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China e India protagonizan un inesperado deshielo de sus relaciones diplomáticas

China e India protagonizan un inesperado deshielo de sus relaciones diplomáticas
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  • Publishedagosto 30, 2025




China e India protagonizan un deshielo inesperado después del sangriento shock de 2020 en Galwan, que dejó a 20 soldados indios y cuatro muertos chinos, hundiendo las relaciones con el abismo. Ahora, avanzan en un paso firme hacia la reconciliación: Calman la frontera, eleva las barreras comerciales, facilita las visas, reanuda vuelos y multiplica los picos. Narendra Modi, en su primera visita a China en siete años, revive la esperanza de la paz entre estos rivales eternos.

El impulso nace del paquete de tarifas de Donald Trump: 30% a China (en riesgo de un brutal 145%) y 50% a la India, más un 25% más para su tratamiento con Rusia. Peter Navarro, asesor de Trump, le dice a India sobre «Lavandería del Kremlin», dejando a los exportadores indios al borde del colapso, con chequeos. China condena el «acoso» yanqui y abre su mercado a la India, que responde acelerando las inversiones chinas, previamente vetadas.

Pero la desconfianza es un viejo fantasma. La derrota india de 1962 todavía brevemente, y la línea de control actual (LAC), un límite difuso, permanece en disputa: China afirma que Arunachal Pradesh, India, quiere Aksai Chin. Tawang, vinculado a Dalai Lama, es un Polvorín para su reencarnación. Un acuerdo implicaría dar territorios, un veneno político intragable.

India, aliada de Estados Unidos para contrarrestar a China, navega un triángulo complejo. China, con un PIB de cinco veces, domina: India depende de sus chips y drogas. El comercio bilateral supera los 130,000 millones de dólares, pero el déficit indio toca 100,000 millones. Aun así, la cooperación se seduce: China puede impulsar la industria india, y el mercado indio es un arrecife de Pekin. Pero ambos miran a Washington. Si China y Estados Unidos están de acuerdo, India debe seguir el paso del dragón. Bajo Xi y Modi, existe la oportunidad de avanzar, pero después de una década sin resultados, el «tango delefante del dragón» es más una partitura cautelosa que un baile desenfrenado.



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