Aunque Trump suba los aranceles no dejaremos de apostar por EEUU, es un mercado difícil de sustituir

Joan Cusiné acaba de llegar de Sri Lanka y ya prepara las maletas para viajar, dentro de unos días, a Alemania. Hijo y nieto de bodegueros, Cusiné es el responsable de las exportaciones de Parés Baltà, una empresa familiar con sede en la localidad de Pacs del Penedès, cerca de Vilafranca, que vende sus vinos y cavas a unos 40 países. «De hecho, la mitad de nuestra cosecha se vende en el extranjero, donde nos hemos posicionado como un producto de gama alta», explica el empresario. Un 12% de esas exportaciones las envían al mercado estadounidense, lo que supone, pues, una parte importante de sus ventas internacionales.
Fernando Ortega es el director de la unidad de negocio del aceite en la asociación de cooperativas Actel. También ellos venden una parte de su producción a Estados Unidos, donde el aceite de oliva extra virgen de origen español ha sumado prestigio en los últimos años. «Allí no producen aceite de oliva, no tienen tradición, y parecía que siempre habían preferido el producto italiano… Hasta que el año pasado se produjo el vuelco y pasamos por delante, con lo que ahora están pagando ya más por los aceites españoles que por los italianos», destaca Ortega. Tras los estragos de la sequía de las dos últimas cosechas, el sector ha recuperado también este año el volumen de producción y respira algo más tranquilo.
Aceite y vino son la cara y la cruz del sector agroalimentario catalán ante la (todavía hipotética) subida de aranceles de la Administración Trump a los productos europeos. Según cálculos de Prodeca, la empresa pública de la Generalitat que trabaja en la promoción exterior de los alimentos catalanes, el sector dejaría de vender por valor de torno a 45 millones de euros si finalmente el presidente estadounidense decide incrementar los gravámenes. El principal temor es hacia las pequeñas y medianas empresas exportadoras, «más vulnerables a la subida de costes», indica el organismo, adscrito a la Conselleria d’Agricultura de la Generalitat. «Su mayor reto -prosigue- sería no tener que reducir los márgenes de beneficio para absorber el aumento de costes, lo que afectaría a sus resultados económicos y la viabilidad de muchas operaciones».
Anticipar los pedidos
«Estamos en un momento de auténtica incertidumbre«, admite Joan Cusiné, que explica que ya en noviembre, cuando empezaron a circular los primeros rumores acerca de lo que podía pasar, «se produjo un aumento de pedidos por parte de los importadores que distribuyen allí». El problema es que a ellos (como a la mayoría de bodegas catalanas) casi no les quedaba producto en estoc, porque también la sequía se ha cebado con los viñedos estos últimos años. «Aquí, en el Penedès, trabajamos tierras de secano, que en nuestro caso vendimiamos a mano, lo que implica que no tenemos grandes volúmenes», indica el viticultor. En contrapartida, señala, «eso es algo que el público americano valora mucho». Parés Baltà es una de las 236 empresas del sector del vino que hace negocios con EEUU, con exportaciones valoradas el año pasado en 78,82 millones de euros, casi un 10,5% más que en 2023.
Cusiné Blanca Cava Bottle, del Baltà Parasa. / Parés Baltà
«No vamos a dejar de apostar por Estados Unidos, porque es un mercado difícil de sustituir«, prosigue Cusiné, que advierte que, al fin y al cabo, «quienes más van a perder van a ser los importadores americanos, que calculan que por cada dólar importado generan cuatro dólares de valor allí«, indica. Prodeca calcula, en este sentido, que si las políticas de Trump «provocan una apreciación de la moneda norteamericana, incluso se podría mitigar parcialmente el impacto de los aranceles, tanto para los exportadores europeos como para los consumidores norteamericanos».
Mirar hacia otros mercados
En la búsqueda que los exportadores agroalimentarios catalanes están haciendo de mercados alternativos aparece, entre los habituales de China, Japón y otros destinos asiáticos, el enorme potencial de Brasil, señala Fernando Ortega. «Es un país cada vez más interesante para las empresas españolas y, en el caso del aceite de oliva, nos están bajando los aranceles», señala el directivo de Actel, una cooperativa de segundo grado con base en la ciudad de Lleida, conocida por sus aceites Germanor (de venta en supermercados españoles) y Románico, «que es el que se destina a la exportación».
Surtido de aceites de oliva virgen extra de la marca románica, que se exportan a los Estados Unidos. / Actel / Novacoop
«Nuestro comprador en Estados Unidos suele ser un cliente que busca un producto ‘premium’, de alta calidad, con lo que está acostumbrado a pagar precios algo más altos», explica este ingeniero agrónomo, que confía en que el incremento que puedan suponer los nuevos aranceles no sea una barrera para mantener las ventas.
«Sí que es cierto que cuando se empezó a hablar de este asunto hubo un repunte en los pedidos, pero a medida que han transcurrido las semanas, la situación se ha vuelto a estabilizar», confirma Ortega. El sector catalán de los aceites vegetales exportó el año pasado a EEUU por valor de 147,91 millones de euros, lo que supuso un aumento del 76,73% respecto a 2023. En volumen, las ventas a ese país rondaron las 20.280 toneladas, casi un 6% más que el año anterior.
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