Seguro de salud neuromuscular y cardiovascular: castañas
En Gijón, cuando el aire se vuelve fresco y las hojas pintan de ocres las calles, hay un aroma que nos reúne en plazas y esquinas: el de las castañas asadas. Más allá de la nostalgia que despiertan, las castañas son un alimento profundamente ligado a nuestra identidad asturiana y, lo que a menudo olvidamos, un aliado formidable para la salud. Como enfermero, quiero reivindicar este fruto que, en tiempos de ultraprocesados, nos recuerda que lo sencillo también puede ser poderoso.
[–>[–>[–>Las castañas son, ante todo, una fuente de energía limpia. A diferencia de otros frutos secos, su contenido en grasas es bajo y predominan los hidratos de carbono complejos, lo que significa que liberan energía de manera progresiva. Son un combustible natural que evita los picos de azúcar y el cansancio repentino. En un mundo donde la diabetes y la obesidad avanzan silenciosamente, recuperar la castaña como tentempié es casi un acto de resistencia.
[–> [–>[–>Su aporte de fibra favorece el tránsito intestinal y ayuda a mantener a raya el colesterol. Además, contienen minerales esenciales como el potasio, que protege nuestro corazón y regula la tensión arterial, y el magnesio, imprescindible para la función muscular y nerviosa. En otras palabras: cada puñado de castañas es un pequeño seguro de salud cardiovascular y neuromuscular. Y si hablamos de vitaminas, destacan la C y varias del grupo B, fundamentales para reforzar defensas y mantener el metabolismo activo.
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En Asturias, y especialmente en Gijón, la castaña no es solo alimento: es cultura. Los amagüestu son celebraciones que combinan sidra dulce, fuego y comunidad. Y ahí está otra de sus virtudes: comer castañas es un ritual compartido. La salud no se mide únicamente en parámetros clínicos, también en vínculos sociales, en la capacidad de reunirnos alrededor de un cucurucho humeante y sentirnos parte de algo más grande.
[–>[–>[–>No solo sirve para un día de fiesta de octubre o noviembre. Defiendo que deberíamos integrarla más en nuestra dieta cotidiana: en cremas, guisos, panes o incluso como harina sin gluten. Es un producto local, sostenible y con una huella ambiental mucho menor que otros alimentos importados.
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La próxima vez que pases por un puesto de castañas, no pienses solo en el placer de ese bocado caliente. Piensa que estás cuidando tu corazón, tu energía y tu tierra.
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