Bolsonaro dice que es perseguido como Marine Le Pen y vuelve a pedir una amnistía antes de comenzar el juicio en su contra

Jair Bolsonaro volvió a desafiar en la calle a Luiz Inacio Lula da Silva. Casi dos semanas después del que el Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil aprobara abrir un proceso penal en contra del expresidente por su papel en el intento de golpe de Estado del 8 de enero de 2023, la ultraderecha se movilizó en San Pablo para reclamar la amnistía de su líder y todos los implicados en la conjura. Bolsonaro espera una señal del Congreso y en su discurso ante unas 55.000 personas que ocuparon la principal avenida de la ciudad, la Paulista, aludió de manera insistente a la principal autoridad de la cámara de Diputados, Hugo Motta. El excapitán retirado no solo trazó una analogía entre su situación judicial y la que enfrentó Donald Trump antes de retornar a la Casa Blanca. «Me quieren cazar como a (Marine) Le Pen», dijo a sus seguidores.
El pastor evangélico Silas Malafaia, organizador del mitin, había augurado una gigantesca movilización para darle mayor sustento al reclamo. Si bien no se cumplió su pronóstico, el bolsonarismo volvió a demostrar que es una fuerza dinámica y que el camino del juicio en contra del exmandatario deberá despejar algo más que obstáculos en los tribunales.
Bolsonaro convocó a la madre de Débora Rodrigues, una peluquera que fue encarcelada por actos de vandalismo en la sede de los tres poderes públicos en Brasilia, el 8E. Ella ha sido acusada de haber cometido cinco delitos: intento de abolición violenta del Estado democrático de derecho, golpe de Estado, daños al patrimonio, daños a la propiedad con violencia y asociación criminal armada. «No tengo adjetivo para calificar a quien condena a una madre de dos hijos a una pena absurda por un delito que no ha cometido», dijo, y lo llamó «psicópata».
La multitud lanzó repetidamente el grito de «¡Amnistía ya! » y no se privó de insultar a Lula y al principal enemigo de Bolsonaro, el magistrado del TSF, Alexandre de Moraes, quien tiene a cargo numerosas causas relacionadas con el 8E.
Elecciones de 2026
El expresidente está por ahora fuera de la carrera política porque la máxima autoridad de la justicia electoral lo inhabilitó hasta 2030 por haber puesto en duda la transparencia de los comicios en los que fue derrotado. Pero el excapitán quiere articular a su alrededor a la ultraderecha y otros partidos satélites de cara a la contienda de 2026. Su capacidad de convocar a buena parte de ese espectro no se ha deteriorado, al punto de que siete gobernadores federales se han sumado al acto, entre ellos Tarcisio de Freitas, el hombre que maneja San Pablo, el principal estado brasileño. » El viejo dicho de que la izquierda solo se une en la cárcel puede aplicarse ahora también a la derecha, a juzgar por la presencia de sus principales representantes en la manifestación del domingo en la Avenida Paulista», señaló Fábio Zanini, columnista de ´Folha`. «La detención en el horizonte, por supuesto, es la de Jair Bolsonaro, que, si no ha sucedido todavía, ya tiene precio».
Malestar social
Entre aplausos y vivas, el excapitán reiteró que no abandonará la pelea. Calificó a Lula «vago» e hizo un recuento elogioso de su gestión. La decisión de polarizar con el Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) se apoya en el ánimo social. El 55% de los brasileños asegura que ha empeorado la situación económica, según una encuesta de la consultora Datafolha. El malestar ha crecido 10 puntos. Las cifras van acompañadas de la percepción predominante de que la inflación seguirá acelerándose en medio de un panorama global agravado por las últimas decisiones de Trump.
Antes de que el multimillonario republicano lanzara su guerra comercial, el vicepresidente Geraldo Alckmin había anunciado la disposición de las autoridades de reducir a cero los impuestos de importación sobre una serie de productos, incluyendo carne y café, para reducir el costo de la vida. La inflación no solo suscita pesimismo. Datafolha constató días atrás un descenso importante de la popularidad de Lula, que se encuentra en 24%. Se trata del porcentaje más bajo que ha recibido el exdirigente sindical desde 2003, el año que asumió su primera presidencia. El récord anterior había sido del 28%, dos décadas atrás. El enojo suscita interrogantes sobre las posibilidades de Lula en las elecciones de 2027. No solo por sus 79 años s, sinoor los efectos del desgaste en el ejercicio del poder. El bolsonarismo intenta sacar provecho del desencanto.
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