Así son las cárceles encubiertas en Arabia Saudí para ‘rehabilitar’ a mujeres y adolescentes acusadas de desobediencia
De puertas para fuera, Arabia Saudí extiende al mundo una tarjeta de presentación que refleja apertura y modernidad, sobre todo a través de la celebración de eventos deportivos como el recientemente adjudicado Mundial de Fútbol masculino de la FIFA para 2034, las Supercopa de España o el fichaje de estrellas del fútbol europeo. A ello se suman gestos simbólicos, aunque significativos, como permitir que las mujeres puedan conducir o solicitar el pasaporte sin necesidad de la autorización de un tutor varón.
Sin embargo, de puertas para dentro la realidad sigue evidenciando el carácter represivo del régimen de Mohammed bin Salman, que ocupa el puesto 126 de 146 en el índice de desigualdad de género del Foro Económico Mundial de 2024 y mantiene el sistema que somete a las mujeres a la tutela masculina. Un ejemplo de ello son prácticas como la supuesta ‘rehabilitación‘ de mujeres consideradas desobedientes, internadas en hogares de cuidado que, según una reciente investigación de ‘The Guardian’, funcionan en la práctica como cárceles para niñas y mujeres menores de 30 años.
Los testimonios recogidos por el diario británico describen la situación en estos llamados hogares de cuidado, traducción del nombre oficial en árabe Dar al-Reaya, como «infernal«. En estos centros, que funcionan de facto como prisiones, las internas son castigadas con flagelaciones semanales, sometidas a adoctrinamiento religioso forzado y privadas de visitas o cualquier contacto con el mundo exterior.
Abusos y maltrato
Khaled Abalkhail, portavoz del Ministerio de Trabajo y Desarrollo Social, ha asegurado que las instituciones de cuidado, instauradas en la década de los 60, brindan refugio a niñas acusadas o condenadas por diversos delitos y se les ofrece cuidado y disciplina social, refuerzo de la afiliación religiosa, educación y atención médica. Sin embargo, la organización saudí de derechos humanos ALQST denuncia en un informe «casos de abuso y negligencia, como desnutrición, malas condiciones de salud e higiene, maltrato, uso excesivo del confinamiento en solitario y humillaciones«.
La información del diario británico revela que conductas como no rezar, compartir el apellido o ser encontrada a solas con otra mujer pueden ser motivo de castigos con latigazos. Este es el trato que reciben las internas, muchas de ellas víctimas de abusos sexuales o palizas a manos de sus propios padres, hermanos o maridos antes de ser recluidas en estos centros. Son precisamente esos mismos hombres, sus tutores legales, quienes deciden que deben ser internadas y cuándo pueden salir.
En 2017, tras el suicidio de cuatro mujeres en la Institución de Cuidado de La Meca, activistas saudíes lanzaron una campaña en redes sociales con el hashtag #Save_the_Girls_of_the_Care_Home para denunciar los horrores a los que son sometidas las internas. Entre ellos, ser obligadas a desnudarse por completo para cacheos, someterse a pruebas de virginidad al ingresar y recibir sedantes para dormirlas, tal como recoge ‘The Guardian’.
Internadas por desobediencia
Las razones por las que las mujeres son enviadas a los centros Dar al-Reaya dependen de la voluntad de los hombres que las tutelan e incluyen acusaciones como ‘taghayub’ (ausentarse o escapar de casa), conductas consideradas moralmente indecentes, como mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio, o ‘uquq’ (desobedecer a un padre o tutor varón).
La única vía para salir de estos centros es a través de un hombre. Si no cuentan con un tutor dispuesto a firmar su liberación, las mujeres pueden permanecer recluidas hasta los 30 años y, después, ser trasladadas a prisiones ordinarias, donde pueden llegar a pasar el resto de su vida. En algunos casos, hombres mayores o exconvictos acuden a estos centros en busca de posibles esposas, ofreciendo así una salida que, para muchas reclusas, se convierte en la única alternativa a una vida de encierro.
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