Rita Segato | «Epstein, Pelicot y la serie ‘Adolescencia’ son exactamente la misma estructura»
Rita Segato (Buenos Aires, 1951) es lo más parecido a una ‘rock star’ del activismo feminista. Antropóloga de formación, lleva más de 30 años investigando las distintas formas de violencia contra la mujer. El año pasado fue la flamante ganadora de la primera edición del Premio Internacional de Ensayo del Museu Tàpies que ahora se publica. ‘Tàpies y yo: una exégesis recíproca’ es su particular visión del artista catalán: desobediente, esotérico y no binario. Pese al jetlag y el cansancio que conllevan una vida entre continentes y el ser depositaria de tantos testimonios del horror, Segato conserva intactos la energía, el sentido del humor y la fe en el cambio. “El rumbo de la historia se dirige a otro lugar, a otra forma de felicidad”, sostiene con una chispa en la mirada.
[–>[–>[–>Segato empezó estudiando un caso concreto de violencia machista (un brote de denuncias por violación en el campus de la Universidad de Brasilia, donde era investigadora en los 90) y acabó convirtiéndose en una experta en feminicidios a escala global. Es autora del clásico ‘La guerra contra las mujeres’, ha analizado como pocos los crímenes de Ciudad Juárez y Guatemala y es la madre intelectual (abuela, prefiere ella) de Las Tesis y su himno ‘Un violador en tu camino’. Quizá por llevar tantos años estudiando los mecanismos que llevan a los hombres a violar, torturar y matar a las mujeres de las formas más crueles en todo el mundo, tiene una visión de la masculinidad que la lleva a afirmar lo siguiente: “Epstein, Pelicot y la serie ‘Adolescencia’ son exactamente la misma estructura”.
[–> [–>[–>La exhibición de la impunidad
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Para Segato, la clave está en la “fatria”, una especie de hermandad o cofradía masculina que tiene una estructura de “corporación”. “Su valor supremo no es la defensa de la vida o la dignidad, es la lealtad. La lealtad corporativa de la masculinidad implica que el hombre tiene que obedecerla para permanecer como miembro. Si no, se es expulsado. Y es absolutamente jerárquica internamente. Existe un alfa y un último de la lista”. Pelicot, afirma Segato, ofreció a su mujer para “trazar un lazo, un vínculo corporativo con los otros hombres”. “El niño de la serie ‘Adolescente’ se ve como frágil, incapaz en su posición masculina, un buen niño, chiquito, que tiene que matar. Si no, no se titula. Porque la masculinidad es eso, un título. Y Epstein: ¿Que hacen todos esos hombres de alta gama frecuentando ese lugar de maltratar niñas?”.
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Desde que en 2005 Segato empezó a investigar los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez no como casos aislados, sino como algo estructural y sistémico, otro denominador común ha acabado abriéndose paso en sus reflexiones: “la exhibición de la impunidad”. Del mismo modo, considera que la guerra en Gaza se ha convertido en “un espectáculo de impunidad” que ha generado “una estructura de mundo con unas características terroríficas” donde se pone de manifiesto la existencia de unos pocos “dueños del mundo”. “Y eso comienza con la corporación masculina”, denuncia.
[–>[–>[–>La pedagogía de la crueldad
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El pasado junio, unas declaraciones de Segato en las que afirmaba que prefería definirse como “ex humana” porque no quería pertenecer a “esta especie siniestra, genocida” se viralizaron en redes sociales. Y es que durante los dos años de genocidio en Gaza ha emergido otro fenómeno que a priori podría parecer no calculado, pero que para Segato está “programado” y es claramente deliberado. Ella lo ha conceptualizado como “la pedagogía de la crueldad”, que nos hace normalizar lo que no podría existir. Después tanto escuchar y ver lo mismo, se genera “un blindaje”. “Estamos vacunados. Nuestra tolerancia al dolor se ha vuelto mucho más alta”, reflexiona. Segato todavía recuerda la primera vez que vio ‘La naranja mecánica’ en 1974, cuando era considerada la película más cruel que se había rodado jamás. “Hoy, en el siglo XXI, es casi una comedia. Hemos sido sometidos a una pedagogía que nos hace tolerar, soportar y hallar normal la crueldad”.
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Pese a la contraola machista y los recortes de derechos de las mujeres en distintos países del mundo, de Estados Unidos a Afganistán, Segato está convencida de que el futuro será femenino o no será. “Las mujeres tenemos una manera de ser felices, de vincularnos inmediatamente, de conversar, de desacatar reglas, de improvisar una cantidad de posibilidades que el hombre no tiene. Hay una envidia ahí. Yo lo llamo el error de Freud: no hay una envidia del falo, hay una envidia de los diversos tipos de gozo femenino. Hoy creo que muchos feminicidios son hechos por envidia de la mujer”.
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[–>«Están desasosegados»
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¿Y qué hay del repunte del machismo? ¿Cómo surfear la contraola antifeminista? “Estamos viviendo un intento desesperado por parar el feminismo. Están desasosegados”, bromea. “Porque si cae esa base, cae el fundamento de toda forma de desigualdad que es el patriarcado. Que no es ni una moral, ni una costumbre, ni una religión; no es nada de eso, es un orden político. Pensaron que hacían un camino con el multiculturalismo, ofreciendo algunas cositas para que parcelas de mujeres, negros, indígenas y LGTBI fueran incluidos. Algo los hizo darse cuenta que entraron en una zona de peligro, mostrando que el orden de poder primordial se puede deshacer”.
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A pesar de llevar media vida acumulando inenarrables testimonios de abusos y realizando peritaje antropológico de género de una crudeza desoladora que en más de una ocasión le ha hecho querer tirar la toalla, Segato no cree en el odio. “Los hombres mueren más jóvenes que las mujeres en todos los países del mundo”, explica. “Hay varias hipótesis de por qué: porque tenemos un corazón más fuerte o porque damos a luz. La mía es que la masculinidad, las tensiones, la exigencia y la infelicidad que se deriva del mandato de masculinidad los matan”.
[–>[–>[–>Por eso, afirma, el movimiento feminista no puede ser un movimiento de guerra de mujeres contra hombres. “Mi feminismo no es eso. Incluso después de haber desmontado el mandato de masculinidad, me encuentro por la calle a hombres que me agradecen lo que hago. Hombres de diferentes edades y clases, desde un anciano que se apuntó a un seminario que impartí hace poco en Palma a un chico del ‘delivery’ que iba en bicicleta, me reconoció y me gritó por la calle: ‘Rita Segato, abajo el mandato de la masculinidad!”. Los que son inteligentes se dan cuenta de que es un desastre para ellos. El feminismo no es para derrocar los hombres, es para la humanidad, para cambiar el mundo. Por eso están tan desasosegadamente intentando bloquear nuestro camino, porque cambia la historia”.
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