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La bipolaridad antes se escondía

La bipolaridad antes se escondía
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  • Publishedagosto 11, 2025



Han pasado casi seis años de la muerte de Blanca Fernández Ochoa, quien dejó este mundo en tristes circunstancias. Tras 11 días desaparecida, su cuerpo sin vida fue hallado el 4 de septiembre de 2019 en la zona de La Peñota, cerca de Cercedilla, donde creció y forjó sus inicios como deportista de élite.

Fue la primera mujer en conseguir una medalla olímpica para España (la de bronce en eslalon en los Juegos Olímpicos de Invierno de Albertville, en Francia).

Diagnosticada de un trastorno bipolar en la edad adulta y tras retirarse de las pistas, la enfermedad pudo más que ella. Y la llevó a ejecutar algo que jamás osó hacer cuando era la número 1 del deporte alpino y se deslizaba a velocidad de vértigo por las pistas: abandonar.

Blanca Fernández Ochoa fue la primera mujer en conseguir una medalla olímpica para España: la de bronce en eslalon en los Juegos Olímpicos de Invierno de Albertville.


Blanca Fernández Ochoa fue la primera mujer en conseguir una medalla olímpica para España: la de bronce en eslalon en los Juegos Olímpicos de Invierno de Albertville.

GTRES

La excampeona olímpica del deporte alpino decidió quitarse la vida tomando grandes cantidades del medicamento que tenía prescrito para tratar su enfermedad.

Con su marcha dejó huérfanos a sus dos hijos, Olivia y David, así como también a millones de seguidores del esquí y admiradores de la saga Fernández Ochoa, también encabezada por la figura de su hermano, Paco Fernández Ochoa, quien falleció 13 años antes como consecuencia de un cáncer linfático.

EL ESPAÑOL ha hablado con Paula, hija del medallista y sobrina de Blanca, en el triste aniversario que sirve como excusa para evocar su figura y su legado.

Se acerca la fecha de la muerte de su tía. Supongo que se remueven emociones. ¿Cómo vive la pérdida seis años después?

Yo hablo en primera persona. En el caso de mi tía Blanca, siempre voy a Cercedilla, a la montaña, donde ella quiso terminar, donde decidió terminar con su vida. Voy siempre que puedo. Subo esa montaña, me acuerdo mucho de ella, me acuerdo de cosas muy bonitas de ella. Es una forma de estar con nosotros.

Blanca Fernández Ochoa, en 2010.


Blanca Fernández Ochoa, en 2010.

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Es algo que hemos comentado toda la familia. Los tenemos tan presentes como si siguieran aquí. Es lo bonito de cuando alguien físicamente no está, pero sí lo está en su alma, en su recuerdo y con nosotros. Yo soy muy optimista: les tengo muy presentes y es como si nos vieran cada día.

Su familia siempre ha sido una piña

Somos una piña, siempre lo ha sido. En su momento lideraba mi padre. Blanca también estaba siempre ahí, al pie del cañón. Ahora mi tía Lola se ha puesto al frente. Es la presidenta de la Fundación Blanca y es quien ahora hace toda la labor de líder. Y lo hace muy bien.

En el caso de su tía, tenía un trastorno de bipolaridad. ¿La familia tenía conocimiento sobre esto?

Sí, la familia lo sabíamos. En la familia lo gestionábamos. ¿Qué es lo que ocurre? Ha habido un antes y un después en cuanto a normalizar y hablar con más naturalidad de ciertos problemas mentales, que no deja de ser una enfermedad.

La esquiadora Blanca Fernández Ochoa, en 2006.


La esquiadora Blanca Fernández Ochoa, en 2006.

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Cuando era chiquitita sí que se hablaba de esto en casa, del trastorno bipolar, pero se escondía. Y se escondía porque no estaba bien visto, porque la sociedad no lo entendía, porque era síntoma de debilidad. Hace años, el hecho de tener algo mental sonaba a algo como así como ‘estás loco, estás trastornado, estás débil, así no ganarás nunca o así no podrás lograr nada’.

Esto es lo que se pensaba antes. El entorno lo oculta y la persona que lo sufre también. Y lo sufre el doble. Al final no deja de ser algo que o te avergüenza o te hace sentir más pequeño o te hace sentir que está mal. Y, como está mal, lo escondes. Eso no ayuda, todo lo contrario.

¿Cómo se vive una enfermedad así de cerca?

En casa lo tuvimos que vivir: llevarlo y trabajarlo. Mi tía estaba medicada. Tenía épocas mejores y épocas peores, pero no se podía hablar de esto porque no iba a ayudar o no se iba a entender o no iba a ser fácil.

Blanca y Paco Fernández Ochoa formaban parte de una familia numerosa (eran ocho hijos) liderada por  Francisco Fernández, gerente de la escuela de esquí del Puerto de Navacerrada. Fue allí donde se formaron como esquiadores.


Blanca y Paco Fernández Ochoa formaban parte de una familia numerosa (eran ocho hijos) liderada por Francisco Fernández, gerente de la escuela de esquí del Puerto de Navacerrada. Fue allí donde se formaron como esquiadores.

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De hecho, a muchos deportistas les ha pasado algo parecido y no era algo de lo que podías hablar. Ahora, por suerte, sí podemos hablar. Y tenemos ejemplos, como Ricky Rubio. Hay deportistas que dicen que lo han pasado mal, que han tenido depresión o que la están teniendo. Esto forma parte de la vida.

Un deportista ganador sigue siendo persona. Sigue siendo humano y a veces necesita ayuda. Mi obsesión no es tanto brindar ayuda cuando te estás deprimido o cuando estás en el caos, sino hacer labor preventiva. Esa labor preventiva es imprescindible para no llegar a puntos tan extremos en los que a veces el suicidio es la única salida que se puede ver.

Nosotros, desde la Federación Española de Deportes de Invierno, trabajamos en esto. Los deportistas están sometidos a mucha presión, a que su carrera se pueda ir al traste en centésimas… Es mejor que un psicólogo te pueda acompañar e ir ayudándote.

¿Queda un sentimiento de culpa a los familiares cuando un ser querido se suicida?

Esto ha pasado… Yo sé que mis tíos, incluso mi abuela, que tiene 99 años, es de otra generación y otra educación, todavía no lo entiende. Es algo que, por supuesto, se ha echado encima y ha dicho: ‘¿Qué hemos hecho mal?’.

Al final, mi tía lo que tenía es una enfermedad mental. Y esa enfermedad mental se estaba tratando. Y lo hemos hecho de la mejor manera que hemos sabido. Personalmente, no tengo ese sentimiento de culpa, de qué podríamos haber hecho mejor. No nos han enseñado.

«Mi tía estaba enferma»

Esto es un aprendizaje que, de cara a las futuras generaciones, estamos abriendo puertas a un progreso. Hay que normalizar situaciones. Igual que vas al traumatológico porque te duele la pierna puedes decir: estoy mal del alma, de la mente.

Los esquiadores y medallistas olímpicos Paco y Blanca Fernández Ochoa.


Los esquiadores y medallistas olímpicos Paco y Blanca Fernández Ochoa.

Archivo de Lola Fernández Ochoa

Con mi tía pasó. Creo que mis tíos o mi abuela no podrían haber hecho más. La quisimos muchísimo, la arropamos muchísimo y simplemente estaba enferma.

¿Qué preocupaciones te transmiten los jóvenes deportistas respecto a la salud mental?

Se preocupan. Están viendo casos reales y les da miedo llegar a ese punto. Se dejan ayudar y se dejan acompañar. No lo ven como algo de lo que avergonzarse. Ven que puedes tener al mejor nutricionista, al mejor técnico, al físico… y a un psicólogo que te va a ir reforzando lo bueno y ayudando a mejorar aquellas debilidades que todos tenemos. Ahora sí que lo entienden como parte de su carrera y como un acompañamiento imprescindible para el alto rendimiento.

Tenemos muchos ejemplos de deportistas o que se han quitado la vida o que han pasado depresiones muy gordas. Y, como ya lo han visto, las nuevas generaciones quieren y ponen de su parte para evitarlo.

Blanca Fernández Ochoa, en una imagen de archivo.


Blanca Fernández Ochoa, en una imagen de archivo.

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En el caso de su tía, su caso acabó en suicidio. Pero también hay lesiones, accidentes

Sí, tenemos ejemplos de deportistas, como Teresa Perales, que después de su accidente, fíjate qué carrera meteórica ha tenido, cómo se ha reinventado y cómo es quien es ahora y la inspiración y la admiración que nos genera. Son grandes lecciones. Al final, en la vida lo que tienes que hacer es aceptar que muchas de estas cosas te vienen sin elegirlas tú o sin haberlas provocado tú.

Supongo que también hay un trabajo que hacer con las familias.

Esa no es mi especialidad, no lo trabajo. Pero es una parte fundamental del acompañamiento al deportista. Los equipos de psicólogos lo tienen en cuenta y se trabaja con ello.

Paco Fernández Ochoa, posando con la mascota Cobi, de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992.


Paco Fernández Ochoa, posando con la mascota Cobi, de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992.

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En el caso del esquí, los chavales están 280 días fuera de casa. Son muchos días de soledad, de distancia o lejanía de tu entorno. Y uno tiene que saber mantener ese hilo y esa unión, porque los pies en la tierra es esencial. Mi padre siempre dijo que fue quien fue gracias a mi madre y a esas raíces. Sentía que esas raíces eran fuertes.

«El cáncer humanizó a mi padre»

Hablando de tu padre, su figura debe de estar muy presente en tu vida. El año que viene se cumplirán 20 años de su fallecimiento.

A mi padre lo tengo muy presente. No es la expresión ideal, pero siento que gracias al cáncer yo viví una época y una etapa y una sensibilidad de mi padre que de otra manera hubiera sido imposible. Mi padre era un héroe, era imbatible, era la fuerza en persona… Arrollador, carcajada, nunca se paraba a profundizar en sentimientos.

Y toda esta etapa que tuvimos que vivir del cáncer para mí le humanizó mucho. Hablo en el sentido de ablandar o de abrir en canal el corazón. Y admitir que a veces la vida pues tiene cruz en la moneda y hay que saber también llevarlo.

Mi padre supo vivir y supo morir. A mí y a mis hermanos nos dio la mayor lección de nuestra vida: el cómo afrontar con fuerza, con alegría, con dignidad situaciones como fue la suya.

Recuerdo cuando falleció en casa e hicimos el velatorio allí. La casa se llenó de gente que brindaba con él. Vino mucha gente del pueblo. Y mi padre ya de cuerpo presente, pero alrededor suyo la gente lo recordaba con un vino. Recuerdo esa escena tan bonita, llorando de emoción y con la gente diciendo cuánto le quería.

Paco Fernández Ochoa, con las infantas Elena y Cristina, en la inauguración de la escultura erigida en su honor en su pueblo natal, Cercedilla.


Paco Fernández Ochoa, con las infantas Elena y Cristina, en la inauguración de la escultura erigida en su honor en su pueblo natal, Cercedilla.

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Lo que mi padre nos enseñó es que hay que vivir. Él me dijo: ‘Mira, Polilla, tú llega arriba al cielo, llega arriba derrapando, prométeme que vas a vivir todo y más hasta el final. Porque la vida al final tiene fecha de caducidad, pero no sabemos cuándo. Esa lección de morir de pie hasta el final es mi mantra en cualquier situación a la que me enfrento.

Entonces, 20 años… me parece que fue ayer. Y que fue hace 100 años también. Es una situación muy rara. Seguro que el año que viene haremos algo. Ya lo hacemos cada año. Siempre brindamos y damos gracias a todo lo que nos dejó y nos sigue dejando.

Blanca Fernández Ochoa posa con su medalla


Blanca Fernández Ochoa posa con su medalla

EFE

Tu padre y tu tía tenían mucho carisma

Son seres especiales. A mí me maravilla que la gente me lo siga recordando. Me dicen que Sapporo fue una hazaña increíble. Y lo de mi tía Blanca, evidentemente, en Albertville.

Me dicen ‘qué bien me lo pasaba con tu padre, cómo me hacía sentir, cómo me acuerdo sus carcajadas’. Todo el mundo lo recuerda así. Es un sentimiento de orgullo que fuera tan querido y que dejara ese legado, esa huella.

Cada vez que voy a hacer Cercedilla y veo la estatua que le hicieron en la plaza… Siempre tiene flores, siempre tiene algún cariño, alguna nota de alguien que brinda o da las gracias o le manda un abrazo. Todo esto para mí es parte de la vida y le hace estar presente. Entonces, 20 años… es que fue ayer. Mi padre está muy vivo. Es un referente.

Paco Fernández Ochoa, tras conseguir la medalla de oro en Sapporo, el 13 de febrero de 1972.


Paco Fernández Ochoa, tras conseguir la medalla de oro en Sapporo, el 13 de febrero de 1972.

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Incluso en la recta final aguantó el tipo como un campeón

Recuerdo cuando le hicieron el homenaje mi padre ya estaba terminal, estaba muy mal. Tenía tantos dolores que estaba con morfina, deliraba, pero era consciente de que le iban a hacer el homenaje.

Dos días antes nos prohibió que le diéramos nada porque quería estar lúcido mentalmente. Quería hablar, quería despedirse, quería sentir todo y vivirlo todo. Entonces esos dos días fueron de alaridos y en casa de dolor.

«Fue un campeón hasta el final»

Todos le dijimos: ‘Papá, no es necesario, no pases por esto, no sufras tanto. Pero él lo hizo para vivir al máximo su homenaje. Y así fue, estaba muy emocionado, pero en cuanto acabó, es le tuvimos que meter la furgoneta corriendo a casa. Dijo: ‘Metedme, metedme algo… Murió días después». Fue un campeón hasta el final.

Sentía orgullo de representar a su país y de representar a su pueblo, porque era muy de pueblo. Con su Cercedilla iba hasta el fin del mundo. Cuando ganó la medalla de oro se fue al hotel a coger su capa española y su sombrero cordobés porque dijo: ‘Yo me subo al podio como un español, como tiene que ser. Todo lo vivía intensamente. No te imaginas hasta qué límites. Era increíble.

Mi padre me dio esa enseñanza de formar parte de un todo. Él sentía que ‘los españoles están siendo felices gracias a mí, y yo con ellos’. Se me pone la piel de gallina al recordarlo. Lo vivía como si fuera su razón de ser y su máxima ilusión.

¿Ve muchas diferencias entre la generación de su padre y su tía y la actual?

A mi padre le decían mucho: ‘Paco, esto es duro, se gana poco dinero‘. Y mi padre se enfadaba. Decía: ‘Duro es un minero que está 20 días bajo tierra cavando y picando. Yo estoy esquinando, yo estoy haciendo lo que me gusta, yo estoy siendo feliz y encima la gente me aplaude y es feliz conmigo. ¿De qué me voy a quejar?’. Es una forma de verlo muy noble. Él lo vivía de corazón.

Sé que es humano, pero a veces a la mínima nos quejarnos de algo. Pienso en él y digo: ‘No me puedo quejar’.

«Un sentimiento de orgullo el país»

Entonces no se quejaba nunca

Si es que teniendo cáncer hacía unas bromas… Yo entraba llorando al hospital y salía riendo. Me decía a mí misma: ‘No puedo creer que mi padre sea capaz de reírse hasta de su situación’. Por eso es un orgullo. Hemos pasado algo duro y ojalá no lo hubiéramos pasado. Pero aún así hemos sacado algo bueno y cada día brindamos por ello.

Algo bien han hecho Blanca y tu padre. Ahí está el legado de familia.

Mi tía y mi padre han hecho historia no solo por su oro. Han hecho historia por cómo sintieron. Mi padre marcó un sentimiento de orgullo en el país a través del esquí. Creo que a esas personas hay que recordarlas. Me alegra que pudiera llegar a ver su estatua. Ver cómo la gente le quería. Muchas veces los homenajes se les hacen una vez fallecidos y qué bonito que él lo pudiera vivir. Él sabía que era el final. Sabía que le estábamos despidiendo.

Blanca y Lola Fernández Ochoa, en el funeral de su hermano Paco, en 2006.


Blanca y Lola Fernández Ochoa, en el funeral de su hermano Paco, en 2006.

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Tanto usted como sus tíos estáis involucrados en el deporte y en la ayuda a las atletas de élite.

El deporte es nuestra cuna. Para mí son valores que aplico a todo, a mi día a día y al mundo de la empresa. Yo hago muchas charlas motivacionales que se inspiran precisamente en la enseñanza que te da el deporte. Desde el alto rendimiento, a saber jugar equipo, por saber respetar, a saber esforzarte, tener una disciplina, saber que solo se consiguen las metas si y luchas por ella. Ha sido mi mejor escuela. En casa lo hemos vivido desde niños, con mi padre y mis tíos. Ha sido un estilo de vida.

«Mi tía ha sido la eterna sonrisa»

¿Cómo es la ayuda que brinda desde su empresa, More Than Law+?

Desde mi consultoría lo que hacemos principalmente son charlas motivacionales a empresas, con el valor del deporte como base. También trabajo y colaboro con muchas federaciones. Estoy en la Junta Directiva de la Real Federación Española de Deportes, y soy la responsable del área de mujer. Desde ahí trabajamos en lo relacionado con la profesionalización del deporte.

Blanca Fernández Ochoa, en una imagen de 2016.


Blanca Fernández Ochoa, en una imagen de 2016.

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He dado muchas charlas de formación al deportista para que aprenda a gestionar su marca personal. Porque hoy en día el deportista no solo tiene que ser muy bueno en su disciplina, o el mejor. También ha de tener una serie de atributos: de formación, de diferenciación, de saber comunicar, de saber gestionar patrocinios… Tiene que ser una figura cada vez más completa.

¿Cuál es la labor de la Fundación creada en memoria de su tía Blanca?

En la Fundación Blanca el objetivo principal es acompañar al deportista, tanto durante como con ‘luces largas’ al futuro, sobre cómo va a ser su vida después de dejar la competición.

«La vida es más que el alto rendimiento»

La alta competición es una vida corta. Cuando estás en la cresta de la ola, todo está bien. Pero cuando se acaba la carrera se siente como si el telón se cerrase, las luces se apagasen, y te quedas como en un rincón o en una habitación oscura, solo. Eso es duro. Es algo que se habla de manera clara en el documental de que se hizo en honor a mi tía Blanca.

Blanca Fernández Ochoa en el podio durante las olimpiadas de Albertville


Blanca Fernández Ochoa en el podio durante las olimpiadas de Albertville

Esa preparación se está normalizando cada vez más. Se está trabajando más para que el acompañamiento sea algo más natural y que la transición sea más estratégica. Antes los deportistas solo iban a ganar, ahora hay que prepararse para otros muchos aspectos. Casos como el de mi tía Blanca y el de muchos otros nos enseñan a que el deporte y la vida es mucho más que unas centésimas de alto rendimiento deportivo. Y ella ha sido más que una deportista de élite: ha sido la eterna sonrisa.



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