Miel, limón y vinagre | Rafael Zornoza, el obispo que ascendió a chirigota
Algunos religiosos interpretan a su manera el precepto bíblico de que la mano izquierda no sepa lo que hace la derecha (Mateo 6:3-5), así que, mientras con la derecha dan la comunión a los fieles, con la izquierda tocan el culo al infante que tengan más a tiro. En la Biblia se usan mucho las parábolas, y ya se sabe que éstas son susceptibles de ser interpretadas a gusto de cada cual, aunque algunos tengan gustos muy peculiares.
[–>[–>[–>Rafael Zornoza, obispo de Cádiz y Ceuta —no hay mal que por bien no venga, gracias a este suceso me he enterado de que la Iglesia dispone en España de una diócesis transmediterránea, como la compañía naviera que de joven me llevaba cada verano a Ibiza — ha sido acusado de interpretar el famoso precepto de forma poco católica, abusando de un estudiante cuando dirigía el seminario de Getafe, a finales del siglo pasado. Puede parecer mucho tiempo el transcurrido desde entonces, pero estamos hablando de la iglesia católica, y ahí el tiempo corre de otra manera, recordemos que Moisés se tiró cuarenta años recorriendo el desierto con los suyos, como quien sale a buscar setas con un grupo de amigos.
[–> [–>[–>Zornoza todavía no era obispo cuando quiso mostrarle al joven seminarista que los renglones torcidos pueden ponerse así de rectos, por lo tanto es comprensible que ignorase que, en el Sermón de la Montaña recogido por san Mateo, lo que Jesús aconsejaba mantener en secreto eran los actos de caridad, no los de lascivia. No se entienda con eso que las proezas sexuales deban ir pregonándose a los cuatro vientos, sino que, simplemente, éstas no competen a los funcionarios de Dios. O no deberían competer.
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Zornoza llegó a Cádiz hace unos quince años, y desde el principio demostró tener mano dura. No en el sentido de que metiera mano a seminaristas, se conoce que eso se lo dejó en Getafe, sino de ahorrar dinero, que falta hace en esos tiempos. Según cuentan en aquella capital andaluza, como obispo se dedicó a despedir empleados —algunos de manera irregular— e incluso a desahuciar a inquilinos de inmuebles propiedad de la Iglesia. Ya se ve que el obispo Zornoza se parecía más al míster Scrooge de Dickens que a san Benito, que dedicó su vida a los pobres. Cuando uno se cree seguro en su domicilio porque su casero es la Iglesia que vela por los pobres, llama a la puerta un obispo y lo echa a la calle a golpes de báculo, ni a Dickens se le ocurrió. Nada de eso afectó a su cargo, ha tenido que llegar una denuncia por unos hechos del pasado, para que Zornoza vea cómo se esfuman sus sueños de llegar a cardenal, tal vez a Papa, quizás a santo.
[–>[–>[–>Ha sido defenestrado por León XIV a la manera vaticana, es decir, el papa ha aceptado su dimisión, que es el sistema con el que la curia vaticana se quita de encima a los sacerdotes molestos, ‘finezza’ le llaman a eso. Él, por su parte, sostiene que es completamente inocente de lo que se le acusa, que no es otra cosa que entrar repetidamente por la noche en el dormitorio de la víctima, para hacerle tocamientos en las partes íntimas y besarle, sin que haya trascendido —de momento— si antes daba gracias al Señor por aquello que se disponía a comer, aunque fuera a besos. Según el afectado, las muestras de cariño se prolongaron durante siete años, lo cual demuestra que Rafael Zornoza podrá tener muchos vicios, pero de entre ellos sobresale la virtud de la constancia, la cual es imprescindible para quien desea dedicar su vida a pregonar la palabra de Dios, seguramente por eso entró en el sacerdocio.
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Siete años son también los que pasó Brad Pitt en el Tíbet en no recuerdo qué película, pero mientras en aquellas montañas hacía un frío del demonio, la habitación del joven seminarista se calentaba cada noche gracias a la intercesión del futuro obispo de Cádiz, que en su bondad sin duda hubiera querido abrigar a todo su rebaño de estudiantes, pero debía de conformarse con uno. Por desgracia, ni siquiera un obispo en ciernes tiene el don de la ubicuidad, qué más hubiese querido él, eso solo pertenece al Altísimo.
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[–>Con la de diócesis que hay en las que podía terminar ejerciendo Rafael Zornoza el obispado, quiso el destino —o tal vez fue Dios, que sigue jugando a los dados con los hombres— que fuera a caer a Cádiz, tierra de vino, de cachondeo y de chirigotas, con lo que tiene asegurado el protagonismo en más de una canción, donde no van a faltar las rimas culo-báculo y tocamiento-mandamiento. De figura episcopal a figura de carnaval no es una mala carrera, si bien tal vez no fuera esa la idea que tenía el obispo de pasar a la posteridad.
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