Esa obsesión por vivir tanto
La semana que viene, si nada lo impide, Dick Van Dyke cumplirá cien años. Es probable que a las generaciones más jóvenes, deudoras de Youtube y Netflix, este nombre no les diga nada. Los más veteranos no olvidamos que nos acompañó en nuestra infancia, cuando no había mayor entretenimiento que cine los domingos y unas pocas horas al día del único canal de televisión, por supuesto en blanco y negro.
[–>[–>[–>No sé si fue en el Cine Colón o en el Sindical, de El Entrego, donde vi «Mary Poppins» (1964) y «Chitty Chitty Bang Bang» (1968), sus dos grandes éxitos. Pero sí recuerdo el impacto que me causó ese actor, cuyo nombre se me ha quedado grabado desde entonces. No porque su talento como actor me impresionase especialmente, sino por la musicalidad de su apelativo artístico: Dick Van Dyke. Dan ganas de tararearlo.
[–> [–>[–>El caso es que, al acercarse su centenario, el veterano actor no deja de aparecer por todos los sitios. En Estados Unidos es todo un icono como estrella de cine y televisión y ahora, además, como emblema del buen envejecer. Alcanzar los cien años es algo cada día menos extraordinario, pero lo que no es tan normal es cumplirlos con la energía de esta estrella, nacida cuando en su país la esperanza de vida apenas superaba los 50. Todo el mundo quiere saber su secreto. Le piden consejos continuamente, así que ha decidido ponerlos por escrito en un libro titulado «Cien reglas para vivir cien años: Una guía optimista para una vida feliz».
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Los secretos no son tales. Cualquiera los puede deducir: mucho ejercicio, «actitud juguetona», pensamiento positivo, dieta equilibrada, compañía de mascotas, cantar y bailar al menos una vez al día, estar abierto a las novedades, llevar una vida social, frecuentar a las amistades…
[–>[–>[–>La semana pasada estuvo en Madrid el gran gurú mundial de la vejez, Peter H. Diamandis (Nueva York, 64 años), para presentar su libro «La biblia de la longevidad» (Editorial Deusto). Doctor por Harvard, creador de XPRIZE –una fundación que afronta los grandes desafíos de la humanidad– y de la Universidad de la Singularidad de Silicon Valley. No por casualidad está vinculado con los grandes magnates tecnológicos, en especial su fiel amigo Elon Musk, quienes en su mayoría han manifestado su interés por durar muchos años. Y no por casualidad toma él mismo, y recomienda a sus seguidores supermillonarios, más de 65 suplementos al día para prolongar su vida todo lo posible.
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Hace solo unas semanas, la grabación de una distendida charla entre Vladimir Putin y Xi Jinping, mientras paseaban por la plaza de Tiananmén, sorprendió al mundo. «Con los desarrollos de la biotecnología, se pueden trasplantar continuamente órganos humanos y las personas pueden vivir más y más jóvenes e incluso alcanzar la inmortalidad», dijo el mandatario ruso como que no quiere la cosa.
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[–>«Hombre, algunos predicen que en este siglo la humanidad podría vivir hasta 150 años» –añadió el chino, dejando claro que está hecho un jovenzuelo–. En el pasado, la gente raramente llegaba a los 70, hoy a los 70 aún eres un niño».
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La charla espontánea –si es que hay algo espontáneo en las vidas de estos dos setentones– demuestra su interés por el alargamiento de la vida o incluso la inmortalidad. La duda es si ese interés es por el bien de toda la humanidad o solo por el de seres que se consideran «imprescindibles» como ellos.
[–>[–>[–>Mucho me temo que aún falta mucho para llegar a la eterna juventud. Y dudo que, si algún día se alcanza, sea tan satisfactoria como la de Dick Van Dyke, al volante del Chitty Chitty Bang Bang, ese vehículo que le transportaba por tierra, mar y aire a través de mundos mágicos. Más bien coincido con Ortega y Gasset, quien sostenía que si la vida ya es dura durante los cuatro días que estamos aquí, de ser eterna, «sería insoportable».
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