el peligro real para Europa de un Putin arropado por Trump
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Aquello tenía la apariencia de un ataque híbrido casi realizado con alevosía y nocturnidad, que además desprendía una inquietante percepción de impunidad por parte de sus autores. A mediados de noviembre, en dos días consecutivos, el buque granelero ‘Yi Peng 3’, de 225 metros de eslora presuntamente cortó con su ancla dos cables de comunicación submarina en el mar Báltico. Las sospechas de los servicios de inteligencia occidentales apuntaban a una acción ‘teledirigida’ por agentes rusos para dañar la infraestructura empleando el ancla.
Tras un mes de toma y daca, el navío pudo retomar la navegación hacia Asia Oriental, después de que las autoridades chinas autorizaran que fuera abordado por inspectores de Alemania, Suecia, Dinamarca y Finlandia, los países concernidos. Pero la repetición de estos incidentes marítimos permite entrever una inquietante tendencia, ahora que la nueva Administración estadounidense de Donald Trump ha dado a entender a Europa su escaso interés en participar en la seguridad del continente. «No creo que Rusia vaya a invadir Europa, pero las posibilidades de una guerra no convencional o híbrida son elevadas», asegura a EL PERIÓDICO desde el Reino Unido John Foreman, exagregado de Defensa en las embajadas del Reino Unido en Moscú y Kiev.
De acuerdo con cifras proporcionadas por la Universidad de Leiden, en Holanda, durante el año 2024 se ha constatado un significativo incremento de los ataques híbridos en Europa, pasando de 13 en el ejercicio anterior a 44 en el actual. Unas actividades malignas que engloban un amplio espectro de hostilidades, desde un incendio en un centro comercial de Varsovia al asesinato en España de Maksim Kuznetsov, un piloto de aviación ruso que había desertado a Ucrania, instalándose en la costa alicantina. Según la publicación ‘The Parliament Magazine’, desde 2022 han sido contabilizados un total de 56 actos de sabotaje atribuidos a Rusia. Uno de los más incidentes más sonados, por sus enormes implicaciones políticas, ha sido la operación de interferencia electoral en Rumanía, un estratégico Estado miembro de la OTAN cercano a los frentes bélicos de Ucrania, en favor del candidato ultra prorruso Colin Georgescu, cuyo descubrimiento acabó forzando la cancelación de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y su repetición por el Tribunal Constitucional.
Un eventual armisticio o cese de las hostilidades en Ucrania no modificará sustancialmente la realidad geopolítica en los años a venir. Europa, y no únicamente la Unión Europea, sino el continente en su conjunto, incluyendo a países neutrales como Suiza o fuera del club comunitario, como el Reino Unido, va a tener que afrontar en los próximos años los embates de una potencia abiertamente hostil instalada en su frontera oriental del continente, con un sofisticado aparato propagandístico, y unos servicios secretos que en número de efectivos superan ampliamente los de los aliados europeos. Precisamente, en un discurso pronunciado este jueves ante la dirección del Servicio Federal de Seguridad (FSB, una de las ramas en que fue dividido el antiguo KGB) el presidente Vladímir Putin ha instado a su diplomacia y a sus servicios secretos a incrementar dichos ataques en Europa y emplear «todos los medios» a su alcance para «desbaratar» lo que calificó de tentativas de sabotear el acercamiento entre Rusia y EEUU de parte de terceros países, una velada alusión al continente europeo.
Todo el continente
En opinión de Foreman, los ataques híbridos tendrán lugar en todo el territorio continental, y ni siquiera países alejados de las líneas de frente en Ucrania, como puedan ser la Península Ibérica o Europa Occidental, podrán sentirse en relativa seguridad. «Nadie es inmune, ni puede decir que no es su problema… el Kremlin es incapaz de mantener una relación sana con Europa; considera al continente y a los valores que representa una amenaza existencial al putinismo y a sus valores conservadores», subraya el académico británico. Los métodos que se emplearán abarcan un amplio elenco, y muchos de ellos son conocidos. «Sabotajes, ciberataques, campañas de desinformación, financiación de organizaciones extremistas…», enumera.
Para esta situación, hay países mejor preparados y estados que son percibidos como un objetivo fácil para los agentes de influencia de Rusia o sus propagandistas. En concreto, Foreman menciona a Alemania y a Austria, después de comprobar en un informe que son los propios rusos quienes consideran a ambos países como un objetivo «fácil». En el caso austriaco, recuerda que Viena ha sido históricamente un «centro de espionaje», mientras que la relativa debilidad alemana frente a los embates del Kremlin tiene su origen en razones históricas. En concreto, en la tradicional actitud de los gobiernos alemanes, sean del color político que sean y epecialmente patente durante la Guerra Fría del siglo XX, de mantener los puentes políticos y económicos abiertos con Moscú. Ello podría cambiar próximamente, ya que quien probablemente se erigirá como el nuevo canciller de Alemania, el conservador Friedrich Merz, ha mostrado en sus intervenciones en la campaña y posteriormente tras la victoria electoral un inusitado todo de dureza respecto a Putin y al entorno de Donald Trump, como el magnate Elon Musk, a quien acusó de haber tratado de interferir en las recientes elecciones alemanas.
La dispersa y poco comprometida actitud de Trump respecto a Ucrania en particular y a Europa en general está teniendo otro efecto colateral: acercar al Reino Unido a los aliados europeos, tras la crisis originada por el Brexit. Foreman es partidario que cualquier paso para fortalecer la cooperación militar entre su país y el continente debe materializarse mediante tratados bilaterales con los estados, más que con la mediación de la Comisión Europea.
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