Los demócratas luchan por recomponerse de la derrota frente a Trump un año después sin un plan ni un líder claro
Un año después de la derrota electoral que devolvió a Donald Trump a la Casa Blanca, el Partido Demócrata sigue sin rumbo. No ha logrado entender por qué perdió, carece de una estrategia coherente y sufre una evidente falta de liderazgo. «El partido atraviesa una auténtica crisis de liderazgo», explica a EL PERIÓDICO el politólogo Seth Masket, director del Centro de Política Americana de la Universidad de Denver. «Los votantes demócratas y quienes buscan una alternativa a Trump tienen dificultades para identificar exactamente quiénes son los demócratas hoy. No saben quiénes son sus líderes. No hay una figura clara».
[–>[–>[–>El desconcierto tiene su origen en una pregunta que el partido aún no ha sabido responder: por qué perdió las elecciones presidenciales de 2024. «Necesitan una explicación de por qué perdieron para, a partir de ahí, saber cómo ganar en las próximas elecciones», sostiene Masket. Algunas voces apuntan a la debilidad de la candidatura de Kamala Harris; otras, a la falta de posicionamiento sobre la guerra en Gaza o a la incapacidad para ofrecer una alternativa económica convincente. En medio de ese debate, lo único que parece claro es que los demócratas no logran proyectar una identidad reconocible.
[–> [–>[–>Esa falta de identidad se agrava en un escenario político en el que Donald Trump continúa imponiendo su narrativa. «Hay confusión sobre lo que hace que Trump gane. Él triunfa a pesar de los escándalos que hundirían a cualquier otro candidato, y los demócratas aún no entienden cómo competir en ese terreno», apunta Masket. El resultado es un Partido Demócrata atrapado entre la nostalgia de un pasado en el que la política se construía generando consensos entre rivales y la necesidad apremiante de redefinirse ante una nueva realidad política donde prima la confrontación.
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El candidato a la alcaldía de la ciudad de Nueva York, Zohran Mamdani, se ha convertido en uno de los nuevos líderes prometedores del Partido Demócrata. / AP Photo/Heather Khalifa
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Fragmentación y desconexión
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Si el desconcierto ideológico es evidente, la división interna agrava el problema. «Gran parte de las dificultades de los demócratas proviene de las disputas entre facciones, que impiden articular un plan de acción coherente», explica a este diario Liz Suhay, profesora de Ciencia Política en la American University, en Washington DC. A su juicio, el partido está lastrado por tensiones entre su ala más moderada y la más progresista, entre la resistencia silenciosa y el reclamo por dar un paso adelante en la defensa de asuntos sociales como el derecho al aborto, que no está garantizado en gran parte de EEUU en la actualidad, el fin de las políticas represivas antiinmigración y el respeto de los derechos LGTBIQ+.
[–>[–>[–>Más que un volantazo en cuanto a programa político, Suhay defiende que los demócratas necesitan repensar su orden de prioridades y su forma de comunicarlas. «No se trata de cambiar radicalmente la agenda, sino de dejar de hacer tests de pureza ideológica internos. Se trata de hacer una política más inteligente». La insistencia en debates internos sobre identidad o corrección ideológica, añade, ha debilitado su capacidad de conectar con las preocupaciones reales de los votantes.
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«El Partido Demócrata necesita una agenda más clara que se centre en los asuntos que más preocupan a los estadounidenses, sobre los que se habla en la mesa de la cocina», sostiene. Se refiere al aumento del coste de vida, sobre todo derivado del precio de la vivienda, la salud, el acceso a la educación superior o al cuidado infantil y de mayores. «Los demócratas deben mostrar que entienden las dificultades de la clase media, no solo los grandes debates culturales», añade. En ese sentido, también reclama nuevos liderazgos más allá de las élites intelectuales urbanas, que sean capaces de transmitir empatía y pragmatismo. «Harris no era la líder más talentosa del partido, al menos desde el punto de vista de la conexión con los votantes», señala la profesora de la American University.
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[–>La agenda de la abundancia
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En medio de ese vacío de liderazgo e ideas, algunos intelectuales buscan una nueva brújula para el partido. Uno de ellos es Derek Thompson, editor senior de ‘The Atlantic’ y coautor del libro ‘Abundancia’ junto con Ezra Klein, considerado uno de los periodistas más influyentes de la política estadounidense.
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El Partido Demócrata ha abrazado ‘Abundancia’ como un manifiesto regenerador. «El libro nació de la frustración de ver que demasiadas cosas esenciales escasean —vivienda, energía, medicamentos— y de ahí surgió la llamada a una agenda para producir más», explica Thompson a este diario, en oposición a recetas de escasez y austeridad aplicadas en crisis anteriores, que han tenido un efecto rebote contra los más vulnerables.
[–>[–>[–>«Una razón por la que el libro ha despertado tanta energía es porque la izquierda necesita una idea en torno a la cual organizarse», sostiene. La «agenda de la abundancia», dice, no pretende ser un programa electoral cerrado, sino una motivación para volver a hablar de lo material, de lo que afecta directamente a la vida de la gente. Frente a la dispersión ideológica y la batalla por los símbolos, Thompson y Klein proponen reconstruir el vínculo con una ciudadanía cansada de discursos abstractos y deseosa de soluciones tangibles.
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Quién aplicará esa receta sigue estando en el aire. Entre los posibles nombres llamados a ocupar el vacío de liderazgo demócrata, destacan el gobernador de California, Gavin Newsom, que suena con fuerza como aspirante presidencial para 2028. «Su estrategia es ser el Donald Trump de la izquierda», apunta Masket, por su estilo combativo y su habilidad mediática. Mientras tanto, el legislador neoyorquino y candidato a alcalde en la gran manzana, Zohran Mamdani, referente del ala progresista, gana visibilidad entre los jóvenes que buscan un discurso más igualitario y conectado con las bases. Y mientras tanto, Alexandria Ocasio-Cortez parece optar por mantener un perfil más discreto, aunque muchos la ven como voz definitiva (‘kingmaker’, la que hace reyes) dentro del partido antes de dar el salto a una candidatura nacional.
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