bajo los escombros, en las colas de comida o en brazos de sus madres
En Gaza, los días comienzan con una pregunta: ¿Estoy vivo? Entonces, otro: ¿Quién más ha sobrevivido? Y al final, lo habitual: caminar entre ruinas, buscar cuerposReconocer caras, recoger piezas de vidas que ya no existan.
Hoy no ha sido diferente. Otro bombardeo. Más muerto. Al menos 11 personas mataron al amanecer. Ayer fueron 78. El ejército israelí ha atacado el vecindario de Nasser, en Jan Yunis. Cada vez menos de pie.
Entre el casco, un hombre registra con su móvil mientras intenta hablar con una mujer atrapada debajo de los escombros: «Mueve tu mano. Estoy grabando para enviar el video a la defensa civil»Él le dice. Ella apenas responde. Pero mueve los dedos. Él está vivo.
Es una prueba de vida. Pero también una prueba de lo que está sucediendo. Porque Los rescatistas no pueden llegar. Israel ha bloqueado la entrada de ayuda y también bombardea a los que intentan salvar. Aquí, si no te matas una bomba, matas tu tiempo. Esperar. El polvo. Olvidado.
Los hospitales están en el límite. No hay ambulancias. No hay camillas. No hay electricidad. Los heridos llegan a las carretillas, en robo, en los brazos de sus vecinos. Lo que es casi nada se hace.
En la ciudad de Gaza, un hombre trata de revivir a una niña. Él le habla, grita, se dio un palmado. Por otro lado, un niño llora y dice: «Me han huérfano». Más allá, una mujer grita al cielo con ira y cansancio: «¡Guarde una bomba atómica y descansemos!»
Matar hambriento
Israel no solo está matando con bombas. También mata hambre. El bloqueo ha estado sofocando a la población durante meses. No hay comida, no hay agua potable, no hay medicamentos. Según UNRWA, uno de cada diez niños sufre desnutrición severa. Y la situación empeora cada día.
La desesperación es tan grande que Salir de ayuda es una condena. Ir por una bolsa de arroz puede costarle la vida. Más de 860 personas han muerto solo en distribuciones de ayuda humanitaria.
Hoy ha pasado de nuevo. Otro tiroteo. Otro elenco. Más muerto. Un joven que sobrevivió le dice sin poder creerlo: «Fui al punto de distribución de alimentos.iMos cómo nos vinieron los tanques. Dispararon sin mirar. Nos dispararon a todos. «
Aquí, tener hambre es una amenaza. Tener sed, una oración. Solicite ayuda, un riesgo.
Un pueblo abandonado
Gaza está solo. Morir en vivo. A los ojos del mundo. Cada imagen, cada testimonio, cada grito de ayuda, es un golpe para la conciencia colectiva. Pero nada cambia.
Las bombas continúan cayendo. Los niños siguen muriendo. Y Los que permanecen, solo esperan que esto termine. De una forma u otra. Con lo que sea. Porque lo más difícil no es morir. Está viviendo así.
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