acuerdos con los rivales tradicionales, hostilidad hacia Europa y América solo para Washington
Ni promoción de la democracia, ni defensa de los derechos humanos ni espadas en guardia frente a China y Rusia. La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Donald Trump tiene algo de refrescante ejercicio de honestidad, particularmente para aquellos que piensen que Estados Unidos ha retorcido a conveniencia esos nobles principios durante décadas. En cualquier caso, el documento presentado la semana pasada por la Casa Blanca plantea la mayor ruptura en ocho décadas con los principios del orden liberal que Washington ha apadrinado desde el final de la Segunda Guerra Mundial. En su lugar se acerca al mundo como una oportunidad de negocio, reclama América Latina como suya, fustiga a Europa con las obsesiones de la extrema derecha y hace de la inmigración el gran demonio de la seguridad estadounidense.
[–>[–>[–>La nueva estrategia también llama la atención por la postura acomodaticia que adopta hacia Rusia y China. Ya no habla de una era marcada por la «competencia entre grandes potencias», como decía este mismo documento hace ocho años, durante su primera presidencia. Ni los describe como potencias revisionistas «empeñadas en moldear un mundo antitético a los valores y principios de EEUU». En la nueva estrategia rompe con la vieja dinámica de la confrontación y deja claro que Trump no está interesado en una nueva Guerra Fría. «Las actividades de otros países solo serán de nuestra incumbencia si amenazan directamente nuestros intereses», afirma el documento.
[–> [–>[–>Continente americano
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La nueva Estrategia de Seguridad Nacional no solo pone al continente americano en el centro de las prioridades de la Administración Trump, sino que lo reclama como su esfera exclusiva de influencia. No muy distinto a lo que hace Rusia en su vecindario y en consonancia con lo que el republicano lleva haciendo en su segundo mandato, con las reclamaciones sobre Groenlandia o la presión sobre Venezuela y Colombia. «EEUU reafirmará y hará cumplir la Doctrina Monroe para restaurar la preeminencia estadounidense en el Hemisferio Occidental». Es el «América para los americanos», la vieja doctrina de principios del siglo XIX que EEUU utilizó primero para expandirse territorialmente y después para dominar el continente durante buena parte del siglo XX. En una vuelta al pasado, Trump recupera ahora una «postura neoimperialista», como la define el Brookings Institute.
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El documento señala la migración ilegal, el flujo de drogas y la penetración de potencias de otras latitudes —léase principalmente China— como las principales amenazas que emanan de la región. «Negaremos a nuestros competidores de fuera del hemisferio la capacidad de posicionar fuerzas (militares)» o «controlar activos estratégicos vitales», dice explícitamente. Al mismo tiempo pone en la diana los recursos naturales del continente, que llama a desarrollar junto a sus aliados regionales. Y ordena a sus embajadas que rastreen las oportunidades de negocio, «especialmente grandes contratos gubernamentales».
[–>[–>[–>Y a diferencia del tono no intervencionista que destila el resto del documento, aquí habla abiertamente de recurrir al uso de la fuerza para «derrotar a los cárteles», como ya está haciendo en Venezuela con el propósito aparente de derrocar a su Gobierno.
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Europa
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Europa es junto a América Latina la región que peor parada sale en la nueva estrategia de Trump. Ya no es —junto a sus socios asiáticos— el aliado vital de EEUU para prevalecer en el siglo XXI, sino el objeto visceral de sus fobias. Lo describe como un continente «en declive», «falto de confianza en sí mismo» y «asfixiado» por las regulaciones y una Unión Europea que a la que acusa de «censurar la liberta de expresiónw» y «reprimir la oposición política».
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[–>El documento sostiene que Europa se expone a un «borrado de civilización» por sus políticas migratorias, reproduciendo la teoría conspiratoria del Gran Reemplazo, popular entre el supremacismo blanco y los neonazis. Una teoría, según la cual, una «élite globalista» estaría conspirando para reemplazar a la población blanca de Europa con gentes de otras latitudes. «Está a la derecha de la extrema derecha europea», escribió recientemente el exprimer ministro sueco, Carl Bildt.
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La nueva estrategia llama a además a apoyar abiertamente a los «partidos patriotas europeos», esencialmente la extrema derecha, una «injerencia» condenada por António Costa, el presidente del Consejo Europeo.
[–>[–>[–>Rusia y China
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En el nuevo mundo ambicionado por Trump, las grandes potencias de corte autoritario que hacen sombra a EEUU y desafían el modelo occidental ya no son necesariamente un problema. «En este nuevo orden las grandes potencias llegan a acuerdos y miran hacia otro lado cuando es necesario en lugar de contener sus respectivas ambiciones», escriben los analistas de ‘Axios’ David Lawler y Zachary Basu.
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Rusia solo se menciona de pasada en el documento, donde aparece como un problema exclusivamente europeo. Y dice esencialmente que si Europa lo considera una «amenaza existencial» es porque «ha perdido la confianza en sí misma». También acusa a sus dirigentes de tener «expectativas irrealista sobre la guerra en Ucrania» y no responder a las ansias de paz de su poblaciones. Su objetivo, sostiene, será buscar la paz en Ucrania y «restablecer la estabilidad estratégica con Rusia», un fin que la Casa Blanca quiere que se traduzca en lucrativos negocios con el Kremlin. Esta semana sus portavoces celebraron la nueva estrategia, afirmando que «es en gran medida consistente con nuestra visión».
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Respecto a China habla de contener una potencial agresión de Pekín en el mar de China con la colaboración de sus aliados asiáticos, a los que insta a gastar más en Defensa. Pero en gran medida, todo el foco es económico. «Reequilibraremos la relación económica con China, priorizando la reciprocidad y la equidad para restaurar la independencia económica de EEUU». Y sobre Taiwán, apuesta por mantener el ‘statu quo’ y prevenir un potencial conflicto.
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