Se han cumplido cinco años de la designación de la covid por parte de la OMS como emergencia sanitaria de trascendencia internacional y como pandemia. Transcurrido este lustro surge la pregunta de si podría repetirse una pandemia severa y la respuesta es que sí, que el riesgo existe, está presente y que deberíamos estar mejor preparados para enfrentarlo.
Una nueva pandemia no necesariamente tiene que estar desatada por un agente infeccioso hasta ahora desconocido, como fue el caso del SARS COV2 y la pandemia de covid. Hay numerosos saltos a humanos de agentes infecciosos animales y ello ha desatado múltiples incidentes epidémicos y pandémicos en las últimas décadas. VIH, ébola, SARS, MERS, COVID, fiebre de Marburgo, MPOX, gripe aviar y gripe porcina. Además, el impacto del cambio climático en la reactivación o aparición de agentes infecciosos de alto riesgo no debe ser minimizado.
La espada de Damocles más cercana en estos momentos es una posible pandemia de gripe aviar. Hay una alta incidencia en aves salvajes, alta presencia en aves domésticas, salto a mamíferos, especialmente visones y ganado bovino, numerosos casos en humanos, especialmente en EEUU. Estamos cerca de que se produzca una mutación que favorezca la transmisión entre humanos.
El riesgo pandémico valorado con criterios epidemiológicos no puede ni debe ser minimizado. Es imperativo adoptar una planificación proactiva y el desarrollo de medidas de prevención y control en previsión de futuras amenazas para la salud pública.
Lamentablemente no hemos aprendido lo suficiente de la terrible experiencia de la pandemia de covid que nos dejó heridas profundas y múltiples lecciones que no hemos internalizado plenamente para mejorar la capacidad de responder a nuevas pandemias en el futuro.
El sistema de preparación y respuesta pandémica, tanto a nivel de los países como en su dimensión internacional ha resultado insuficiente para proteger a las personas frente a amenazas como la covid-19. En su forma actual no cumple con el objetivo de garantizar una seguridad sanitaria mundial ni de asegurar la seguridad humana esencial.
Se tardó demasiado tiempo entre la notificación de los primeros casos en China del país donde aparecieron y en la declaración de Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional por parte de la OMS, según lo establecido por el Reglamento Sanitario Internacional (RSI). No se contó con suficiente capacidad anticipatoria y se perdió un tiempo fundamental para detener el avance de la entonces emergente epidemia de covid-19. Además, durante febrero del 2020, numerosos países no atendieron a las recomendaciones internacionales y no tomaron las medidas adecuadas para detener el avance de la enfermedad lo que facilitó su propagación. A todas luces las reacciones iniciales no estuvieron a la altura de los hechos: los mecanismos internacionales de coordinación y acción para limitar el movimiento de personas fueron insuficientes y poco convergentes.
El que el Reglamento Sanitario Internacional tenga las limitaciones que le impone el no poder ir más allá de las soberanías nacionales para permitir que la OMS actúe en este tipo de situaciones con la celeridad derivada de una lógica de autoridad sanitaria mundial, ha supuesto una limitación fundamental y por ello necesita ser mejorado.
Ha quedado muy claro que es necesario desarrollar la capacidad institucional tanto mundial como a nivel nacional, regional y local dentro de los países para sistemas de preparación y respuesta ante emergencias de múltiples peligros, incluidas las epidemias y pandemias.
Este es un proceso que supone el desarrollo de capacidades, la sostenibilidad financiera y el fortalecimiento de la infraestructura. Los sistemas nacionales e internacionales de preparativos y respuestas ante pandemias estaban sub financiados. Las inequidades entre los países (y dentro cada país) se profundizaron a lo largo de la pandemia. La distribución mundial de vacunas ha sido a todas luces injusta y no ha respondido a objetivos estratégicos de salud pública.
La espada de Damocles más cercana en estos momentos es una posible pandemia de gripe aviar. Estamos cerca de que se produzca una mutación que favorezca la transmisión entre humanos
Los especialistas deben continuar llevando a cabo evaluaciones de riesgos basadas en los datos y métodos disponibles para identificar los factores de riesgo y/o estudiar sus efectos y consecuencias. Si bien hemos entrado en un período menos severo de la pandemia de covid-19, la historia nos dice que debemos seguir vigilantes tanto ante la aparición de una nueva variante de la covid-19 que pueda incrementar el riesgo, como ante la posibilidad de una nueva enfermedad infecciosa.
¿Estamos ahora más preparados que entonces para combatir una nueva pandemia? La respuesta corta es no suficientemente.
En un mundo globalizado, donde el trasiego de personas es enorme, una epidemia severa se extiende a una velocidad inimaginable. Ello requiere acciones drásticas para contener su diseminación, tanto más eficaces cuanto más tempranas.
Necesitamos tener más capacidad anticipatoria, más instrumentos jurídicos de carácter vinculante, mejor preparación pandémica, mejores planes de contingencia y una mejor gobernanza internacional, regional y nacional para este tipo de situaciones.
Ninguna comunidad autónoma, ningún país, ningún continente son una isla en términos epidémicos ante una pandemia de alcance mundial que genera muertes y produce un elevado número de contagios. En el Mundo, en Europa y en España el riesgo pandémico persiste y no podemos soslayar la necesidad de trabajar en una mayor preparación pandémica.
Al abandonar los Estados Unidos de América (EEUU) la Organización Mundial de la Salud (OMS) por una decisión obstinada y dañina de Trump, y al hacerlo luego Argentina en una miope y triste imitación de Milei, se ha producido un fuerte golpe a los esfuerzos internacionales en materia de salud y se ha minado la gobernanza sanitaria mundial., dando la espalda a una construcción de 77 años de cooperación sanitaria entre países que busca, entre otras cosas, garantizar una seguridad sanitaria mundial que nos proteja colectivamente de amenazas y riesgos para la salud. Si se llegase a producir una nueva pandemia tendremos un serio problema de incoordinación mundial para garantizar la acción conjunta en materia de alerta y respuesta que permita mitigar y superar una emergencia sanitaria de tal naturaleza.
Los mecanismos multilaterales que garanticen la seguridad sanitaria mundial como un bien público global deben ser reforzados. Se requieren instrumentos y medios para hacerlo posible, desde sistemas de alerta y respuesta epidemiológica fiables, hasta la garantía del acceso universal a las vacunas y a otros insumos (pruebas diagnósticas, equipos de protección, equipos médicos y medicamentos). La única forma de lograr que estos instrumentos y medios sean realmente eficaces es que se apliquen y se distribuyan con criterios de equidad, es decir, que se conviertan en bienes globales de salud pública y dejen de ser bienes privativos sujetos a reglas de mercado o a lógicas nacionales de autoprotección. El control final de una pandemia dependerá de que todos en todas partes podamos acceder a la protección necesaria y podamos ser beneficiarios de mecanismos que garanticen la seguridad sanitaria mundial.
Hay que plantear propuestas que pongan prioridad en la recuperación del sistema sanitario. Hay que fortalecer las áreas que tienen debilidades estructurales puestas de relieve por la pandemia, como la salud pública, la atención primaria y la salud mental. Se requiere con urgencia el fortalecimiento y la consolidación de los servicios, los recursos humanos y las infraestructuras de salud pública en todas las CCAA. La atención a las personas que viven en residencias y la coordinación con los servicios sociales habrá de ser también reforzada. Deberá asimismo reforzarse la capacidad diagnóstica y la intervención temprana en el síndrome post-covid y en materia de salud mental.
Hay que invertir más en recursos humanos, tecnológicos y organizativos dedicados a la preparación pandémica, a la prevención, a la capacidad de respuesta temprana y eficaz y a la anticipación de emergencias sanitarias nacionales e internacionales. Hay que contar con los marcos jurídicos apropiados para evitar que la judicialización excesiva revierta las medidas eficaces que se adoptan en materia de salud pública. Hay que garantizar un proceso de gobernanza coordinado que lleve a la acción unificada y que no sea secuestrado por la polarización política que hace de los temas de salud pública armas arrojadizas en vez de elementos unificadores.
Los responsables autonómicos, nacionales, europeos y mundiales de la formulación de políticas de salud pública deben basar sus decisiones y planes de acción en fundamentos que tengan base científica, para analizar y monitorear la magnitud del riesgo de propagación de nuevas enfermedades infecciosas que puedan surgir en el futuro y para incrementar la preparación pandémica Ojalá aprendamos las lecciones, evitemos los alegatos estériles y tengamos la altura de miras para tomarnos en serio las lecciones de la pandemia, para reconocer la existencia del riesgo y para seguir trabajando con paciencia y humildad, a fin de superar los desafíos que habremos de afrontar en los próximos años.
Suscríbete para continuar leyendo