La gobernanta de Bruselas ya no sonríe
En tiempos de crisis, Europa ha sido para España algo parecido a una tía rica y generosa: siempre dispuesta a enviar un cheque y cerrar los ojos. Pero los tiempos cambian. Con el fin de los fondos Next Generation a la vista: el último pago … puede solicitarse en 2026, y con el regreso total de las reglas fiscales europeas, la Comisión ha comenzado a mostrar una cara menos amigable. Valdis DombrovskisEl comisario europeo de Economía, ha hablado claro: «es preocupante» que España lleve varios años sin enviar un plan presupuestario a Bruselas.
Aunque de momento el déficit español está dentro de los márgenes (2,5% este año, según las previsiones de otoño), el crecimiento del gasto neto ya se está desviando de la senda fiscal acordada. Y lo hace –como subraya el propio Dombrovskis– sólo gracias a un crecimiento económico todavía robusto, cuya desaceleración podría reventar las fisuras económicas en 2027. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) no es menos clara: España corre el riesgo de incumplir las nuevas normas a medida que la economía pierde fuerza.
Pero el problema no es sólo técnico. Es, sobre todo, político. El Ejecutivo de Sánchez necesita que el Congreso apruebe la senda del déficit para poder elaborar los Presupuestos Generales del Estado. Sin embargo, varios de sus socios habituales –Podemos, Compromís, Junts– ya han anunciado su rechazo. Sin ese apoyo no hay camino, y sin camino no hay cuentas. La política de geometría variable choca así con la aritmética fiscal. Y con esto, el Gobierno queda paralizado.
Este bloqueo revela una paradoja fundamental: Sánchez hace alarde de estabilidad institucional mientras gobierna con un apoyo que, como mínimo, dinamita cualquier política de Estado. En lugar de construir un amplio consenso para afrontar el fin de los estímulos europeos y las nuevas necesidades de defensa que nos ha impuesto la amenaza rusa en Ucrania, su estrategia depende de equilibrios frágiles y concesiones particulares. Mientras tanto, Europa espera explicaciones.
Con la retirada del maná europeo el panorama cambia. Bruselas ya no es esa señora afable que reparte fondos, sino un gobernante estricto que exige disciplina. A España, que negoció márgenes de gasto más amplios que los sugeridos inicialmente por los técnicos comunitarios, se le empieza a agotar la paciencia europea.
Y lo más preocupante: en lugar de reformar el gasto estructural (pensiones, defensa, intereses de la deuda pública), el Gobierno sigue sin dar señales de un ajuste serio. Apostar al crecimiento para cerrar las brechas fiscales es, en el mejor de los casos, un acto de fe. En el peor de los casos, irresponsabilidad política. La institutriz ya ha llamado a la puerta. Y no trae consigo más fondos, sino una estricta auditoría.
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí