El delta del Ebro empieza a criar la primera ostra catalana para no depender solo del mejillón
Miden apenas dos milímetros y tardarán un año entero en poder ser comercializadas. Son las crías (o semillas, como les llaman los productores) de lo que se espera que sean los primeros ejemplares de ostras autóctonas catalanas. «Aunque las madres vinieron originariamente de Francia, han desovado aquí ya tres veces y estas larvas pueden considerarse 100% de la zona», afirma Xavi Cabrera, cofundador, junto a su hermano, de la empresa Mirador Badia, que se dedica entre otras actividades al cultivo de moluscos en las bateas que hay instaladas en el mar frente a la localidad de La Ràpita, en el extremo sur del delta del Ebro.
Con el cambio climático ya encima y con unas olas de calor cada vez más recurrentes, la tan reivindicada reconversión económica del delta es hoy casi una emergencia. Sobre todo para aquellos que viven del campo y el mar. Lo que se espera con las semillas de ostras desarrolladas en los laboratorios que el Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentàries (IRTA) tiene en esta localidad del Montsià es poder ofrecer a los mariscadores una alternativa de cultivo del mejillón, un molusco mucho más sensible a las subidas de temperatura del agua marina.
Xavi Cabrera, cultivador de ostras en La ràpita, extrae una muestra de las semillas desarrolladas por el IRTA. / María Jesús Ibáñez
«Esta ostra es fruto de una selección previa, a partir de adultos que ya están adaptados a aguas más calientes y a los que se ha sometido a procesos de choque térmico para acelerar las puestas de huevas», explica Antoni Espanya, director general de Pesca de la Generalitat. Tras cuatro meses en las piscinas de las instalaciones del IRTA, el pasado jueves unas 150.000 crías salieron camino de las bahías de Els Alfacs y del Fangar, donde serán sumergidas y pasarán un año hasta alcanzar la madurez.
«El proyecto, que es a cuatro años vista y cuenta con una inversión de unos 450.000 euros, tiene un triple objetivo», prosigue Espanya. El primero, el de tratar de dar respuestas al reto del cambio climático con variedades que resulten atractivas para el sector acuícola. La ostra, además de ser más resistente que el mejillón, tiene un ciclo más largo, con lo que se puede cultivar durante más meses del año. Además, en el mercado, sus precios son también mucho más competitivos.
Detalle de las larvas sumergidas en los murciélagos de las bahías de Els Alfacs y el colmillo. En la Concha hay alrededor de 200 unidades. / María Jesús Ibáñez
«Pero también hay un reto estratégico: el de poder contar con producciones autóctonas, que no dependan de las fluctuaciones internacionales, lo que además de suponer una garantía de suministro de cara al consumidor, es una tranquilidad para el sector productor«, agrega el director general. El tercer objetivo es sanitario, indica, «ya que con una cría ya nacida aquí podemos evitar enfermedades o la llegada de patógenos, como ha ocurrido alguna vez con las otras traídas desde Francia».
Una variedad más comercial
Otra de las pretensiones del proyecto, indica Ignasi Gairin, investigador del IRTA de La Ràpita, es conseguir que el molusco vaya teniendo una forma cada vez más redondeada, «que es la variedad que mejor salida comercial tiene». Los biólogos del centro de investigación están intentando desarrollar, asimismo, semillas triploides, que no desovan en primavera y se mantienen llenas el verano, que es cuando crece la demanda.
«Si todo va bien, a lo largo de los cinco años de proyecto podrían salir de las instalaciones del IRTA en torno a cinco millones de larvas o semillas, pero hay que tener en cuenta que la mortandad de estas crías es alta, de en torno al 50%», indica Espanya. «Nuestro propósito es que los que nos dedicamos a ello podamos, llegado el caso, diversificar nuestras producciones, de manera que el 50% del producto de las bateas sean mejillones y el 50% sean ya ostra», puntualiza Cabrera. En la actualidad, el delta del Ebro cultiva entre 700.000 y 800.000 kilos anuales de este último bivalvo, frente a los más de tres millones de kilos de mejillones.
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