorización conjunta para terminar con la presencia de las YPG en el este de Siria. Damasco dio un plazo de varias semanas al grupo para negociar su disolución. Pero el plazo no se ha cumplido, y termina ahora”, explica a este periódico Mohammed Otri, miembro histórico de la oposición siria y jefe de gabinete del antiguo primer ministro sirio, Riyad Farid Hiyab.
Incluso el presidente interino sirio, Ahmed al Sharaa —anteriormente conocido por su nombre de guerra, Abu Mohammed Al Jolani— aseguró en una entrevista en ‘The Economist’ el mes pasado que “no se sentía optimista” a la hora de llegar a un acuerdo con las YPG, que controlan algunas de las grandes ciudades sirias, como Raqqa, Kobane, Qamishlo y Hasaka.
Una transición ajetreada
Ocurrió en plena madrugada, hace justo dos meses: antes de medianoche, el siete de diciembre, engañando a sus propios ministros, el expresidente sirio, Bashar al Asad, huyó con lo puesto dirección a Moscú ante el avance hacia Damasco de HTS y los demás grupos opositores.
Ahora, ocho semanas después, el nuevo Gobierno sirio empieza a organizarse. La semana pasada, Al Sharaa se invistió como presidente interino, un cargo que ya ostentaba oficiosamente, y anunció la disolución de todas las milicias rebeldes y la rescisión de la Constitución anterior .
Hasta la fecha, sin embargo, el nuevo Gobierno no ha aprobado ni diseñado ninguna ley. Sus responsables se limitan a administrar e intentar controlar la seguridad en las calles y ciudades, muchas destrozadas tras 13 años de guerra civil.
“Requiere mucho tiempo el establecer una Asamblea Constituyente que designe unos expertos que escriban una nueva Constitución y conformen un pequeño consejo legislativo de transición. Después de ello, se tendrá que realizar un censo exhaustivo de población. Tan solo con ello se puede allanar el camino para realizar unas elecciones presidenciales y parlamentarias”, dice Otri, miembro de la oposición política exiliada en el extranjero durante la guerra. El hombre, que recaló en Jordania reconoce que todo este proceso de transición durará años.
“Pero las fuerzas de oposición estaremos incluidas en el nuevo gobierno que será anunciado a principios de marzo. No es posible especificar nombres, pero el nuevo Ejecutivo será dividido por especialistas y competencias. Y la posición de primer ministro cambiará”, continúa el político. En la actualidad, el primer ministro interino sirio es Mohammed al Bashir, antiguo líder del gobierno político de HTS en el norte sirio. Al Sharaa era el líder militar.
Sanciones y destrucción
Sobre el terreno, sin embargo, todo está aún por hacer. El mes pasado, la UE anunció el inicio del levantamiento de sanciones económicas al país árabe, y Al Sharaa, en pocos días, ha visitado Arabia Saudí y Turquía para recabar ayuda y financiación para la tarea mastodóntica que viene ahora: reconstruir un país roto.
Los cerca de dos millones de refugiados internos que viven en los campos del norte del país —lugares insalubres sin agua, luz ni calor— siguen ahí, atrapados y sin un lugar a ir: la mayoría de ciudades de donde provienen esos desplazados, en el sur de Alepo, están aún completamente destruidas, minadas y se mantienen aún como un reflejo de lo que fueron durante más de una década: el frente de una guerra fratricida en la que un lado, Asad y su aliado, Rusia, bombardeaban a discreción contra todo lo que se moviese o estuviese en. Siria, país roto y en completa quiebra, tiene aún mucho camino por delante.
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