El European Way of Life, en jaque
Estos últimos días Europa ha vivido una sucesión de acontecimientos que, pese a su naturaleza diversa, revelan una tendencia de fondo inquietante: el paulatino desmoronamiento de un modelo de vida que, durante décadas y como síntesis civilizatoria del continente, se convirtió en seña de identidad. El ataque ruso con drones a Polonia, la caída del Gobierno Bayrou en Francia, la masiva manifestación en Londres y hasta el Congreso de Viva 25 organizado por Vox en Madrid son todas ellas expresiones de la crisis de ese modelo que interpela al proyecto europeo en su misma esencia.
El ataque ruso a Polonia, que ha provocado la invocación al artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte por parte del Gobierno polaco, no es un acto bélico más en la periferia oriental del continente sino la evidencia de que Rusia ya no solo es una amenaza para Ucrania, sino un factor desestabilizador con vocación expansiva. Y Europa, que durante décadas se creyó salvo de la guerra empieza a ver que la paz es más una excepción que la norma en su historia y que el pacifismo naif, cultivado en el confort de la posguerra en la zona occidental, se revela insuficiente frente a las amenazas actuales. Unas amenazas que no son solo son a nivel externo sino que crecen también a nivel interno.
Por un lado, por la erosión del Estado de bienestar como pilar de cohesión social. La caída del Gobierno francés de Bayrou cuyo proyecto de reforma fue percibido por muchos como un retroceso en derechos adquiridos ilustra el dilema de fondo que es cómo sostener un modelo social que se tambalea ante las exigencias demográficas, fiscales y tecnológicas del siglo XXI. Evitar el debate sobre su reformulación no solo es ingenuo, sino contraproducente ya que postergar decisiones estructurales en aras de una paz social efímera lo que acabará es por lastrar a las generaciones futuras.
Visión soberanista e identitaria
Por el otro, por la sensación de que la identidad cultural común está siendo amenazada. La masiva manifestación en Londres que reunió a miles de británicos en defensa de sus valores culturales y el congreso Europa Viva 25 celebrado en Madrid este fin de semana como plataforma de partidos que comparten una visión soberanista e identitaria, crítica con el multiculturalismo y la inmigración, revelan una creciente movilización en torno a la percepción de que Europa está amenazada culturalmente. Desde ciertos sectores progresistas se tiende a trivializar y a criminalizar estas expresiones como meras derivas reaccionarias pero negar la existencia de esa fractura, caricaturizarla o silenciarla antes que abogar por un debate abierto solo contribuirá a alimentarla.
El European way of life se resquebraja y no existen recetas mágicas. Solo cabe esperar que, al menos, se pueda avanzar en un diagnóstico conjunto y eso pasa por reconocer, guste o no guste, que la paz está peligro y debe ser protegida activamente, que los sistemas sociales necesitan adaptarse para sobrevivir y que el choque cultural existe y que negarlo no lo hará desaparecer.
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