Los grupos armados del norte de Mali se suman a la fiebre del oro
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Kanka Musa fue uno de los hombres más ricos del mundo, era el rey del imperio de Mali en el siglo XIV. Cuentan los historiadores que cuando hizo el peregrinaje a la Meca se fue cargado de oro que fue regalando durante el camino. Tal fue la cantidad que desembolsó, especialmente en Egipto, que devaluó su valor. Este mineral fue uno de los motivos del nacimiento y caída de los grandes imperios en el oeste del continente africano. En el presente, el oro sigue trazando los equilibrios de poder en Mali. Aunque tradicionalmente las grandes minas están en el sur del país, varios grupos armados del norte también se han sumado a la fiebre del oro y explotan informalmente este mineral.
Según el Ministerio de Minas, el país cuenta con 800 toneladas de oro y está en el podium africano, solo por detrás de Ghana y Sudáfrica. «El oro es, con diferencia, la exportación más importante de Mali, con más del 80% del total en 2023″, según el departamento de Comercio de EEUU. Aunque más allá de las cifras oficiales y de las empresas que explotan este mineral gracias a contratos con las autoridades, existe todo un mercado paralelo del que no hay casi datos. Minas artesanales de las que se extraen grandes cantidades, que después son sacadas del país en avión con el objetivo de «blanquearlo».
Grupos armados y criminales, como JNIM (rama de Al Qaeda) o los independentistas tuaregs, están usando esta actividad para financiarse. «Además de los tráficos de drogas, personas y armas, hay una nueva agenda económica para estos grupos armados que es la explotación del oro de manera informal», explica Bea Mesa, investigadora y autora del libro El fracaso de Occidente en África (Almuzara). «Funciona como cualquier otra empresa, estas comunidades árabes y tuaregs no tienen conocimientos en la explotación del oro, lo que hacen es contratar mano de obra sudanesa, que tienen más experiencia en la extracción», explica la experta.
En guerra por el territorio pero en connivencia por el oro
«Aunque la explotación del oro es informal, la comercialización del mineral es más formal», relata Mesa. «Este oro lo cargan en camiones y sale de Mali por el aeropuerto de Bamako, la capital del país». Explica que estas actividades se hacen con el conocimiento y el acuerdo del Gobierno del país. Algo que puede parecer incongruente, porque entre estos actores hay una guerra abierta por el control del territorio en el norte de Mali.
«El Estado es un actor que participa directa o indirectamente de la explotación informal de este oro a través de sus aliados y autoridades locales en el norte del país, que están al corriente de esta extracción y a la vez tienen contactos con los grupos armados opositores». El dinero fluye, son actividades que permiten a estos grupos criminales y actores estatales financiarse. «Cuando se trata de dinero siempre hay un actor que va a colaborar incluso con el enemigo, esto siempre ha pasado en Mali. Por un lado, estamos haciendo la guerra, pero por otro podemos colaborar en el tráfico o explotación del oro».
Una vez extraído, el oro sale del país en aviones privados. Los árabes del norte de Mali tienen muy buenos contactos con Emiratos Árabes Unidos y otros países de Oriente Próximo. «Son los compradores de este oro y los grupos armados firman contratos directamente con ellos», relata Mesa. Dubai se ha convertido en uno de los grandes centros de «blanqueamiento» de oro extraído de manera informal, algo que también aporta grandes beneficios económicos al régimen emiratí.
Moneda de cambio para Wagner
Actualmente, no hay constancia conflictos entre estos grupos que explotan informalmente el oro por el control de las minas. «No estamos en este nivel«, apunta Mesa. Aunque estos últimos años, los enfrentamientos entre los grupos armados opositores del norte y el Ejército maliense, apoyado por Wagner, se han recrudecido. En febrero de 2024, Wagner y al Ejército maliense tomaron la mina de Intahaka, en el norte del país. Una zona que no controlaban en el pasado y que estaba bajo el control de los grupos tuaregs. El año anterior, este grupo ya se había hecho con tres minas en el sur de la capital: en Balandougou, Koyoko y en Yanfolila, según explica la Africa Defense Forum, una revista de la sección africana del Ejército de EEUU.
«Los Wagner se autofinancian con el oro maliense, a través de la explotación que hacen ellos mismos de las minas», explica Mesa. Una fiebre amarilla que llena las arcas del Kremlin. Según Blood Gold Report (Informe sobre el Oro Sangriento), «el oro extraído de los países africanos y lavado en los mercados internacionales proporciona miles de millones de ingresos a Rusia«. Según este informe, «Wagner y Rusia han ganado más de 2.500 millones de dólares con oro sangriento desde la invasión a gran escala de Ucrania en febrero de 2022″. Este grupo de mercenarios se ha convertido en un pilar para las Fuerzas Armadas Malienses en sus operaciones en el norte del país, especialmente tras la retirada del «jército francés del país en 2022 a petición de las autoridades.
Una actividad peligrosa
«La minería de oro implica crear pozos de una gran profundidad, de incluso 9 o 10 metros, por su tamaño muchas veces se utilizan niños, que se pueden meter por túneles más estrechos. Es una actividad muy peligrosa. También es habitual que los mineros utilicen analgésicos para soportar la dureza del trabajo», explica Jesús García-Luengos, consultor e investigador, experto en recursos naturales en África. A principios del pasado año, más de 70 personas murieron por el colapso de una de las galerías de una mina de oro informal en el suroeste del país, uno de los peores accidentes registrados recientemente.
Aunque el peligro no solo está en las galerías bajo tierra, también en el refinamiento: «Para separar el oro de la roca, se usa mercurio, algo que provoca la contaminación de acuíferos y ríos, y enfermedades como el cáncer, porque las personas trabajan sin protección», describe. Otro daño colateral es que hay continuos accidentes de personas o ganado que caen en los pozos, especialmente en las minas abandonadas y cuando son las épocas de lluvia. A pesar de los peligros, muchas familias dependen de la extracción. «A veces percibimos estas actividades como criminales, pero para muchas comunidades, que sacan oro de las minas artesanales, es un sustento de vida que supone un empujón importante para subsistir», explica García-Luengos.
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