«El dentista», la pintura premiada de Manuel Medina, vuelve a Gijón
Hace casi medio siglo que «El dentista», una de las obras más destacadas del pintor gijonés Manuel Medina Díaz (1881-1955) y con la que ganó la medalla de plata en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1915, no se muestra en público. En manos privadas desde que la pintó su autor –una de las grandes firmas regionales de la época que llegó a ser becado por la Diputación de Asturias para formarse en la Academia de España en Roma– la historia de este cuadro es la de una obra muy alabada por la crítica y los expertos y con referencias explícitas en la mayoría de las biografías que hablan del artista de Roces. Pero con muy contadas concesiones que hayan permitido su contemplación fuera del ámbito particular.
[–>[–>[–>La obra «El Dentista» (1915), de Manuel Medina Díaz. / | LUCAS CID
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Hay registros de que «El dentista» formó parte de una exposición monográfica que en 1977 se le dedicó al artista gijonés en la Casa Natal de Jovellanos, por préstamo de su entonces dueño, un amigo personal de Medina. Y desde entonces poco o nada se sabía de su destino.
[–> [–>[–>Hasta que la casualidad y el bueno ojo de un coleccionista gijonés ha permitido dar con la pintura. Y, de su mano, la obra ha vuelto a Asturias, ya que con el paso de los años había acabado formando parte del legado de una familia de Palencia que tenía un especial apego a la obra.
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La obra “Preparando la comida”, de Manuel Medina. / Lucas Cid
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El empeño de su padre
[–>[–>[–>«Cuando llegué a un acuerdo de compra con la familia propietaria, que inicialmente no tenía previsto vender la obra, me dijeron que si algo les hacía ilusión es que ‘El dentista’ volviera a Asturias, a la tierra de su autor y donde ellos tienen raíces. Que eso le habría gustado mucho a su abuelo», cuentan el nuevo propietario -que prefiere mantener el anonimato-, un coleccionista especialmente interesado por los pintores de la región y con colaboraciones habituales con el Museo Bellas Artes y otras pinacotecas locales.
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También en su caso el gusto por el arte viene de familia y con la adquisición de «El dentista» zanja además una búsqueda en la que había tenido mucho interés su propio padre.
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[–>«A mi padre le gustaba mucho la pintura asturiana y cuando supo de la existencia de este cuadro de Manuel Medina, ‘El dentista’, puso especial empeño en dar con él. Quería adquirirlo para poder cederlo al Colegio Oficial de Médicos, ya que era muy consciente de que entre los grandes pintores regionales del último siglo nadie había pintado ninguna obra que estuviera dedicada a la actividad propiamente médica. Pero por más que hizo, nunca encontró el cuadro en Gijón ni a nadie que le diera razón del mismo. A todos los efectos estaba desaparecido», explica el actual dueño.
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El dentista de la Casa Real
[–>[–>[–>Ya de por sí la citada pintura tenía su dosis de historia porque Manuel Medina Díaz llegó a hacer dos obras de «El dentista». Tras ser premiada en la Exposición Nacional la pintura fue adquirida por Florestán Aguilar, dentista de la Casa Real, y según algunas biografías publicadas del autor éste hizo una réplica que vendió a un amigo. Pero, tras todo lo investigado por el actual dueño, esa información no sería del todo exacta ya que «quien conservó el cuadro original fue siempre su amigo».
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No fue hasta hace «ocho o nueve años» cuando el coleccionista gijonés llegó a la senda que le iba a acercar a «El dentista». Un camino que está alejado de las galerías y el mercado oficial del arte ya que «mi mujer y yo no solemos comprar en los circuitos muy profesionales. Las adquisiciones vienen sugeridas, muchas veces, por compañeros de profesión que nos hablan de gente que quiere vender algo de una herencia… y situaciones por el estilo». Debe primar, además, que la obra les entre por los ojos ya que no les mueve el ánimo inversor ni ninguna otra inquietud que no sea el disfrute artístico. «Nos gusta el arte y para que compremos algo tiene que haber un enamoramiento con la obra», razona.
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En este caso «fue un compañero el que, conocedor de que me gusta la pintura asturiana, me comentó que había una familia castellana que tenía varios cuadros que igual a mí me podían interesar», recuerda. Estableció el contacto con la familia y uno de los cuadros que le ofrecieron fue «Preparando la comida», de Manuel Medina Díaz (una obra que, precisamente, se expuso en la Casa Natal en 1977 también como colaboración del mismo propietario). Pero el contacto no cuajó. El gijonés recuerda que visitó al vendedor en su casa palentina y cuando salía del domicilio «como de refilón, vi un cuadro que me llamó la atención pero que no me habían enseñado. Y ya en Gijón me dio el pálpito de que podía ser ‘El dentista’».
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Hace poco más de un año volvió a interesarse por la venta de aquellos cuadros de la familia de Palencia. Supo entonces que el hombre al que había visitado hacía tiempo había fallecido y le facilitaron el teléfono de su hija. «Ella no tenía muy claro qué cuadro me había ofrecido su padre, así que me enseñó más. Y ahí estaba ‘El dentista’. Me dijo que era el típico cuadro que siempre había estado en su familia, al que tenían especial ligazón; era importante para su abuelo y su padre».
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Singularidad médica
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Para ellos, que volviera a Asturias era un aliciente en la venta y también que se pudiera exponer y mostrar al público. «Les garanticé que conmigo el cuadro volvía a Asturias y que, aunque lo de la exposición no está en mi mano, a mí me gusta compartir el arte que yo aprecio. Así que si se diera la posibilidad de una cesión para alguna muestra conmigo siempre podrán contar». Y lo que a ese coleccionista le interesaría sobre todo es que la obra de Medina pudiera exponerse en algún momento en el Colegio de Médicos de Asturias, como quería su padre. Por la gran singularidad que supone ningún otro autor asturiano haya pintado sobre una acción médica. En este caso Medina lo hace con esa manera tan suya, reflejando tipos asturianos, apoyándose en un juego de luces y sombras que, como indicó Patricio Adúriz en el libro «Cuatro pintores asturianos» «contribuyen a dar empaque a unos interiores en los que lo son todo los primeros términos. En el claroscuro alcanza una perfección reconocida por todos».
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