TRUMP NEGOCIOS | Cuando la marca Trump está en venta
Donald Trump ya era rico antes de llegar a la Casa Blanca, tanto ahora como en su primer mandato, y no necesita más dinero. Este es el falaz argumento al que se acoge el presidente de Estados Unidos para justificar la ingente monetización que él y su familia han realizado durante los primeros meses del año en la Casa Blanca. Lanzamiento de nuevas criptomonedas, apertura de clubes privados en Washington DC, documentales millonarios sobre la vida de Melania, firma de acuerdos inmobiliarios internacionales encabezados por sus hijos en los países del Golfo Pérsico y aceptación de regalos de lujo, como un avión presidencial que luego conservará para uso particular entregado por Catar y valorado en 400 millones de dólares. ¿Quién da más? No es de extrañar que Bloomberg estime que el patrimonio personal de Trump se sitúa ahora en 5.400 millones de dólares, el doble del que tenía en los primeros días de la campaña para su reelección.
La política de titulares tan frenética que practica el republicano contribuye a que sus negocios sean objeto de un escrutinio mucho más liviano del que debería, aunque ya empiezan a surgir las primeras voces que, de forma tímida, cuestionan su manera de operar, por muy legal que pueda resultar. Es lógico que así sea. Los intereses políticos, económicos y particulares del presidente se solapan cada vez más, con la marca Trump en venta constante. Que los negocios estén gestionados por sus hijos, y no por él, no impide que Trump sea un beneficiario indirecto del enriquecimiento de la familia, del mismo modo que resulta pueril creer que los donantes que entregan regalos no esperan tratos de favor por parte de la Administración republicana.
La poca contestación política y social que estas prácticas reciben en EEUU da que pensar. ¿Será que estos comportamientos que también ocurrían en otras presidencias, aunque quizá con menos transparencia, y que eran muy criticados han dejado de importar? ¿O es que nunca importaron de verdad?
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