¿La economía española tiene bases sólidas o pies de barro?
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Una de las certezas que dejó 2024 es que la economía española, en un momento marcado por las tensiones geopolíticas, avanzaba a gran ritmo. La prueba de su colocación como una locomotora engrasada la dejó, entre otras, una entidad como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la misma que en su última estimación señaló que España sería el país que más crecería tanto en 2024 -cerrando con un alza del 3%- como en un 2025 para el que estimaba un auge del 2,3%. Un contraste claro, además, con el 0,8% y 1,3% de crecimiento que el organismo estimaba para 2024 y 2025, respectivamente, en la zona euro. Sin embargo, una vez se supera el siempre llamativo dato macroeconómico, una duda surge en el horizonte. Y esa no es otra que si este progreso tiene bases sólidas para seguir avanzando o, más bien, unos pies de barro cuya fragilidad acabará con una caída como la vivida en épocas no tan lejanas. Y más en un momento marcado por unos ataques arancelarios de Donald Trump que amenazan con hacer temblar los cimientos económicos.
Y es que, a la espera de posibles efectos, el análisis del futuro español pasa ineludiblemente por entender cómo se ha llegado a su presente. Para Matilde Mas, directora de Proyectos Internacionales del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), el actual contexto al alza no puede resultar de debilidad si se tiene en cuenta que «la gran mayoría de los organismos apuntan a que en 2025 y 2026 el crecimiento en España se mantendrá a buen ritmo y superará a la mayoría de los países desarrollados».
Reformas poscrisis
Tras este hecho, la experta pone un primer foco en las reformas que se tomaron tras la crisis financiera de 2008, como la del sistema financiero y las laborales acometidas en 2012 y 2021 por los gobiernos de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. «La primera flexibilizó el mercado abaratando el despido y la segunda ha reducido la temporalidad, con la consiguiente mejora de la eficiencia», explica Mas, que pone en valor también otros elementos para construir ese crecimiento como la mejora de la competitividad en las empresas españolas más dinámicas, las medidas sufragadas con fondos europeos que apuestan «por la digitalización y la transición verde» y la menor exposición al cierre del grifo del gas ruso al ser el país «una potencia en energías renovables». Todo ello sumado al impulso que, en el pasado más inmediato, han dado «el consumo, el gasto exterior, el turismo y el gasto público».
Una sucesión de factores que, sin embargo, para otros expertos pueden evocar fantasmas del pasado. Así lo perfila el profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia (UV), Vicente Pallardó, que teme que en el crecimiento actual «estemos repitiendo lo que sucedió a principios de siglo, pero, en vez de con la construcción, ahora es el turismo y la inmigración». «El crecimiento es puro de cantidad y muy poco de calidad», enfatiza.
Es una visión que comparte José Carlos Díez, profesor de Economía de la Universidad de Alcalá, quien, pese a considerar que «vamos a seguir creciendo mientras tengamos un tipo de interés tan bajo», remarca que el paso clave debería ser hoy el de «aumentar en productividad y en salarios. Y eso España nunca lo ha hecho bien». «En la fase expansiva del ciclo económico los países aumentan la productividad, pero nosotros no. Y cuando llega la recesión, para ajustar la desviación, tenemos que hacer una destrucción de empleo brutal», añade antes de apuntar que en esta ocasión «no estamos haciendo nada para cambiar» ese contexto y «se está creciendo con desequilibrios».
El turismo, en el foco
Porque, si en algo coinciden los tres expertos a la hora de analizar el actual momento económico de España, ese es en el papel que está teniendo el turismo y sus efectos, entre ellos la atracción de una inmigración que tiene en este boom una de las «razones» de su aumento. Como explica Mas, este es un sector donde «aproximadamente la cuarta parte de los trabajadores» vienen de fuera y que «ha empujado decisivamente al crecimiento, pero esto tiene sus riesgos al fomentar un crecimiento basado en el trabajo poco cualificado en lugar de en la mejora de la productividad». Visión en la que la experta echa en falta «la llegada de trabajadores con mayores niveles de cualificación», ya que España «tiene serias dificultades para atraer y retener talento».
Sobre este mismo punto, Pallardó destaca que «el sector turístico debe tener un peso significativo» en el avance nacional, «pero solo una economía de turismo nos lleva al desastre». De ahí que apunte a la necesidad de dar un «giro a nuestro modelo productivo» y a ese factor clave como es la productividad.
No en vano, pese a que la crisis de 2013 y sus reformas -sumada a la llegada de los fondos europeos- han «cambiado la tendencia», Mas recuerda que España sigue junto a Italia y Portugal ocupando «las últimas posiciones» en lo que a productividad se refiere. Las causas están, entre otras, en la especialización de su economía en sectores «más tradicionales con menor penetración de la digitalización»; un bajo peso del I+D y otros activos intangibles dentro de las firmas; «un sistema educativo alejado de las demandas y necesidades del sistema productivo» y «pocos incentivos a la creatividad y la innovación».
Dada esta situación, Díez remarca que el momento actual «deberíamos estar aprovechándolo para generar empleo de calidad y buenos salarios«. En esta visión, el profesor de la Universidad de Alcalá apunta que la Administración debería estar centrada en «desarrollar red eléctrica, conexiones y suelo industrial». «Debería ser tu prioridad. Y no hace falta ir a modelos sofisticados, de alta tecnología. Aunque si ya entramos en esos otros modelos, ideal», añade sobre una «oportunidad» que también ve Pallardó, quien señala a los objetivos que ha marcado tanto para España como para Europa el informe elaborado por Mario Draghi, expresidente del Banco Central Europeo.
«Hay que avanzar en todos los sectores ligados a las nuevas tecnologías: la inteligencia artificial, los semiconductores, la ingeniería genética, la biotecnología, las renovables, etcétera». Y el tiempo para todo esto, argumenta, «nos lo está comprando el turismo».
Papel del Estado
Pero no solo el empuje de determinados sectores ha sido clave para que la economía viva un periodo al alza. Porque otro pilar, el de la demanda interna, mira en una dirección: la del Estado. Como destaca el profesor de la Universidad de Valencia, desde Madrid se está «sosteniendo» este elemento con «subsidios y apoyos» y no se está «buscando el cambio estructural de la economía, que es lo que hace falta mirando al futuro a medio y largo plazo». Ingresos que, avisa Pallardó, vienen de unos fondos europeos «que no van a ser para siempre» y de unos impuestos más altos que «tienen un límite de subida claro».
Este hecho cobra especial importancia si se tiene en cuenta que España vive un contexto marcado por el mayor gasto en pensiones de su historia -este 2025 se ha superado la barrera de los 13.000 millones de euros mensuales- y una deuda pública que «tenemos mucho más alta» que la que teníamos a inicios de siglo.
Asimismo, el gasto público, la mayoría -recuerda Díez- gestionado por las comunidades autónomas, «está creciendo el doble de lo que nos habíamos comprometido con Europa«, critica el experto, que cree que se debería estar apostando por «contener» ese gasto y reducir la deuda. Una visión que coincide con la de Mas, que ve tanto la «debilidad de las finanzas públicas» como el «incumplimiento de las reglas fiscales» como dos de los riesgos más preocupantes actualmente para España.
Escenario geopolítico
No es, sin embargo, el único peligro. Más allá de la «ausencia de diálogo entre Gobierno y oposición» y de cómo evolucione la situación en Oriente Próximo y Ucrania, en el presente y futuro más cercano se perfila otra amenaza en la figura de Donald Trump y su ofensiva arancelaria con la que o solo ha señalado a México, Canadá y China, sino también a otros actores mundiales como la UE a través de medidas como elevar al 25 % las tarifas aduaneras al acero y el aluminio que llegue a EEUU de «todo el mundo» o su anuncio de que aplicará «aranceles recíprocos» como contestación al IVA.
Un golpe, que podría replicarse en sectores ya en alerta -como el automóvil, el agroalimentario y el farmacéutico-, que, explica Pallardó, tendrá impacto en la economía española, que «ineludiblemente va a reducir alguna décima su crecimiento y eso es algo que puede ser dañino para las empresas». No obstante, Díez advierte de que la política del presidente estadounidense de querer «bajar los impuestos y aumentar el gasto» puede acabar generando «una crisis del dólar y una crisis financiera global» que «a nosotros nos afectaría mucho porque tenemos mucha dependencia de la deuda pública, que es nuestra gran vulnerabilidad».
Pero no todo son malas noticias al respecto. Porque ambos expertos ven en esa amenaza estadounidense -y una contestación en los mismos términos desde Bruselas- una posibilidad para «reforzar Europa». «Si no nos interesa depender de Trump, hay que apostar aquí», destaca Pallardó. Una visión que también comparte Díez, que cree que si hay que «desviar la producción y hacer nearshoring [mover servicios o producciones a ubicaciones más cercanas geográficamente]Las «fábricas» se pondrán en España y Portugal porque la energía es más barata. «
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