Banco Santander, una década en transformación de la mano de Ana Botín
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El éxodo que ha atravesado el Banco Santander en la última década en busca del reconocimiento bursátil parece haber tocado a su fin tras la reciente presentación de sus resultados anuales, o como poco apunta a haber alcanzado un relevante punto de inflexión al alza dentro de la tendencia ascendente que inició a finales de 2022. Todavía está por ver si se trata de otro oasis puntual o si el banco ha encontrado el final del pedregoso camino y el inicio de una tierra verdadera y diferencialmente fértil para su acción. Pero, de momento, unas cifras de 2024 por encima de las previsiones, y muy especialmente la promesa de destinar 10.000 millones de euros a la recompra y amortización de acciones entre este año y el siguiente (unos 4.000 millones más de lo esperado por los analistas), dispararon el valor en bolsa de sus títulos un inédito 8,29% en el día de la rendición de cuentas, con subidas adicionales en fechas posteriores.
Para explicar la importancia de la buena acogida que los inversores brindaron a los anuncios del Santander es conveniente rebobinar hasta el 10 de septiembre de 2014, cuando Ana Botín fue nombrada presidenta del grupo tras el repentino fallecimiento de su padre, Emilio Botín, que lideraba el banco desde que en noviembre de 1986 sustituyó también a su progenitor, llamado igual que él y que estaba al frente de la entidad desde 1950. Pese a la revalorización de los últimos dos años y medio, las acciones del Santander cotizan hoy notablemente por debajo (en torno a un 20%) del nivel que tenían cuando la banquera fue aupada al liderazgo, como algunos pequeños inversores le recuerdan ocasionalmente en las juntas de accionistas.
Esta pérdida de valor es excepcional en términos relativos. En el mismo periodo, los bancos que el Santander considera como sus comparables han subido entre un 5% (el canadiense Scotia Bank) y un 95% (el brasileño Itaú). Así, pese a estar radicado en España, el Santander es un grupo financiero internacional (72% de sus activos están en el exterior) centrado en la banca de particulares y la financiación del consumo (72% de los ingresos del grupo). Por ello, considera como sus pares a un grupo de bancos de características equiparables, que han tenido un mejor comportamiento bursátil desde la llegada de Botín a la presidencia: el español BBVA (en torno a un 26% de subida), los franceses BNP Paribas (30%) y Crédit Agricole (27%), el italiano Unicredit (50%), el estadounidense Citi (60%), el británico HSBC (33%), el holandés ING (48%), y los citados Itaú y Scotia Bank.
Sin embargo, si se cierra algo el foco temporal la historia cambia. Desde los mínimos de cotización que provocó el estallido de la pandemia en 2020, el Santander es la tercera de estas diez entidades que más ha subido (en torno al 290%), por detrás de Unicredit (660%) y el BBVA (460%). Y si se toma como referencia la presentación en febrero de 2023 de sus últimos objetivos estratégicos para el periodo 2023-2025 -los primeros elaborados por la presidenta junto al entonces reciente nombrado consejero delegado, el mexicano Héctor Grisi-, el Santander también ocupa la tercera posición (en torno a un 64% de revalorización), más o menos empatado con BBVA y Citi y solo por detrás de Unicredit (147%) e ING (85%).
Ese comportamiento de la cotización bursátil del Santander en forma de V no completada plasma gráficamente las vicisitudes que ha atravesado el banco en los algo más de diez años de mandato de Ana Botín. «La época de mi padre fue de más expansión, incluso más rápida (que la de su abuelo). Nos convertimos en el primer banco de la zona euro y de España, hicimos muchísimas compras […]. A mí Tengo que consolidar primero y luego reinventarnos, Transformar el banco«El ejecutivo explicó en septiembre pasado en una conversación grabada con un periodista que distribuyó la entidad para conmemorar el Ephemeris.
Su antecesor, así, había disparado el tamaño del Santander, que pasó de ser un banco básicamente nacional, y no el más grande, a convertirse en 2007 -antes del estallido de la crisis financiera e inmobiliaria- en el 12º del mundo por capitalización bursátil y el séptimo por beneficios. Sin embargo, cuando Ana Botín llegó a la presidencia en 2014, el mercado interpretaba que la entidad se estaba quedando atrás en la transformación digital, que tenía margen para mejorar su gestión y gobierno corporativo, y, sobre todo, que necesitaba elevar su solvencia. «En 100 días, hicimos la mayor ampliación de capital que se había hecho en Europa (7.500 millones en enero de 2015), cambiamos a gran parte del equipo y del consejo, y, lo más importante, marcamos una visión y una estrategia donde dijimos que queríamos hacer las cosas de manera diferente«, apuntó la banquera en el citado vídeo.
Cronología de la presencia de Ana Botín en Banco Santander. / ‘activos’
Ocho años de travesía
La travesía no ha sido fácil, como reconoció la propia Botín el pasado septiembre: «Nos ha tomado siete u ocho años empezar a dar resultados en línea con todo esto que hemos construido y por eso llevamos dos años en que la acción ha mejorado casi un 60%». La ejecutiva, así, tuvo que recortar sustancialmente el dividendo nada más llegar para recapitalizar internamente el banco y durante años ha remunerado al accionista menos que sus competidores, lo que penalizó a la acción. Además, ha tenido que destinar ingentes recursos a su transformación en plena era de caída de ingresos por los tipos bajos. Y entremedias ha tenido complicaciones inesperadas, como una digestión más pesada de lo previsto del Popular, el competidor español que compró en 2017 por un euro tras la intervención de la entidad por las autoridades europeas y que le obligó a ampliar capital en 7.072 millones para sanearlo.
En los últimos años, además, se instaló el mantra en el mercado de que las partes del Santander (tiene presencia relevante en 10 países) valían más por separado que juntas. Es decir, que el grupo no les aportaba un valor adicional, sino que lo destruía. Así, ha habido dudas entre inversores y analistas sobre el negocio de algunas de sus filiales más relevantes, como Brasil, e informes (y rumores más o menos intencionados) sobre la conveniencia de que vendiera otras, como las de Estados Unidos o más recientemente el Reino Unido. En esta línea ha incidido especialmente el medio británico ‘Financial Times’, que publicó un artículo un día antes de la última publicación de los resultados significativamente titulado: «¿La salida del Reino Unido ayudaría a darle sentido al extenso imperio del Santander?», seguido al día siguiente por otro bautizado como «El gran y arriesgado sueño americano del Santander».
La entidad cambió la organización para desmentir que sus negocios valieran más por separado que integrados
Con algunas de esas ventas, se ha venido argumentado, el banco podría incrementar el pago a los accionistas, reforzar su solvencia e invertir en negocios más rentables, como hizo el BBVA tras vender su filial estadounidense a finales de 2020. Pero Botín se ha negado siempre a ello pública y tajantemente. Además, para convencer al mercado del valor del grupo, revolucionó la estructura de la entidad entre 2015 y 2023, dejando de organizar el banco por áreas geográficas (Europa, Norteamérica y Sudamérica) para hacerlo en torno a cinco grandes áreas globales: banca minorista y comercial; banco digital de consumo; pagos; banca corporativa y de inversión; y gestión de activos y seguros. «La premisa de mi visión ONE Santander es que la suma de todos los negocios y países del grupo es mayor que el valor de cada negocio y país individual, visión en la que trabajamos desde mi primer día», proclamó la presidenta durante la junta de accionistas celebrada el año pasado.
Plataformas globales
El objetivo era que cada una de estas áreas implantasen un modelo operativo y unas plataformas tecnológicas comunes en todos los países donde el banco tiene presencia para reducir los gastos (sinergias internas al compartir costes) y aumentar los ingresos (mediante la mayor digitalización y el mejor diseño de productos y servicios). De momento, la migración a la plataforma central de banca global en varios mercados ha generado ahorros de 452 millones de euros desde diciembre de 2022. Paralelamente, el banco está reduciendo y simplificando su cartera de productos (-48% en dos años) e incrementando los que están disponibles digitalmente (ya el 62% del total).
Morgan Stanley afirma que «el viaje de acumulación de capital del Santander parece llegar a su fin después de 15 años»
Fruto de todo ello (y de relevantes vientos de cola como las subidas de los tipos oficiales), el Santander ha logrado mejorar notablemente su rentabilidad, otro de sus talones de Aquiles hace una década junto al capital. El rendimiento sobre el capital tangible ha mejorado del 11% de 2014 al 16,3% del año pasado. De hecho, los activos que le ofrecen un retorno que supera el coste de capital (aquel que le exigen los inversores) han pasado de representar algo menos del 30% del total hace una década al actual 87%. Y ello en un balance que ha crecido un 46,5%, desde los 1,2 a los 1,8 billones de euros.
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«Los números demuestran que cada año lo estamos haciendo mejor, es decir, que el modelo está funcionando. Ganamos más, la rentabilidad mejora, hemos estado subiendo el capital, incluyendo este año, y así todo, hemos sido capaces de invertir para el futuro. Hay bancos que deciden repartir todo porque no tienen perspectivas de crecimiento», lanzó con intención Botín durante la presentación de las cuentas de 2024.
La estrategia parece haber comenzado a rendir frutos en los últimos dos ejercicios vista la evolución de la acción, y especialmente tras los últimos resultados, como demuestran los informes que han publicado los analistas. «El viaje de acumulación de capital del Santander parece estar llegando a su fin después de más de 15 años, permitiendo un incremento de la distribución (de capital a los accionistas, en referencia a la recompra de 10.000 millones en dos años). Creemos que esto moverá el foco de atención hacia los resultados del banco, que están infravalorados», acertó a resumir Morgan Stanley en un documento significativamente titulado Un momento clave. En una línea similar se pronunciaron firmas como Barclays, Jefferies, Bank of America, Deutsche Bank, JP Morgan y UBS. La gran duda es si -o cuándo- la acción terminará de recoger todo este cambio de sentimiento o surgirán nuevos obstáculos por el camino que lo impidan.
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