La pastelería de Kiev que explica por qué la economía ucraniana crece a pesar de la guerra
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La tarta de miel rusa (Medovik) es uno de los pasteles más populares en los países de la antigua Unión Soviética. Se compone de capas y capas de crema agria o leche condensada y mucha miel de abeja. Pero su origen no es ruso, sino ucraniano: otra apropiación cultural más, según Stanislav Zavertailo, un empresario ucraniano de 45 años, fundador de una cadena de pastelerías de alto nivel en Kiev. Sus seis establecimientos en la capital ucraniana (los cafés Honey y Zavertailo) están levantados precisamente alrededor de la receta de su madre de ese pastel. Venden también decenas de delicias occidentales y helados artesanales con envoltorios de colores y diseñados con mucho estilo. Al emprendedor no le ha ido nada mal en estos tres años de guerra. Ha abierto dos locales nuevos en medio del conflicto.
El primero lo montó tras terminar las protestas proeuropeas del Euromaidán, en 2014, en las que participó. Fue entonces cuando, en represalia por la revuelta popular que pretendía que Ucrania se acercara a la UE y no a Rusia, Vladímir Putin lanzó la primera guerra contra Ucrania: se anexionó Crimea y fomentó los alzamientos de las repúblicas de Donetsk y Lugansk en el Donbás. 11 años después, Ucrania tiene invadido el 18% de su territorio y lucha en el frente para detener al segundo mayor ejército del mundo.
“Yo ahora sigo haciendo prácticas de tiro y entrenamiento militar todas las semanas. Pero sé que soy un privilegiado: no he ido al frente porque tengo tres hijos menores”, dice Zavertailo. Para él, la guerra va a durar mucho tiempo. Es el sentir generalizado en una población que no se fía de un eventual alto el fuego pergeñado por Putin con Trump. “Dos de nuestros trabajadores han muerto en el frente. Uno era el director, y la cara pública de nuestros pasteles. Era soldado profesional, y a los siete meses de haberse unido a las Fuerzas Armadas lo mataron. No podíamos ni respirar del sufrimiento: era de la familia, no un trabajador”.
Una economía sin mano de obra
Uno de los principales retos económicos de Ucrania es la falta de mano de obra cualificada. Ha pasado de una población de 44 millones de personas, similar a la española, a tan solo 28 millones. Muchos viven hoy en las zonas ocupadas por Rusia, otros se han marchado como refugiados al extranjero. Centenares de miles de hombres están en el campo de batalla. No hay fácil acceso a los trabajadores cualificados. Eso fuerza a las empresas a elevar los salarios, a un ritmo de 14% anual en términos reales, según la Kiev School of Economics, lo que aumenta el coste de producción y provoca inflación. A eso hay que añadirle el reto que supone la situación energética del país: Rusia ataca sistemáticamente la infraestructura eléctrica del país para provocar apagones. Ha reducido a la mitad la potencia generadora ucraniana.
La guerra, sin embargo, brinda alguna ventaja para los negocios. Antes era muy difícil conseguir crédito, explica Zavertailo, pero durante el conflicto, los bancos no tienen mucho donde elegir y las exigencias se reducen. Por eso ha seguido abriendo locales estos años, que ahora están llenos de gente joven y moderna de la capital. “Creo que mi caso es excepcional. No es una economía boyante. Eso sí, no hago planes, solo para los próximos dos o tres días”, aporta el empresario. “Pagamos muchos impuestos: los del Gobierno y para el Ejército y damos dinero a la organización de apoyo a los soldados Come Back Alive. Hacemos pasteles, pero también compramos tanques. Y al principio de la guerra hicimos centenares de toneladas de comida para los soldados”.
Balance económico y reconstrucción de Ucrania
Antes de la invasión a gran escala del 24 de febrero de 2022, Ucrania era una economía de tamaño medio, que generaba un PIB anual de unos 125.000 millones de euros, parecido al de Hungría o Argelia. Ese año, sin embargo, sufrió una enorme recesión y se hundió casi un 30%. En 2023 y 2024 ha crecido al 5,3% y 3,9%, respectivamente, pero le queda aún mucho camino por delante para volver al punto de partida. Su población percibe ingresos relativamente bajos, unos 17.000 euros anuales en paridad de compra, tres veces menos que en España.
“La economía de 2022 fue de crisis, todo se destruyó, pero hemos conseguido levantarla y estabilizar en los dos años siguientes: los negocios se adaptaron a los apagones y al déficit de energía, y recibimos mucha ayuda del exterior”, explica Dmytro Krukovets, profesor economía de la Kyiv School of Economics. “Para el próximo año no creemos que volvamos a 2021, pero sí a una recuperación saludable, asumiendo que la guerra termine a finales de 2025. En el bienio 2026-2027 esperamos conseguir parte de las inversiones, aunque no todo lo destruido por Rusia, que se estima en unos 500.000 millones de euros”.
Parte del empuje viene y lo seguirá haciendo del sector de la Defensa. El gasto público militar en Ucrania ha crecido hasta casi 60.500 millones de euros el año pasado, con lo que representó el 58% del gasto público total.
¿Quién invertirá en Ucrania?
Los economistas ya preparan modelos económicos para la posguerra, que se vislumbra en el horizonte tras el inicio de conversaciones diplomáticas dirigidas por Washington con Moscú. Lo primero es atraer inversiones, pero no es fácil. ¿Quién querría poner dinero en un país que puede volver a ser bombardeado masivamente en unos años?
Hay empresas que han continuado invirtiendo durante la guerra: Vestas, de energía sostenible, ha puesto 430 millones de euros; la de construcción Kingspan, cerca de 300 millones; Baykar, que fabrica drones 100 millones; Bayer, farmacéutica, 65 millones… Pero hay trampa. Se ha impuesto desde el Gobierno una suerte de “corralito” inversor: “Las empresas no pueden sacar el dinero de Ucrania, así que muchas lo han reinvertido”, explica Olga Slyvynska, economista de la Kiev School of Economics.
Para crecer al 6,6% en el período 2024-2033 y poder recuperar la economía perdida por la guerra, la economista estima que harán falta unos 290.000 millones de euros en inversiones. Hay oportunidades en energía sostenible y renovable y en el potente sector agro-industrial. Y en la producción de armamento, aunque eso no se puede computar porque es secreto de Estado y está fuera de las tablas oficiales.
Exigencias económicas de Trump
Ahí entra el plan de Donald Trump de extraer los minerales y otras tierras raras de Ucrania. “Pide 500.000 millones de dólares en tierras raras, pero son todo eslóganes y declaraciones”, dice Slyvynska. “Zelenski incluso dijo que puede haber billones. Nadie ha hecho el análisis y chequeado cuántos recursos tiene bajo estándares internacionales. Parte de la información no está disponible para el público, y solo el Gobierno tiene acceso a ella”.
De momento, Zelenski ha rechazado el plan que quiso imponerle el secretario de Estado de Trump, Scott Bessent. Era casi un programa de reparaciones de guerra, pero a pagar por el invadido. Un expolio a cambio del dinero que ha entregado Estados Unidos en armas, según la copia del documento a la que ha tenido acceso The Telegraph. En el texto se proponía la creación de un Fondo de Inversión para la Reconstrucción, que es en realidad un instrumento para que Estados Unidos se quede con el acceso a minerales críticos, gas y petróleo, infraestructuras y puertos, por un montante de medio billón de dólares. Estaría regido por la ley de Nueva York. Se pide explícitamente evitar que “países hostiles se beneficien de la reconstrucción de Ucrania”, es decir, las empresas chinas o quizá las europeas.
“Si se hubiera aceptado, las demandas de Trump serían de una cantidad mayor del PIB ucraniano que las reparaciones de guerra impuestas a Alemania en el Tratado de Versalles”, se lee en el artículo del Telegraph.
En realidad, Estados Unidos no ha puesto tanto dinero en Ucrania. Los cinco paquetes del Congreso han sumado un total de 167.000 millones de euros, de los que 66.000 millones han revertido en las compañías estadounidenses porque eran compra de armamento. La ayuda total europea suma casi 250.000 millones, según el Instituto Kiel. Pero Europa está fuera de las conversaciones en las que Trump y Putin pretenden decidir el futuro de Ucrania. También el devenir de su economía.
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