Xi y Putin consolidan un eje eurasiático que desafía la supremacía de Estados Unidos
El fastuoso despliegue marcial de septiembre en la emblemática Plaza de Tiananmen, con motivo del octogésimo aniversario de la capitulación japonesa, reveló el cambio en el tablero de ajedrez mundial. Encabezando el podio, Xi Jinping encabezó la ceremonia, con su homólogo ruso en el lugar de honor y el dictador norcoreano cerrando el grupo. Ante sus ojos, escuadrones de élite marchaban en perfecta alineación, tanques de batalla Tipo-99A moviéndose con precisión letal, cazabombarderos J-20 invisible para radares y lanzadores de misiles DF-41vectores de intimidación atómica transcontinental. La omisión del jefe del ejecutivo estadounidense no fue involuntaria, sino que representó un rechazo calculado, indicando que donald triunfo Está excluido de este conglomerado continental emergente, acelerador del declive del orden protegido por la superpotencia estadounidense.
Esta convergencia chino-rusa supera un pacto efímero y forma un frente sólido que desafía la supremacía planetaria de Estados Unidos. En un entorno de confrontaciones crecientes, desde el frente ucraniano hasta disputas pacíficas, el dúo ha forjado una interrelación en ámbitos comerciales, defensivos y relacionales, obligando a la Casa Blanca a repensar su enfoque internacional. Mientras Pekín y Moscú Al idear contrapesos al orden unipolar occidental, la administración Trump oscila entre el aislamiento y los acuerdos utilitarios, revelando fisuras en su sistema de alianzas. En 2024, ambos países celebraron 75 años de relaciones diplomáticas, habiéndose reunido Xi y Putin más de cuarenta veces desde que el líder chino tomó el poder, consolidando un vínculo que Xi ha calificado de «mejores amigos» y que, en 2022, declararon «sin límites» justo antes de la invasión rusa de Ucrania.
La reunión de noviembre en la capital china entre los líderes selló un avance clave. El presidente chino definió la asociación como exhaustiva e indefinida, avalando acuerdos sobre combustibles, avances científicos y salvaguardias que elevan el volumen comercial a un récord de 245 mil millones de dólares en 2024. Pekín Domina las ventas de energía rusas –las importaciones de petróleo ruso representaron casi el 20% de sus necesidades el año pasado– y proporciona dispositivos multifunción que eluden los vetos del Atlántico, manteniendo la resiliencia financiera del Kremlin a pesar del bloqueo. Esta simbiosis abarca lo operativo, con la formación colectiva en el Organización de Cooperación de Shanghai –integrando a India y Corea del Norte–, donde estrategias extrapolables a áreas como Taiwán o el Donbás. Además, en septiembre, una empresa estatal rusa anunció la firma de un acuerdo vinculante para el gasoducto “Power of Siberia 2”, destinado a transportar 50 mil millones de metros cúbicos de gas al año a través de Mongolia, aunque Beijing aún no lo ha confirmado oficialmente.
En Ucrania, el apoyo de Beijing al Kremlin se ejerce con sutileza, pero con un impacto sustancial. A pesar de su neutralidad declarada, transfiere maquinaria, UAV y soluciones técnicas que reconstruyan el complejo industrial ruso. Las previsiones de los servicios de inteligencia estonios indican que, este año, el 80% de los suministros polivalentes rusos proceden de Porcelanaincluyendo materiales proyectiles tales como nitrocelulosa. El unión Europea ha explorado castigos colaterales contra el actor asiático, sin resolución, mientras éste se ofrece como intermediario pacificador, erosionando así la influencia yanqui sin colisiones abiertas y aprovechándose del cansancio occidental en una guerra estancada. En abril, el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy acusó directamente a China de suministrar armas y pólvora en territorio ruso, acusación a la que Pekín no respondió públicamente, aunque ha impuesto restricciones a las exportaciones de drones y equipos para evitar usos «no pacíficos», lo que ha puesto a prueba las capacidades de Kiev.
Los registros estatales de 2022-2025 validan esta coalición “ilimitada”, enfatizando la intangibilidad soberana y la aversión a las intervenciones hegemónicas. En mayo, una declaración conjunta descartó el modelo estadounidense y promovió un multilateralismo alternativo. Moscú comparte tácticas ucranianas con Beijing, fortaleciendo las capacidades para hipótesis en el mar del sur. El Congreso norteamericano ha criticado esta colaboración, atribuyendo a Porcelana la evitación de sanciones por parte de Irán y Pyongyang, ampliando un “arco de turbulencia” que incluye la coordinación con estos adversarios, formando lo que se ha llamado un “eje de agitación”. En foros internacionales como Consejo de Seguridad de la ONUdonde las resoluciones no han sido vetadas mutuamente desde 2004, y a través de bloques como BRICOS –ampliado para incluir a Egipto, Etiopía, Irán, Indonesia y los Emiratos Árabes Unidos– y el Organización de Cooperación de Shanghaipromueven ese mundo multipolar opuesto a la influencia estadounidense.
La respuesta de Washington refleja contradicciones. Su directiva de seguridad de diciembre califica a Beijing como el principal rival y a Moscú como un desestabilizador, sugiriendo un acuerdo táctico con este último sin verlo como una amenaza vital. Trump, en modo negociador, impone barreras innovadoras contra el adversario oriental mientras busca alivio en los frentes económicos. El acuerdo de octubre en Busan redujo los aranceles y pospuso embargos sobre tierras raras, aunque Beijing lo utiliza para acelerar la autosuficiencia. Los intentos de fracturar la pareja euroasiática ignoran las disputas marginales en Asia Central, superadas por su hostilidad mutua hacia Estados Unidos. El presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, Michael McCaulha descrito esta coalición de seguridad en expansión como la amenaza “a gran escala” más importante para Europa y el Pacífico desde la Segunda Guerra Mundial.
El expediente venezolano expone límites pragmáticos en la pareja de «amigos íntimos». Bajo la presión de Trump, Rusia modera su asistencia operativa y China su flujo de crédito, evitando sanciones adicionales. Ambos garantizan soporte para Maduropero sin compromisos absolutos, destacando que la unidad cede ante las prioridades nacionales. A pesar de la retórica unificada, persisten desafíos subyacentes. Desconfianza histórica por disputas ideológicas y fronterizas -un límite compartido de 4.200 kilómetros-, asimetrías económicas donde Rusia depende más de China y tensiones raciales o culturales que limitan intercambios como el turístico o el académico. La pandemia ha exacerbado las fricciones, con detenciones rusas de ciudadanos chinos y visiones divergentes del orden mundial (China busca reformarlo, Rusia lo desafía abiertamente) que frenan una integración más profunda.
Europa, el pilar atlántico, sigue con alarma esta evolución. La doctrina trumpiana condena el “agotamiento cultural” continental –migraciones, patrones poblacionales, controles narrativos– y promueve un renacimiento soberano. Los líderes bálticos y polacos defienden la alianza, pero temen una retirada estadounidense que liberaría espacio para los gigantes euroasiáticos. En Ucrania, los avances rusos continúan mientras Washington insta a finales rápidos, con filtraciones de propuestas que respaldan ganancias territoriales desde 2014. En septiembre de 2025, Xi, Putin y el primer ministro indio Narendra Modi Se reunieron al margen de la OCS, mostrando unidad pública a pesar de los aranceles estadounidenses a la India.
Esta tríada esculpe la dinámica global. Pekín busca dominio en 2050 a través de su red de conectividad global, extendiendo peso en las naciones emergentes. Moscúdebilitado por el conflicto, actúa como socio secundario, pero su disuasión nuclear y sus reservas lo hacen crucial. Washington debe elegir entre un shock total, con intensas cargas fiscales, o una coexistencia controlada, con riesgos de reveses. La cooperación militar ha crecido desde 2014, con ejercicios conjuntos más frecuentes y de mayor escala, incluidas patrullas aéreas cerca de Japón y simulacros en el Mar de Japón, que, más que la interoperabilidad operativa, sirven para enviar señales disuasorias a Estados Unidos y Europa.
El peligro de una escalada acecha. Un avance chino en Taiwán podría alentar las maniobras rusas en Europa; Las represalias de Estados Unidos contra las empresas chinas desencadenarían contramedidas económicas. Para EuropaEs urgente diversificar los vínculos sin subestimar la cohesión euroasiática, especialmente frente a los esfuerzos por desdolarizar el comercio y promover alternativas al dólar estadounidense. el recorrido de triunfo a Pekín El próximo mes de abril podría ser decisivo, en un contexto donde el pacto chino-ruso amenaza con atraer a otros actores no occidentales como India, complicando las alianzas estadounidenses y desafiando el orden liderado por Washington en el Sur Global.
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