¿Por qué nos fascina la cultura japonesa? Claves de su viaje del nicho al ‘mainstream’
Lejos ya del nicho, de que sus seguidores sean perseguidos con la etiqueta de frikis, de las miradas de recelo, la cultura japonesa ha logrado arraigarse y crecer tanto fuera de sus fronteras, con unas raíces sólidas, regadas a conciencia durante las últimas décadas a través de poderosos productos editoriales y audiovisuales. Tanto que incluso hay quien ya la usa de anzuelo para -presuntamente- estafar. Verán, la bolita era esta: un encuentro para venerar en comunidad las delicias del país nipón, un supuesto festival llamado ‘The Japan Vibes’ (entre 35 y 50 euros la entrada) que debía de celebrarse en el parque de la Estació del Nord y en otras capitales de provincia españolas. Y, como tantas otras veces, la bolita no estaba sobre la mesa. No consta la existencia de tal festival, según comunicó el ayuntamiento barcelonés y los consistorios de una decena más de municipios. Así que sí, la cantidad de enamorados de la cultura japonesa es tal que sirve ya hasta para el timo.
[–>[–>[–>Más allá de esta nefasta anécdota, presunto pufo conocido a las puertas de un nuevo Manga Barcelona, la exitosa cita que celebra su 31 edición (del 5 al 8 de diciembre en la Fira de Gran Via), lo cierto es que la cultura nipona ya no es solo cosa de ‘otakus’ (término que fuera de Japón se utiliza para referirse a los fanáticos del manga, anime y demás). «Está más presente que nunca, y no únicamente porque sea más visible, sino porque su difusión se ha vuelto estructural en la era digital y en el modus operandi del modelo capitalista. Lo que antes era ‘marginal’ ahora es ‘mainstream'», sitúa la estudiosa Estel·la Ramírez Martínez, que acaba de publicar el exhaustivo manual ‘La sociedad japonesa’ (Satori). «Japón produce contenidos que encajan con el ecosistema cultural contemporáneo», explica haciendo referencia antes a un concepto, la «estética japonesa», determinante en una era donde prima lo visual. «Se ha convertido en una seña de identidad y una forma de socialización para muchas personas jóvenes en comunidades globales sumamente activas», expone Ramírez, que recuerda que mucho antes, entre finales del siglo XIX y principios del XX, el japonismo circuló entre los artistas occidentales.
[–> [–>[–>Locura por entrar en Manga Barcelona 2024 / JORDI OTIX
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El decisivo ‘Bola de drac’
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Los tiempos actuales, entre el dominio de lo visual y la hiperconectividad, contrastan con los inicios de la afición por el manga y el anime en Catalunya, principal foco de interés en España, según constata Oriol Estrada, responsable de contenidos del Manga Barcelona. Por cierto, una admiración, la catalana-japonesa, recíproca con venerados autores como Gaudí. Abramos la Enciclopedia Estrada, que dice así: la animación japonesa entró aquí en los 70 con títulos como ‘Mazinger Z’ y fue aumentando su presencia en los 80, con la decisiva aportación de TV3 (‘Doctor Slump’, entre otros títulos); le siguió del ‘boom’ de los videojuegos (muchos de ellos con el sello nipón y, de nuevo, su estética) hasta llegar a, como califica él, «la explosión definitiva de los 90» capitaneada por ‘Bola de drac’.
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«Ahí mucha gente empieza a girar la cabeza y, en vez de mirar hacia Estados Unidos, donde se estaba mirando a nivel cultural, se empieza a mirar a Japón», recuerda el organizador del Manga Barcelona. «El motivo quizá sea el sentido del humor, que son historias distintas a las que estábamos acostumbrados a ver en las series europeas o estadounidenses, y eso hace que haya una atracción diferente, con un punto de misterio», expone Estrada. Y añade una clave más: «Siempre han tenido una visión, que no tiene que estar peleada con el arte, comercial, y esto les ha ayudado a enganchar al público».
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Alex Pler atiende esta semana a un cliente en la librería japonesa Haiku, en la calle Montseny de Barcelona. / Zowy Voeten
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Diferente es también su literatura (con una corriente extendida llamada ‘cozy books’), aporta Alex Pler, de la librería barcelonesa especializada en el país nipón Haiku (abierta desde 2010). «Tiene una forma muy especial de explicar las cosas. Con palabras y frases aparentemente sencillas logran hablar con profundidad de temas eternos. Tiene otro ritmo, más pausado, y un componente visual muy poético y poderoso», expone Pler, que llegó a los libros de Kawabata y Mishima después de que, como tantos niños catalanes nacidos en los 80, le atrapara la tele y ‘Bola de drac’.
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En definitiva, el llamado ‘cool Japan’ se fue adueñando de Occidente, como explica Ramírez, con sus personajes icónicos (Pikachu, Mario, Doraemon, Son Goku, Godzilla…), así como con el manga, el anime, los videojuegos, pero también, enumera la autora de ‘La sociedad japonesa’, «el sushi, el ramen, el karate, el judo, el matcha, o la meditación zen». El cambio de los cubiertos a los palillos es parte también de este fenómeno y da para un especial sobre gastronomía. Entre tanto, la animación japonesa, con el supersello del Studio Gibhli, ha plantado bandera en EEUU y ha ganado dos Oscar con ‘El viaje de Chihiro’ (2001) y ‘El chico y la garza’ (2023), ambas firmadas por Hayao Miyazaki.
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Fotograma de ‘El viaje de Chihiro’, dirigida por Hayao Miyasaki. / ARCHIVO
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Y ahora la temperatura se puede calibrar con el termómetro de las plataformas de ‘streaming’: más allá de sus extensos catálogos de animes, antes disponibles básicamente en Crunchyroll, la gigante Netflix, por ejemplo, estrenó en 2023 la adaptación en ‘live-action’ del icónico ‘One Piece’ y acaba de lanzar el muy aplaudido ‘El último samurái en pie’, adaptación del manga homónimo. «Incluso Disney produce anime… Ha habido un cambio muy bestia en los últimos años», expone Estrada, quien apunta también que los mangas ya hace tiempo que ocupan estanterías de las librerías generalistas y «antes a lo mejor no tenían más cómics que Tintín o Astérix». A pesar el empuje del gigante norteamericano o la ola surcoreana actual, acentúa la autora de ‘La sociedad japonesa’, «Japón ha mantenido una identidad cultural clara, atractiva y económicamente lucrativa».
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La serie de Netflix ‘One Piece’. / NETFLIX
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De padres a hijos
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El Manga Barcelona celebró el año pasado su 30 aniversario con récord de asistentes: 167.000. Estrada ha visto como el salón crecía año tras año aunque ellos, explica, nunca se marcan como objetivo el superar las cifras «sino hacer las cosas mejor». Sobre la explosión eufórica tras el confinamiento y una supuesta desaceleración actual, algo que se entiende como lógico y normal, constata que «una cosa son las ventas de manga, anime y cultura japonesa en general, y otra es la afición. La afición al manga y al anime está más sólida que nunca». Igualmente, destaca, los niveles de ventas están mucho más altos que antes de la pandemia. En este contexto, el llamado y creciente ‘triángulo friki’ de Barcelona ha incorporado hace unas semanas un paraíso de la cultura pop nipona: la Bandai Namco Shop.
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Clientes en la nueva Bandai Namco Shop BCN, en la calle Bailén 25, uno de los nuevos espacios dedicados al universo del anime y la cultura pop japonesa. / Zowy Voeten
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Por su parte, el librero de la Haiku, Alex Pler, comparte que tras los Juegos Olímpicos de Tokio (2020, celebrados en 2021 por el covid) han notado «una diversificación del público». Sobre todo, explica, muchos niños. Estrada lo ha comprobado en charlas en escuelas en las que antes, cuando uno preguntaba quién veía anime, por ejemplo, pocos levantaban la mano. Hoy, asegura, «el raro es el que no lo ve». Además, el responsable de contenidos de Manga Barcelona ha contastado un cambio en el público de la cita: «»Desde hace 5-6 años ves a muchísimas familias. Lo que somos padres ahora lo hemos transmitido a nuestros hijos. Ha habido series como ‘Ataque a los Titanes’ (Netflix) que han competido con ‘Stranger things’…. Son estas cosas que hace que la gente piense que ya no es solo cosa de ‘otakus'».
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Rojuu posa para EL PERIÓDICO, en abril de 2024. / Patricio Ortiz
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Exniños influenciados
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Algunos exniños han hecho ya carrera artística con evidente influencia por la cultura japonesa. Es el caso del artista barcelonés Rojuu (Roc Jou), quien a sus 22 años pasa temporadas en Japón después de que sus padres le regalaran siendo un chavalín algunos mangas. «Ahí empieza mi amor por Japón, y me meto todos los libros de ‘One Piece’ por el culo», concreta antes de apuntar que eso le llevó a estudiar ilustración (en 2024 publicó un cómic-álbum llamado ‘Los sueños de Nube’). «Lo integro en mi proyecto desde el inicio, la estética japonesa siempre me ha gustado y ha formado parte de mí», dice Rojuu, con un catálogo de canciones plagadas de referencias. «Como la gente que ha crecido viendo series de EEUU y ve a un autobús amarillo y dicen ‘ah, es el de la escuela’… Pues lo mismo en versión japonesa», ejemplifica el barcelonés, que remarca lo atractivo que es «el contraste» entre nuestra cultura y la suya y su «buen gusto».
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Rojuu comparte año de nacimiento con Maria Hein, la balear que firma un fabuloso disco de título, ejem, ‘Katana’, arma tradicional japonesa. «Más adelante me cogió muy fuerte por ‘Kill Bill'», cuenta ella, que señala que la fascinación por Japón se la transmitió su padre, pasó por los animes y luego se interesó por la parte más tradicional del país asiático. «Lo utilizo como recurso estético y para guiar la ilusión de quien escucha las canciones, y que se imaginen un espacio, unos personajes…», expone Maria Hein, que viajó a Japón para grabar algunos de los videoclips de ‘Katana’. «Tienen una cultura muy diferente a la que estamos acostumbrados, creo que el hecho de ser una isla les ha jugado a favor, no han necesitado nada externo para el entretenimiento… Parece que una isla necesite ‘inputs’ del exterior, pero no es así», remata.
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