Los cambios de hábitos y las malas cosechas abocan al sector del vino a una crisis mundial
Tres años consecutivos de malas cosechas por culpa de la sequía han acabado de dar la estocada a un sector, el vinícola, que lleva ya tiempo necesitado de cambios. El último toque de atención llegó hace solo unos días, cuando la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) dio a conocer los datos de 2024, en los que se confirma que el consumo mundial de este producto se redujo por tercer año seguido, hasta alcanzar niveles que no se veían desde 1961.
Las causas son fundamentalmente tres: el cambio climático (que además de la ya citada sequía también trae inundaciones y tormentas de pedrisco cada vez más recurrentes), la incertidumbre geopolítica con los aranceles como principal amenaza, y, posiblemente lo que ahora mismo más preocupa a los productores, un cambio de hábitos de los consumidores, especialmente de los públicos más jóvenes, que ha dejado de ser coyuntural.
La industria del vino, motor económico de tantos territorios en la España vaciada (y en la no vaciada también), ha empezado a reaccionar y lo ha hecho diversificando en viñas y en productos. Se están elaborando ya caldos sin alcohol o de baja graduación, se están plantando cepas para vinos blancos y las denominaciones de origen han reforzado sus propuestas de enoturismo para dar más valor añadido a los vinos y ofrecer posibilidades de ingresos adicionales a los productores.
En las previsiones de cosecha presentadas el pasado miércoles a las organizaciones del sector por la directora general de Producciones y Mercados Agrarios del Ministerio de Agricultura, Elena Busutil, se pone ya en evidencia «una mayor participación del mosto en los parámetros de producción y de existencias». Lo que confirma que, efectivamente, las producciones 0,0%, que hasta ahora han sido casi irrelevantes, van cobrando peso.
Cambio de patrón
Y es que lo que más preocupa no es que haya un número inferior de consumidores de vino, sino que, según han detectado los expertos de la OIV, lo que se está produciendo es un cambio en los patrones de consumo, tanto en la frecuencia como en la cantidad. «Cada vez hay más consumidores interesados en la moderación como opción de estilo de vida, en beneficio de la salud y el bienestar», constata la organización en su informe anual.
A ello se ha sumado la reciente tendencia a socializar sin alcohol, un hábito que ha atraído a muchos consumidores, sobre todo jóvenes. «Somos conscientes de que hay que ofrecer productos que se adapten a los tiempos y a las nuevas necesidades de estos consumidores», explicaba esta misma semana Montserrat Caelles, directora comercial de Miró Vermouth, en la presentación al público de su primer vermut sin alcohol, el Miró Zero.
La caída mundial del consumo fue el año pasado generalizada, según la OIV, pero los datos en los dos principales mercados del vino, Estados Unidos y Francia, fueron superiores a la media. Eso se notó en las exportaciones españolas, que en 2024 experimentaron un importante varapalo. «El descenso en el volumen exportado fue del 20% hasta noviembre, aunque en términos de valor la disminución fue bastante inferior, de en torno al 1%», indicaba el pasado enero María Naranjo, directora del área de Industria Alimentaria en el Instituto de Comercio Exterior (ICEX), con motivo de la Barcelona Wine Week. De hecho, España es uno de los países en los que el consumo de vino se mantiene relativamente estable desde 2006, cuando cayó a raíz de la implantación del carnet de conducir por puntos.
Las bodegas empiezan a ajustar plantillas
Aunque los últimos datos de avance de la campaña 2024-2025 apuntan a que la producción de vino y mosto alcanzará los 36,8 millones de hectolitros, lo que supondría un incremento del 15% con respecto a la del año pasado, las bodegas siguen acusando el impacto económico de la sequía, que les supuso una merma de producción y, por tanto, de ventas. Algunas, como Freixenet han anunciado recientemente un expediente de regulación de empleo (ere) para despedir a hasta 180 empleados, un 24% de su plantilla. El fabricante de cava alega razones climatológicas, pero admite también que ha habido un «cambio fundamental en la dinámica del mercado que requiere que la compañía tome medidas urgentes para garantizar el desarrollo sostenible del negocio en el futuro».
Los ajustes no solo se están acometiendo en España. El grupo francés LVMH comunicó a principios de este mes de mayo que reducirá el número de empleados en Moët Hennessy, su filial de vinos y bebidas espirituosas con marcas de champán tan reconocidas como Moët Chandon, Dom Pérignon, Veuve Clicquot o Krug. La medida, que afectaría al 10% de la plantilla mundial, entre 1.000 y 1.200 puestos de trabajo, se adopta, según admitió su consejero delegado, Alexandre Arnault, por la bajada de ventas que atraviesa, con una caída del 11% en la facturación anual, que atribuye también al cambio de hábitos de consumo de las generaciones más jóvenes.
¿Hay que arrancar viñas, como piden los agricultores?
Desde el campo, son cada vez más las voces que reclaman el Gobierno un plan de ayudas que les permita arrancar aquellas vides menos rentables para sustituirlas por nuevas variedades más en boga, pero parece que el Ministerio de Agricultura, que es el que debería poner en marcha esas subvenciones, no encuentra justificada la medida que apoyan casi todas las organizaciones agrarias, siguiendo el ejemplo de lo que se está haciendo en la región francesa de Burdeos. «Si bien hay algunas comunidades o algunas denominaciones de origen con problemas, esta no es una solución que se deba trasladar a todo el sector», ha proclamado en más de una ocasión el ministro Luis Planas.
Lo que ha hecho el ministerio, que ve que, pese a la recuperación de la cosecha de este año, la producción será todavía un 6% inferior a la media de los últimos cinco años, ha sido conceder autorizaciones para 928 hectáreas de nuevas plantaciones de viñedos y 12.541 hectáreas para replantación, según los datos del informe sobre aplicación del régimen de autorizaciones de nuevas plantaciones de viñedo de 2024, que publica en su página web.
Según estos datos, el potencial de producción vitícola en España suma 951.991 hectáreas, un 0,96% menos que en la misma fecha de la campaña anterior. El 97% de esta superficie se encuentra en territorios protegidos por alguna denominación de calidad. El 53% de esta superficie se destina a variedades de uvas tintas y el 47%, a blancas. El Tempranillo es la variedad que continúa a la cabeza con la mayor superficie plantada en España (con 195.076 hectáreas) y le sigue muy de cerca la Airén, con 185.614 hectáreas.
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