Crónica desde Estambul, donde el oro se compra y se vende a gritos
El griterío abruma. Turistas, compradores y transportistas pasan y cruzan constantemente, y el reportero, cansado de repetir la misma frase diez veces, en alguna ocasión porque se ha trastabillado al hablar, en otras porque algún espontáneo se ha cruzado en el plano, se dispone a empezar a grabar de nuevo, a ver si esta vez sí.
[–>[–>[–>Detrás de él, un escaparate dorado: joyas, colgantes, brazaletes, monedas y lingotes. Todo oro. Todo a la venta. «El gramo de oro, que en las últimas semanas ha llegado a precios de récord sigue su subida, y ha alcanzado ya el precio de 5.400 liras. La subida, según los expertos, se debe a fluctuaciones globales y a la política de la Reserva Federal de los Estados Unidos», consigue, ahora sí, el periodista, que quiere marcharse de la muchedumbre cuanto antes.
[–> [–>[–>«Al final cansa un poco, porque cada semana hacemos un reportaje parecido. Los precios del oro y cómo cambian. Y siempre acabamos viniendo aquí, al mismo lugar», explica el reportero. Aquí, ahora, es mediodía en la salida este del Gran Bazar de Estambul, conocida en turco como la ‘ayakli borsa’: «la bolsa de pie».
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Aquí, ahora, son decenas de hombres pegados y arremolinados entre sí, pegados y arremolinados en sus teléfonos, hablando con sus jefes y decidiendo, a última hora y con compradores en frente —también al teléfono, también conectados a los precios—, a cuánto se vende el gramo ahora.
[–>[–>[–>«Tengo 20 gramos a 5.350 liras (algo más de cien euros) cada uno. ¡El comprador que venga se lo lleva! ¡Adelante!», grita un joven. Todos son hombres; todos parecen estar de los nervios. «¡Yo, aquí! Me lo llevo yo. Lo cerramos ya», le dice un comprador.
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En otro mundo, hace más de un siglo, cuando Estambul era capital imperial, el Gran Bazar era uno de los epicentros de Oriente Próximo de compra y venta de oro, y era en este lugar donde se sellaban o desdibujaban las fluctuaciones de este metal precioso.
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[–>Ahora, con la globalización, este mercado —y Estambul— han perdido su posición prominente, en favor de grandes mercados y bolsas como la de Londres, la mayor del mundo en comercio de oro, seguida de Nueva York y Shanghai.
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En Oriente Próximo, de hecho, el oro negro del Golfo Pérsico ha hecho que el mayor mercado del oro amarillo ya no sea el de Estambul sino Dubai. Y aún más: la bolsa oficial de la gran metrópolis turca ha incluso sobrepasado al Gran Bazar en volumen de ventas. Ahora, este pintoresco lugar es más bien un vestigio del pasado, un pequeño mercado donde particulares y joyeros de pequeño tamaño vienen a hacer sus compras.
[–>[–>[–>Un vendedor de oro habla por teléfono móvil en el Gran Bazar de Estambul / Adria Rocha Cutiller
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En tiempos de crisis
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Esto no significa, sin embargo, que el bullicio sea poco. «Cada vez son más los particulares que vienen a comprar al mercado», explica Yusuf, un vendedor que ha cambiado el teléfono y los gritos por un vaso de té, mientras descansa. «La crisis económica y el miedo a la devaluación de la lira está haciendo que en los últimos meses el mercado del oro esté subiendo. Esto ha afectado al precio, claro, y ahora estamos en una especie de ‘boom’ que creo que tiene que subir aún mucho para que empiece a bajar», continúa el joven.
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Es una ley no escrita en Turquía: en el país anatolio, no hay nadie que ahorre en la moneda local, sino que es una costumbre histórica tener los ahorros en el banco en dólares, euros u oro, o las tres a la vez. La preferencia, sobre todo, depende de la edad: los jóvenes tienden más a ahorrar en euros, ahora mismo con más valor que la moneda estadounidense y que, además, puede ser usada con más facilidad en Europa.
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La gente más mayor, en cambio, se guarda dólares y oro. Este último material, sobre todo, escondido en casa: mucha gente así perdió todos o gran parte de sus ahorros en el gran terremoto de 2023 en el sureste del país.
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Y así ahora, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, la bajada de los tipos de interés de la Reserva Federal y la depreciación del dólar, el oro ha vuelto a ser el modo de ahorro más deseado.
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«Aunque a nosotros nos va bien que haya más negocio, creo que es una mala señal, por supuesto. Significa que la economía no va hacia un buen camino, que la gente tiene miedo de perder sus ahorros, y busca comprar lo único que ven seguro —dice Yusuf—. En este país, por desgracia, estamos acostumbrados a esto. Qué le vamos a hacer».
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La pausa ha terminado y el joven se pega otra vez al teléfono. De pronto, una vibración, un sonido, y una nueva cifra: Yusuf se levanta, se despide, y vuelve hacia la multitud. Los gritos son muchos. Tendrá que gritar él más fuerte para que se le oiga.
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