La peste negra llega a Estados Unidos: hay un muerto
El eco de una de las pandemias más devastadoras de la historia ha vuelto a resonar en Estados Unidos tras la confirmación de una muerte por peste neumónica en el condado de Coconino, Arizona. Este trágico suceso, el primero de su tipo en la región desde 2007, sirve como un crudo recordatorio de que la bacteria Yersinia pestis, responsable de la tristemente célebre Peste Negra, no es una reliquia del pasado, sino una amenaza latente que persiste en focos endémicos alrededor del mundo. Las autoridades sanitarias locales, aunque han calificado el riesgo para la población general como bajo, han activado todos los protocolos de vigilancia y rastreo para contener cualquier posible propagación, demostrando la seriedad con la que se aborda cada caso de esta histórica enfermedad.
El fallecimiento pone de manifiesto una realidad a menudo olvidada: aunque erradicada en gran parte de Europa, la peste sigue presente en ecosistemas específicos de América, África y Asia. Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, el país registra una media de siete casos anuales, principalmente en estados del suroeste como Arizona, Nuevo México y Colorado. Estos brotes suelen estar directamente vinculados al contacto con la fauna local, un recordatorio de que la interacción humana con los ciclos naturales de las enfermedades zoonóticas conlleva riesgos inherentes que la medicina moderna y la salud pública deben gestionar constantemente.
Un fantasma del pasado con presencia en el presente
La Peste Negra medieval, que aniquiló a más de un tercio de la población europea en el siglo XIV, se percibe hoy como un evento histórico lejano. Sin embargo, la bacteria Yersinia pestis nunca desapareció por completo. Encontró refugio en reservorios animales, principalmente en poblaciones de roedores salvajes como perritos de las praderas, ardillas, ratones y ratas. El ciclo de transmisión más habitual se inicia en la naturaleza, donde las pulgas que se alimentan de estos animales actúan como vectores, transmitiendo el patógeno al ser humano a través de una picadura. El caso anterior en Arizona, en 2007, se vinculó precisamente al contacto con un animal muerto, una vía de infección directa. La urbanización expansiva y las actividades recreativas en zonas rurales aumentan las probabilidades de estos encuentros fortuitos, obligando a las autoridades a mantener una vigilancia epidemiológica activa. El tratamiento con antibióticos, como la estreptomicina o la gentamicina, es altamente efectivo si se administra en las primeras 24 a 48 horas tras la aparición de los síntomas, transformando una sentencia de muerte casi segura en una enfermedad tratable.
Las tres caras de la peste: bubónica, septicémica y neumónica
La infección por Yersinia pestis no se manifiesta de una única manera. Clínicamente, se presenta en tres formas principales, cada una con su propia gravedad y modo de acción. La más conocida y común es la peste bubónica, caracterizada por la inflamación dolorosa de los ganglios linfáticos (los «bubones»), generalmente en la ingle, las axilas o el cuello. Esta forma es el resultado directo de la picadura de una pulga infectada y no se transmite de persona a persona. Sin tratamiento, puede evolucionar a la peste septicémica, donde la bacteria invade el torrente sanguíneo, provocando fiebre, escalofríos, debilidad extrema, shock y hemorragias internas y externas, a menudo ennegreciendo los tejidos, lo que contribuyó al nombre de «Muerte Negra».
La tercera y más peligrosa variante es la peste neumónica, la que causó el reciente fallecimiento en Arizona. Esta puede desarrollarse como una complicación de la peste bubónica o septicémica no tratada, o bien por inhalación directa de las gotículas respiratorias de una persona o animal infectado. Es la única forma de la peste que se puede transmitir directamente entre personas, lo que la convierte en la más temida desde una perspectiva de salud pública. Sus síntomas incluyen una neumonía de rápido desarrollo, con dificultad para respirar, dolor en el pecho y tos con esputo sanguinolento. Sin una intervención médica inmediata, su tasa de letalidad es extremadamente alta.
Vigilancia epidemiológica y el temor al bioterrorismo
El caso de Arizona, aunque aislado, moviliza un complejo aparato de respuesta sanitaria. Los equipos de salud pública del condado de Coconino no solo investigan el entorno y los contactos del paciente fallecido para descartar nuevos contagios, sino que también emiten alertas a la población sobre cómo evitar la exposición, recomendando el uso de repelentes, evitando el contacto con roedores vivos o muertos y manteniendo a las mascotas libres de pulgas. Más allá de su impacto sanitario natural, la peste es una preocupación en materia de seguridad nacional. Debido a su alta letalidad y, en su forma neumónica, su potencial para la propagación aérea, Yersinia pestis está clasificada como un agente de categoría A por los CDC, lo que significa que tiene el mayor potencial para ser utilizada como arma biológica. Gobiernos de todo el mundo, incluido el de Estados Unidos, contemplan escenarios de liberación intencionada en sus planes de contingencia. La Organización Mundial de la Salud (OMS) también la incluye en su lista de enfermedades prioritarias, subrayando la necesidad de una vigilancia global y una capacidad de respuesta rápida para contener tanto los brotes naturales como las amenazas deliberadas.
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