Las elecciones en Bolivia preparan el retorno de la derecha al poder
Unos siete millones de bolivianos participarán este domingo de unas elecciones presidenciales que pueden poner fin a un ciclo histórico de dos décadas durante las cuales gobernó la izquierda con un paréntesis de un año debido al golpe de Estado contra Evo Morales, en noviembre de 2019. El proceso iniciado en 2006 por el líder cocalero se ha agotado por completo, al punto de que el Movimiento al Socialismo (MAS, en el poder) se ha fraccionado en tres en medio de un enfrentamiento sin tregua entre Morales y quien había sido su delfín en 2020, Luis «Lucho» Arce. La disputa interna ha incluido el uso de los tribunales para arrinconar al exmandatario, quien no solo quedó fuera de la carrera electoral, sino que enfrenta una causa judicial por presunto abuso de una menor. La lucha interna en el seno de una fuerza que supo ser hegemónica y que se propuso fundar un nuevo país, de carácter plurinacional, no se explica, según los analistas, sin la crisis de un modelo económico que se basó en la explotación de los hidrocarburos nacionalizados en 2010. En este contexto, las encuestas auguran un retorno de la derecha al Palacio Quemado, la sede del Ejecutivo, esta vez por la fuerza del voto.
Para ganar en primera vuelta se debe obtener más del 50% de los sufragios o más del 40% y una diferencia de 10 puntos del inmediato competidor. Ninguna encuesta predice una dilucidación de la contienda este 17 de agosto. Los sondeos, si es que no tiene lugar ninguna sorpresa, predicen un segundo turno con dos candidatos conservadores, Jorge Tuto Quiroga, exmandatario interino tras el fallecimiento de Hugo Banzer, en 2002, y el empresario Samuel Doria Medina. Este domingo también se renueva el Parlamento.
La Policía 25.044 efectivos en todo el país bajo el lema «Elecciones en paz». La inquietud sobrevuela el cielo boliviano y Arce no ha hecho en las últimas horas más que confirmar las aprensiones al renovar por completo la cúpula militar, el segundo cambio en menos de un año y a pocos meses de abandonar el poder.
Derrota anunciada
La descomposición del MAS sorprende a los observadores. Tanto «Lucho» como «el Evo» saludaron el cumpleaños 99 del extinto Fidel Casto y suelen tener opiniones coincidentes en asuntos internacionales. Pero el encono que los atraviesa, intensificado por el deseo de Morales de volver a la presidencia y considerar desde el mismo 2020 a su albacea como un habitante transitorio del Palacio de Gobierno, ha conducido a la izquierda a una previsible ruina. Eduardo Castillo, actual ministro del Interior, es el candidato oficial. Sus posibilidades son nulas. El dirigente sindical y titular del Senado, Andrónico Rodríguez, un expupilo de Morales, de quien se separó hace poco, tampoco parece tener posibilidades de pasar al segundo turno como abanderado de Alianza Popular.
Los analistas dan por hecho de que Quiroga se impondrá este 17 de agosto, a escasos puntos de Doria Medina. El primero ha intentado emular la campaña publicitaria de Donald Trump. Se propone negociar un financiamiento del Fondo Monetario Internacional (FMI) y reducir el déficit fiscal mediante la simplificación del Estado. «Motosierra, machete y tijera», prometió, en un claro intento de alinearse con el ultraderechista argentino Javier Milei. Doria Medina no está lejos de esos propósitos. También propone un plan de choque de 100 días e iniciar un nuevo ciclo de endeudamiento externo.
Voto nulo
Morales insiste en que ha sido «proscrito» nada menos que por el hombre al que traspasó su popularidad y es ampliamente rechazado por la población, lo que lo ha obligado a enterrar sus anhelos de continuar en la presidencia. Pero el exmandatario quiere hacer valer el voto nulo como una expresión de descontento. «Se convertirá en un referendo electoral», dijo. Las estimaciones de los últimos días es que podría superar el 15%, una cifra que podría aumentar debido al fuerte desinterés juvenil, que representan el 40% del padrón electoral, y el casi 9% de personas que se declararon indecisas. Otro porcentaje similar votaría en blanco. Arce tomó nota de una situación que supondría una doble derrota personal y pidió a los ciudadanos que acudan a las urnas para elegir «por su mejor opción», sea la que sea.
Las peores cifras
Cerca de un 90% de los bolivianos califican de «muy malo» al actual Gobierno. En octubre de 2020, Arce había ganado los comicios con un 51% de las adhesiones. Para entonces el «milagro económico» había dejado de existir y no solo por el breve interinato de la derecha. Entre 2006 y 2014, Morales había reducido la pobreza del 60% al 36%. La tasa de crecimiento anual había sido superior al 4,5%. El Banco Central acumulaba reservas del orden de los 15.000 millones de dólares, algo que nunca había ocurrido en el país andino. El motor de las mejoras era la renta gasífera que comenzaba a dar muestras de cansancio en 2019, el año de la conjura contra «el Evo». Las sucesivas administraciones no hicieron más que profundizar el problema. La era Arce será recordada por la escasez de combustible, la pérdida de reservas y el crecimiento del mercado negro del dólar, una inflación interanual del 24,8% en julio, la más alta desde 2008, y la escasez de alimentos y medicinas. En las largas colas que forman hombres y mujeres para abastecerse se pone en escena el cierre de los años del MAS.
Gane quien gane las elecciones, es poco probable que algunas tendencias surgidas de la crisis se modifiquen. A pesar de las expresas simpatías de los candidatos conservadores por Trump, la relación comercial con Estados Unidos es insignificante en la actualidad. Por el contrario, China ha fortalecido su presencia en Bolivia, al punto de que Branco Marinkovic, un candidato a senador de Alianza Libre en Santa Cruz, la región más díscola al MAS en estas dos décadas, ha propuesto que las escuelas dejen de enseñar los idiomas originarios para inclinarse por el inglés y el mandarín. El otro gran protagonista es Brasil. Rusia se asoma por detrás y quiere participar del millonario negocio del litio que tiene a los chinos en primer lugar. Los movimientos sociales de Potosí, en el Occidente boliviano, se movilizan en rechazo a la explotación de ese recurso porque temen un fuerte impacto sobre los recursos hídricos, de por sí limitados en la región.
Suscríbete para continuar leyendo
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí