Como Rosalía, los jóvenes se acercan a la religión sin complejos
«Envidio la capacidad de Rosalía de traducir en letra y música todo lo que le pasa por la cabeza y sobre todo la valentía de compartirlo con un mundo tan hostil a hablar de Dios y de cómo lo vemos y vivimos cada una particularmente«. Quien dice esto es Sira Sadurní, de 25 años, miembro de la Escola Cantorum de Montserrat y una de las jóvenes que, antes de que se visibilizara mediáticamente el acercamiento de los jóvenes a la religión, ya vivía la fe. Ella y otros jóvenes cuentan a El Periódico su historia.
[–>[–>[–>«Mi fe y mi vida son búsqueda constante: no espero encontrar o, mejor dicho, espero encontrar cosas que me ayuden a seguir buscando», afirma Sira Sadurní, profesora con estudios de clásicas e inglés, educada en la fe cristiana en casa. “La fe es algo que te es dado. Soy católica, pero si hubiera nacido en otro contexto con una religión diferente, creo honestamente que la habría adoptado porque para mí es una respuesta trascendental” asegura.
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Cada uno entiende la fe a su manera, explica, y para ella, “tiene dos fundamentos: oración interior y participación en comunidad”. La vive a nivel individual pero también parroquial o participando en encuentros europeos, pero, sobre todo, se emociona al hablar de la Escola Cantorum. “No tengo palabras para describir lo que nuestra montaña santa aporta a mi vida ni podré agradecerlo suficientemente. Cantar en Montserrat, cantar esta música y estos textos escritos por personas que nos han precedido y que tanto la han querido, es único”.
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A Sira, las enseñanzas y valores de Jesús le hacen “ir más allá de donde iría por mí misma. En un mundo donde el egoísmo o el propio bienestar son tan valorados, me llevan al compromiso o a la autocrítica”. Reconoce que tiene “la suerte de haber nacido en un ambiente lo suficientemente privilegiado como para tener tiempo para pensar sobre preguntas trascendentes”.
[–>[–>[–>Sira Sadurní, en el centro, cantando en la Escola Cantorum de Montserrat. / El Periódico
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A pesar de tener la misma edad, la historia de Sara Segarra, estudiante de Farmacia, es muy diferente. “Mi padre es agnóstico y mi hermano, ateo. Mi madre, cristiana no practicante, consiguió contagiarme su espiritualidad. Voluntariamente hice la confirmación. Mi entorno no era religioso de niña y menos lo fue al entrar en la universidad. Entonces, empecé a desvincularme completamente, a asumir los mensajes de rechazo a la Iglesia” comparte.
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Seis años después, todo cambió cuando decidió irse a Tijuana como voluntaria en proyectos educativos y comunitarios. En donde muchos perderían la fe, en medio de tanta injusticia y dolor, ella la encontró gracias a “gente que vivía la religión desde el amor y el compartir. Empecé a tener una percepción completamente diferente de Dios. Me inspiraron: en su vida, conectaban con algo precioso y, a través de ese algo, con los demás. Todo volvía a tener sentido para mí”.
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Sara Segarra y Óscar Guerrero. / El Periódico
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Fueron la suma de momentos y nombres lo que la llevó a sentir que “hay algo por lo que vale la pena luchar” aunque un día, en oración, “sentí que era escuchada, que no estaba sola. Pensé que tal vez había algo que me había perdido, pero la fe estaba en mí y podía encontrarla” cuenta. A Sara, su fe le ha aportado refugio: “Cuando tenía siete años, les preguntaba a mis padres que dónde comenzaba y acababa el universo. No sabían qué responderme y yo me angustiaba. Dios es el refugio de esta angustia, pero también creación y buen pastor, un ser divino que acompaña y quiere lo mejor para ti”.
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«En Tijuana, empecé a tener una percepción distinta de Dios. La gente me inspiró y todo volvía a tener sentido»
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Alejandro Salcedo (27 años), arquitecto, afirma que “los jóvenes debemos ser protagonistas, tomar nuestras decisiones y saber que lo importante es lo que nos hierve dentro y necesitamos expresar”. Ángel pertenece a la comunidad parroquial del Poble Sec y es responsable de Jóvenes de Acción Católica, un movimiento de grupos de revisión de vida. Como Sira, recibió la fe de sus padres. Nació en Colombia y de pequeño vino a Barcelona. Aun así, reconoce que una serie de inquietudes personales a las que no hallaba respuesta son las que le llevaron a permanecer en la fe heredada, que se va fortaleciendo conforme crece. “La he trabajado, puesto en duda, y me he hecho consciente de ella” dice. Su fe es también compromiso y servicio. Hace ocho años, le pidieron que acompañara a un grupo de niños –hoy jóvenes- y así lo hizo movido por la ilusión “de verlos crecer, como personas y como cristianos”, asegura quien considera al papa Francisco un referente.
[–>[–>[–>Inquietudes personales a las que no hallaba respuesta llevaron a Ángel Salcedo a asumir la fe que vio en sus padres
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Nil Agut (28 años), graduado en Turismo y Máster en Calidad, RSC y Prevención de Riesgos Laborales, se define como cristiano gracias a su escuela y no su entorno familiar. Explica “que fue en los Hermanos de la Salle y el grupo de jóvenes al que aún pertenezco, donde encontré gente que vivía la Fe y el Evangelio partiendo de las personas y aspectos de la vida real, sin grandes pretensiones y con un mensaje de defensa de los derechos humanos”. Actualmente, dirige el Casal de La Salle Sant Martí (casa de espiritualidad) y el Aula Natura La Salle Bagà y su fe le aporta “un punto de partida para trabajar la espiritualidad, igual que los que hacen mindfulness o meditación.”
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A Nil Agut (28 años), la fe la aporta «un punto de partida para trabajar la espiritualidad, igual que los que hacen mindfulness o meditación»
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También Oscar Guerrero (29), filólogo y recientemente doctorado en Literatura, se define como cristiano “más concretamente como protestante. No crecí en una familia católica ni fui bautizado. Recuerdo que de niño pedí hacer catequesis porque fui a la comunión de unos amigos y me fascinó. Cuando me fui a vivir a Texas, me acogió una familia que iba a la iglesia luterana. Durante aquel año fui acercándome a la fe, me compré una biblia y empecé a profundizar en ella”. Con un pie entre Cataluña y Dallas, reconoce que “vivo mi fe de una manera íntima y personal”. En este camino encontró “paz, calma, confianza en que nada es demasiado terrorífico. Todo lo que nos rodea y vivimos forma parte de algo más grande, que ahora no podemos ver, pero que se hará realidad en algún momento. Para mí, mi fe es una manera de vivir y de relacionarme con los otros”.
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«La fe me aporta sentido y esperanza intensa -¡qué difícil tenerla hoy!-, una relación más profunda conmigo y con las otras personas»
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Neus Llorens, también filóloga, música y responsable de Pastoral de Jóvenes de Escola Pia, afirma que “mi fe se fundamenta en una esperanza firme y profunda, en la creencia de que ver a todos como hijos de Dios nos lleva a construir un mundo más fraterno. Sin esa dimensión de compromiso, de mirada, de qué pasa ante el otro, ante el que sufre, mi fe sería hueca”. Neus fue educada en el cristianismo por su familia, pero reconoce que su fe “se ha ido construyendo, lenta y reposada, en diferentes espacios y encontrando espejo en otras personas, incluso con creencias diferentes”.
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Con 25 años, la convirtió en suya. Como a Sara, esa fe le aporta sentido y “esperanza intensa -¡qué difícil tenerla hoy!-, una relación más profunda conmigo y con las otras personas y, sobre todo, una relación personal con Dios”. Hoy vive su fe de manera personal pero también en pareja, y a pesar de que esta no se define como cristiana, “hablamos mucho de espiritualidad y trascendencia». «También la vivo en mi parroquia en Vilanova o en la comunidad ecuménica de Taizé durante los veranos. Mis hermanos son creyentes y con ellos comparto esta experiencia. Es bonito poderla vivir juntos, no solo como herencia de nuestros padres y abuelos, sino como decisión propia”, añade.
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Juicios, prejuicios y críticas
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Estos jóvenes creen que hay prejuicios sobre la religión, la fe o el compromiso cristiano. Sin embargo, ellos se han sentido poco criticados o juzgados. Saben que la sociedad “critica la Iglesia como institución: ¿cómo puedes formar parte si ha hecho esto o lo otro? me preguntan. Somos una gran asamblea: en ella hay gente que ha hecho muchas cosas muy malas, pero también muy buenas. No defiendo las atrocidades hechas en nombre de Dios porque soy la primera a la que afectan. Me formo, me preparo, para responder a estas preguntas que me hacen” explica Sira, para quien lo más importante “es amar. No me importa si me juzgan, yo miraré de no hacerlo”.
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Estos jóvenes sienten que ahora hay respeto y curiosidad hacia su fe y no temen identificarse como cristianos
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Nil asegura que el mensaje que a él le impacta de la Iglesia, difiera “de la imagen que tienen la mayoría de jóvenes, que vinculan la fe cristiana con la historia de la iglesia como institución, que no siempre ha sido ejemplar”. Oscar comparte que se ha sentido “más juzgado y criticado desde fuera por el asombro de ser gay y definirme como cristiano, que no al revés. Siempre me preguntan: ¿cómo resuelves esa contradicción? Porque desde fuera, la institución se ve como una entidad anclada en el pasado, extraña y homogénea, aunque desde dentro, en según qué entorno, se ha avanzado mucho”. Incluso, según Neus, “cuando la fe se presenta como una experiencia fuerte, que te atraviesa, resulta atractiva, despierta la curiosidad. La fe es una vivencia, no pasa porque yo quiero, sucede”. Lo mismo cree Sara, que comparte que “antes la presión social o el juicio sobre las personas creyentes se daba más. Ahora, por parte de otros, siento respeto e incluso curiosidad”. Y es que, al final, según Oscar, “es un proceso de maduración. Yo no me he sentido criticado, pero a veces, de adolescente, sentía miedo a decir que era joven y cristiano. Era algo mío: he madurado, tengo las cosas claras y para mí, hoy, es cómodo decirlo”.
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