la coalición de Merz se debilita mientras avanza la ultraderecha
Seis meses después de su toma de posesión, el gobierno de coalición entre el Unión Demócrata Cristiana (CDU), Unión Social Cristiana de Baviera (CSU) y Partido Socialdemócrata (SPD) está pasando por su momento más delicado. Lo que comenzó con promesas de estabilidad y reformas profundas se ha transformado en un escenario de fricciones internas, errores políticos y desgaste que amenaza con marcar el resto de la legislatura.
el canciller Friedrich Merzquien llegó al poder con la promesa de recuperar la confianza en la política tradicional, ahora enfrenta una opinión pública desencantada, encuestas en caída libre y una oposición que capitaliza el malestar ciudadano. El proyecto de coalición nació tras arduas negociaciones, en las que conservadores y socialdemócratas acordaron un programa ambicioso: reactivar la economía, reformar el sistema de pensiones, reforzar la seguridad y avanzar hacia una política de inmigración «más realista». La estructura del Gobierno -con seis ministros de la CDU, tres del CSU y cinco del SPD- pretendía equilibrar las sensibilidades, pero el resultado ha sido una maquinaria pesada, incapaz de hablar con una sola voz. Ni siquiera las primeras victorias diplomáticas de la canciller han sido suficientes para cambiar la percepción de parálisis.
A nivel internacional, Merz ha intentado proyectar una imagen de liderazgo europeo. En Washington logró fortalecer el diálogo con Donald Trump e iniciar compromisos en materia de seguridad y comercio; En Bruselas, su tono más directo generó tanto respeto como malestar. Sin embargo, el equilibrio interno es más sombrío. En apenas medio año, el Ejecutivo ha acumulado una lista inusual de errores incluso para los estándares de una gran coalición: la frustrada reducción del impuesto sobre la electricidad, el caos en la elección de los nuevos jueces del Tribunal Constitucional, las tensiones internas por la reforma del Bürgergeld -ayuda básica a los desempleados- y la polémica en torno a la nueva ley de pensiones, que ha dividido a la propia CDU.
Un equipo que aprende de sus errores
A todo ello se suma el llamado «debate sobre el paisaje urbano», desatado por unas declaraciones del propio Merz sobre la presencia de inmigrantes en las ciudades alemanas, que le han valido protestas callejeras y la acusación de alimentar el discurso de la extrema derecha. Mientras tanto, el Gobierno se ha esforzado en transmitir la imagen de un equipo que aprende de sus errorespero las encuestas reflejan una tendencia preocupante. Según un reciente estudio de Forsa, la coalición apenas alcanzaría el 40% de los votos si hoy se celebraran elecciones y sólo uno de cada cuatro ciudadanos aprobara el desempeño del canciller.
Las discrepancias entre los socios se acumulan y el desgaste personal de Merz comienza a hacerse visible. En los últimos días, el ministro conservador de Asuntos Exteriores, Johann Wadephul, desató una nueva polémica al poner en duda la posibilidad de repatriar a los refugiados sirios tras visitar un país devastado por la guerra. Sus palabras chocaron con la línea dura del Ministro del Interior, Alejandro Dobrindtque precisamente promueve un plan de deportación a Damasco y que resultó en otro enfrentamiento público entre ministerios y un nuevo motivo de desgaste político.
Los analistas coinciden en que la coalición Merz se ha convertido en su propio obstáculo. Cada iniciativa, por ambiciosa que sea, acaba diluida en negociaciones interminables y los conservadores temen que los compromisos económicos con la socialdemocracia pongan en peligro su credibilidad fiscal, mientras la base del SPD acusa a su dirección de ceder demasiado terreno en las políticas sociales y de inmigración. El sentimiento de desconexión con los ciudadanos es creciente y el relato de unidad que intentó imponer el Ministerio de Asuntos Exteriores hace tiempo que perdió fuerza. Mientras tanto, la oposición aprovecha cada error.
AfD y CDU empatan en intención de voto
Los ultras de Alternativa para Alemania (AfD) han sido los grandes beneficiados de estos meses de inestabilidad. Su discurso de «orden y autoridad» ha resonado especialmente en el este del país, donde lidera las encuestas en varios estados. Sus dirigentes repiten que la coalición de Merz es «una alianza de izquierda disfrazada» y que la única alternativa verdaderamente conservadora está fuera del Gobierno. Las encuestas les dan la razón: AfD y CDU están ahora empatados en intención de voto a nivel nacional, un escenario impensable hace apenas un año.
La evolución de AfD es motivo de especial preocupación dentro de la propia Unión conservadora. Algunos líderes regionales de la CDU han comenzado a pedir que se «reconsidere» la relación con el partido de extrema derecha y Se rompe el tradicional «cordón sanitario» que impide acuerdos. Merz, consciente del riesgo político que esto implicaría, ha reafirmado que su partido seguirá siendo la «barrera democrática» contra el extremismo. Sin embargo, su propia retórica sobre la inmigración ha contribuido a llevar el debate a los márgenes del discurso populista.
Ahora, con cinco elecciones regionales a la vista y una economía estancada, la coalición afronta un semestre decisivo. En teoría, la agenda legislativa incluye un gran paquete de inversiones en infraestructuras y una reforma fiscal de gran calado, pero pocos creen que el Ejecutivo tenga la cohesión necesaria para llevarla a cabo. En la práctica, el gobierno de Merz ha pasado de prometer un nuevo impulso a limitarse a contener los daños y si la coalición no logra recuperar la iniciativa en los próximos meses, su segunda mitad podría ser -más que un tiempo de gobierno- una larga cuenta atrás.
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