Alfonso XII, la vuelta buscada
Josefina Velasco Rozado ella es historiadora
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El estudio de la Historia de España pasa por acudir a ella en efemérides de interesado carácter político, siempre utilizado por quien en cada caso ocupa el poder. Este año el monopolio lo tendrá el aniversario, medio siglo, de la muerte del dictador, según parece. Pero hay otras realidades que al presente importan.
[–>[–>[–>[–>A menudo se reconoce que el siglo XIX, el de las constituciones, el del fin del antiguo régimen, el de la forja del Estado liberal casi fallido, el de la liquidación traumática del imperio, sigue persiguiéndonos y apenas se estudia, aunque nuestro hoy está también anclado en él y su desconocimiento induce frecuentes juicios erróneos.
[–>Hace 150 años, en enero de 1875, entraba en Madrid el joven Alfonso XII llamado a ocupar el trono de España tras el pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto. Tenía 17 años y había sufrido el exilio por el derrocamiento de su madre Isabel II en 1868. Durante el llamado sexenio democrático o revolucionario (1868-1874) que siguió al triunfo de la Revolución Gloriosa hasta diciembre de 1874 sucedieron cosas importantes: se aprobó una Constitución, la de 1869, avanzada y con reformas destacadas que no logró, por la inestabilidad imperante, conseguir objetivos. Se buscó un rey constitucional en la figura de Amadeo de Saboya (1871-1873) que no cuajó y a los dos años tuvo que irse. Se instauró una I República, 1873-1874, que luchó como pudo, y no pudo, contra movimientos centrífugos (cantonalismos) o reaccionarios (carlistas), además de la desunión de las fuerzas «democráticas», viéndose sumida en un proceso de descomposición tan grave que en un año se sucedieron cuatro presidentes incapaces de reconducir la situación. La entrada de las tropas del General Pavía en el Congreso de los Diputados en enero del 1874 dio alas al pronunciamiento posterior de Martínez Campos señalado, posibilitando el triunfo del proyecto restaurador ideado por Antonio Cánovas del Castillo que al frente del partido Alfonsino propició el retorno de la monarquía borbónica hace ahora eso, siglo y medio; y sin que al artífice le gustara nada el golpe militar, pues hubiera preferido un acuerdo de las Cortes. El caso es que acabando el año Cánovas asumió el control político, abriendo un periodo de regencia que termina con la llegada del nuevo rey a Barcelona el 9 de enero y a Madrid el día 14 de 1875.
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El joven Alfonso XII, el destinado a reinar de los hijos de Isabel II desde la abdicación de la que Benito Pérez Galdós llamó «de los tristes destinos», había recibido en el exilio formación educativa en Viena y militar en Inglaterra, lo que le libró de, según el lúcido Galdós de «ser criado para idiota». Fue en la Academia Militar de Sandhurts donde se suscribió a el último mes de 1874 el llamado Manifiesto de Sandhurts, preparado por Cánovas, que le comprometía a volver a España como rey. Ella, la reina madre, eterna exiliada, apenas pisaría España. Murió en París en 1904.
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Alfonso XII vio nacer la Constitución más longeva de nuestra Historia, aunque menospreciada por el pacto tácito de turnicidad entre conservadores y liberales
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Alfonso XII fue rey pocos años, menos de diez, cuando murió a la edad de 27 años (días antes de cumplir 28), dejando a su segunda esposa María Cristina de Habsburgo, embarazada del futuro Alfonso XIII. Contaban los mentideros aristocráticos que, aunque no hubiera sido amada por el rey, sí había sido una «buena opción política». Ejerció la regencia en los años más difíciles de la monarquía.
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En su década de reinado Alfonso XII vio nacer la Constitución más longeva del siglo XIX y de nuestra Historia, aunque menospreciada por el pacto tácito de turnicidad entre conservadores (Cánovas) y liberales (Sagasta) a costa de pervertir las elecciones; menos abierta y «democrática» que su predecesora, dio al inicio la estabilidad deseada. Alfonso XII vería el final de las guerras carlistas en 1876, atreviéndose a ponerse el mismo al frente de las tropas que luchaban en el norte casi recién llegado, hecho que, finalizada la guerra, le valió el apodo de «El Pacificador», nada extraño pues la contienda del carlismo había puesto en jaque a los gobiernos desde 1833. Además, con la Paz de Zanjón (1878), se puso fin temporalmente a la insurrección cubana. Naturalmente no todo era positivo y el malestar social resultó permanente en una sociedad aún muy rural y atrasada con un capitalismo industrializador de avances muy desiguales. Contra viento y marea, y fueron muchos los vendavales, la Constitución de 1876 perduró hasta la II República (1931) en el reinado de Alfonso XIII.
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En el sentir popular Alfonso XII fue un rey aureolado del romanticismo imperante entre la literatura y el arte de su tiempo. Enamoradizo y mujeriego, su corta vida, su muerte, siendo tan joven, por una crónica y casi poética tuberculosis fue admirado y querido; su presencia efectiva y afectiva en las tragedias que golpeaban «al pueblo», le dieron fama de rey cercano; acudió a las inundaciones andaluzas y a los hospitales donde convalecían los afectados del cólera con prontitud. El amor exaltado con el que se proyectó al público su primer y efímero matrimonio con su prima la bella María de las Mercedes hicieron perdurar su memoria, la de ella y la de él en coplas populares. La joven, víctima de tifus, moriría en 1878, cuando sólo contaba 18 años. En su mausoleo de El Escorial hizo colocar el enamorado «Rey romántico» una sencilla inscripción: «María de las Mercedes, de Alfonso la dulcísima esposa». A ella le dedicaron en los años cuarenta del pasado siglo, inspirados en las coplillas viejas, los prolíficos León, Quiroga y Quintero el famoso «Romance de la Reina Mercedes». Quienes andan entrados en años, y aún los más jóvenes, lo habrán oído y tarareado más de una vez.
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Los fastos del regreso de la monarquía, casi improvisados aquel enero de 1875, se reproducirían con gran boato un año después, levantando arquitecturas efímeras de gran belleza, sumando a la celebración del reinado la victoria contra el carlismo.
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Su corto tiempo como monarca recuperado permitió perpetuar lo de: «Sea lo que quiera mi suerte, ni dejaré de ser buen español ni, como todos mis antepasados, buen católico, ni como hombre del siglo verdaderamente liberal».
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[Seco Serrano (2007). Alfonso XII. Madrid: Ariel; Fernández Paradas, Antonio R (2022). «El arco de la Calle Mayor: liturgia, funciones e iconografía». Visual Review, 9 (acceso libre)] norte
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