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El oficialismo nipón se encamina a perder la Cámara Alta y pone en jaque a Shigeru Ishiba

El oficialismo nipón se encamina a perder la Cámara Alta y pone en jaque a Shigeru Ishiba
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  • Publishedjulio 20, 2025




La coalición gobernante de Japón, encabezada por el Partido Liberal Democrático (PLD) y su aliado de Komeito, se tambalea después de un nuevo revés en las elecciones de este domingo a la Cámara de Consejeros. Las encuestas en la urna sugieren que han obtenido unos 40 de los 125 asientos en juego, muy por debajo de los 50 necesarios para mantener la mayoría absoluta. Este resultado, que marca un punto crítico para la cuarta economía mundial, una vez más pone al primer ministro Shigeru Ihiba.

Durante casi siete décadas, el PLD ha sido el pilar indiscutible de la política japonesa, que domina la Cámara Alta, un componente clave de la dieta que aprueba las leyes y tratados internacionales. Sin embargo, esta debacle, combinada con la pérdida del control de la Cámara Baja en octubre del año pasado, fractura la hegemonía del partido y amenaza con paralizar la agenda legislativa del ejecutivo. Los escándalos que han socavado la confianza pública, las divisiones ideológicas internas y un creciente desencanto general han abierto la puerta al surgimiento de las fuerzas populistas y ultranacionalistas.

El PLD, un coloso que ha dado forma al período japonés de posguerra, ahora enfrenta una crisis existencial. Los escándalos de corrupción, las acusaciones del nepotismo y la percepción de la desconexión con las preocupaciones de los ciudadanos han erosionado su base de apoyo. Mientras tanto, los partidos emergentes, con discursos que mezclan el nacionalismo y las promesas de cambio radical, han capitalizado la incomodidad, especialmente entre los jóvenes y las clases trabajadoras.

Ishiba, conocida por su estado de ánimo moderado y su enfoque en la revitalización rural, llegó al poder con promesas de estabilidad. Sin embargo, su mandato ha sido probado por un contexto global convulsivo: desde las negociaciones comerciales con Washington, marcada por la presión de los nuevos aranceles, hasta la necesidad de reforzar la posición geopolítica contra una China cada vez más asertiva o amenazas nucleares de Corea del Norte. La parálisis legislativa que ahora es podría comprometer su capacidad para responder a tales desafíos.

La puesta de sol de un gigante

Una vez intocable, el PLD parece estar obligado a ser reducido a escombros por una tormenta de escándalos y errores. Los fantasmas de las irregularidades financieras, que ya demolieron al ex primer ministro Fumio Kishida y desmantelaron parte de las facciones internas del partido, perseguían a la coalición durante la campaña. Pero es la crisis económica la que debe haber aconsejado el golpe mortal: una inflación no controlada, los salarios que no elevan las cabezas y el precio del arroz, el alma de la mesa japonesa, se desencadenó casi el doble en un año. Los esfuerzos desesperados del Ministro de Agricultura, Shinjiro Koizumi, para liberar reservas de arroz fueron un bálsamo insuficiente para una población furiosa y agotada.

Este concurso electoral no solo ha sido un ejercicio democrático, sino un referéndum sobre cómo abordar el deterioro del poder adquisitivo y las tensiones sociales que lo acompañan. La coalición gobernante optó por una estrategia de relevo inmediata: ayudas metálicas para mitigar la presión de los crecientes costos de los bienes esenciales. Una propuesta que, aunque sea atractiva para aquellos que sienten el estrés diario de los precios, no aborda las raíces estructurales del problema. Por su parte, la oposición desplegó una narrativa audaz, recortes prometedores en el impuesto de consumo en diferentes grados, una medida que podría estimular el gasto, pero que plantea preguntas sobre su sostenibilidad fiscal en un entorno inflacionario de alta presión. Más allá de las promesas, el contexto económico ha alimentado las tensiones sociales. Las condiciones económicas adversas han dado alas a una sensación xenófoba creciente en ciertos sectores. Para algunos votantes, la percepción de que los extranjeros están monopolizando propiedades, colapsar destinos turísticos y gastos con opulencia en restaurantes y tiendas ha generado resentimiento que no puede ser ignorado.

Los nueve meses de Ishiba al frente del gobierno, análogos a un proceso de gestación política, no se han completado en el nacimiento de un liderazgo sólido, sino en la entrega de una crisis que pone en tela de juicio la viabilidad de su proyecto. La incapacidad de conciliar su agenda progresiva con las demandas de un electorado frustrado y un entrenamiento dividido sugiere que este período podría marcar, no un renacimiento, sino el preludio a una transformación profunda. Su compromiso con las reformas sociales progresivas, como el apoyo a la opción de apellidos separados para parejas casadas y la defensa de los derechos de la comunidad LGBT, buscó proyectar el PLD como agente de modernización. Sin embargo, estas iniciativas no han podido conquistar el apoyo y han causado una reacción contundente de la facción conservadora, exacerbando las tensiones internas. En las sombras, Sanae Takaichi, la heredera ideológica del asesinado Shinzo Abe, agudiza sus cuchillos. Con un discurso nacionalista y un carisma implacable, Takaichi ya está emergiendo como el salvador del ala dura de la fiesta, listo para tomar el control si Ishiba cae.

El peso de Washington y el «factor Trump»

El escenario global solo ha apretado la cuerda alrededor del cuello PLD. La amenaza del 25% de aranceles sobre todos los productos japoneses, anunciado por la Casa Blanca de Trump a partir del 1 de agosto, ha puesto a Tokio contra las cuerdas. Istiba, junto con el presidente surcoreano Lee Jae-Myung, fue uno de los primeros en recibir esta advertencia, que incluye un golpe devastador para el sector automotriz japonés con aranceles adicionales del 25%. La reciente visita del Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Scott Besent, no trajo alivio; Su mensaje de que prefiere un «acuerdo» sólido «antes de» rápido «dejó a Tokio sin opciones claras. El PLD, atrapado entre proteger la economía nacional y evitar una guerra comercial, enfrenta un dilema que podría costarle aún más apoyo si no logra un liderazgo firme.

Sanseito: la chispa del descontento

Fundada en abril de 2020 por Sohei Kamiya, un exprofesor de la escuela secundaria que capturó la atención de las masas a través de YouTube, esta fiesta ultra -nacionalista ha canalizado el descontento de una generación cansada. Nacido como reacción a las medidas pandémicas, como la obligación de vacunas y máscaras, Sanseito ha forjado una plataforma incendiaria que combina recortes de impuestos, una posición radicalmente antiinmigrante y un rechazo categórico de las políticas progresivas. Su ascenso meteórico, que consolida como la tercera fuerza política gracias a las campañas virales que han eclipsado a los partidos tradicionales en las redes sociales, refleja el profundo desencanto de los jóvenes con un sistema que perciben como estancados.

Sin embargo, el auge de Sanseito está eclipsado por serias controversias. Su retórica, frecuentemente impregnada de misoginia, ha desatado las críticas en un país que ya enfrenta una de las peores tasas de igualdad de género según la OCDE. Los candidatos del partido, como la carismática Saya, una de sus figuras más destacadas, han sido el torrente de un torrente de acoso que incluye amenazas de muerte y agresiones físicas. Además, las sospechas sobre posibles simpatías pro -rusas, alimentadas por una entrevista SAYA con los medios de sputnik, han planteado preguntas sobre las intenciones de Sanseito en el escenario internacional. Han logrado capitalizar la incomodidad social.

Su lema, «¡Primero los japoneses!», Evoca paralelos con movimientos como la «América Americana» del magnate estadounidense, centrándose en la oposición a la inmigración y la defensa de la autoesuficiencia alimentaria. Sanseito propone clasificar a los campesinos como funcionarios públicos, promover la agricultura orgánica y priorizar la cocina tradicional en los comedores escolares, buscando fortalecer su identidad cultural contra las importaciones extranjeras, especialmente en el contexto de las tensiones comerciales con Estados Unidos. También abogan por medidas controvertidas, como el control estatal de la industria de los videojuegos, el manga y el anime, considerados pilares de su cultura. Esta propuesta ha generado alarma entre los fanáticos y los creadores, que temen una interferencia estatal en la libertad artística, poniendo en riesgo la vitalidad de estos sectores.



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