China y Estados Unidos apuran las últimas horas de tregua comercial sin movimientos a la vista
Horas le quedan a la tregua comercial y no hay noticias del acuerdo que se daba por descontado semanas atrás. Mañana volverán a levantar China y Estados Unidos sus muros arancelarios, con consecuencias preocupantes para las cadenas de suministro globales, si no media un anuncio. Y extrañamente sólo hay sosiego en ambos países y los mercados, como si se asumiera el final feliz a pesar de que no pasa un día sin que Pekín y Washington sumen altercados comerciales.
Los negociadores chinos y estadounidenses partieron a finales de julio de Estocolmo, tercera cumbre europea en tres meses, contentos pero sin firmar la presumible prórroga arancelaria. Lo desdramatizaron desde Estados Unidos: Trump daría el visto bueno tras ser informado de los detalles. Se planteó como un puro trámite pero no ha llegado aún. Hoy los productos chinos están penalizados con un 10% de aranceles, la tarifa básica, y otro 20% por su presunto pasotismo en la guerra contra el fentanilo. Las importaciones estadounidenses sufren una media de aranceles del 32,6%, según el Instituto Peterson de Economía Internacional. Concluida la tregua regresarán las barreras del 145% para los primeros y del 125% para los segundos.
Al optimismo contribuye el tono amistoso. Donald Trump, presidente estadounidense, dio las gracias este domingo en su red Truth Social a su par chino, Xi Jinping, sin aclarar la razón. Acababa Trump de animar a China a comprar soja estadounidense, quizá la palanca para desatascar el conflicto. «China está preocupada por la escasez de soja. Espero que pronto cuadruplique las órdenes de compra. Es una vía para rebajar sustancialmente el déficit comercial de Estados unidos con China», escribió. El agradecimiento final sugiere un acuerdo pero no sería la primera vez que China arruina el prematuro alborozo de Trump.
Alternativa en Brasil y Argentina
Las fechas son idóneas, inminentes las cosechas en Estados Unidos y las compras de China para la temporada. Esta apenas recibió de aquella el pasado año una cuarta parte de sus importaciones de soja y la guerra comercial ha acabado de secar el caudal. China recurre mayoritariamente a Brasil y en los últimos tiempos también a Argentina para cubrir su ingente demanda. Las tres líneas del mensaje de Trump juntan dos falsedades: ni China está preocupada, porque dispone de alternativas sobradas, ni es verosímil que cuadriplique las compras estadounidenses.
Sí existe margen, sin embargo, para más soja. El acuerdo comercial final entre las dos superpotencias incluirá, muy probablemente, el compromiso chino de comprar más bienes estadounidenses, especialmente en los sectores energéticos y agrícola. Así concluyó la primera guerra comercial tras decenas de rondas de negociaciones. La «fase uno», firmada en 2020, incluyó la promesa china de aumentar las importaciones estadounidenses en 200.000 millones de dólares respecto al volumen de 2017. El resto es sabido: la pandemia extinguió el comercio internacional y Trump acusó a Pekín de deshonrar su palabra.
Próxima visita a Pekín
No parece consumido por el rencor. Trump ha endulzado su discurso hacia China y visitará Pekín este año tras ser invitado por su «viejo y buen amigo» Xi. Ambas potencias se han esforzado en satisfacer las principales reclamaciones ajenas. El flujo de tierras raras chinas al mundo aumentó el 60% en junio. Rozaron las 8.000 toneladas, la cifra más alta en 14 años. Y las dirigidas hacia Estados Unidos, unas 353 toneladas, septuplicaron las del mes anterior. Washington permitió a Nvidia vender sus célebres chips H20 a la industria china a pesar de que muchos halcones de Washington alertan de que fortalecerá su sector militar y de inteligencia artificial.
Pero el contexto comercial sigue minado. China ha afeado a Nvidia los presuntos fallos de seguridad de sus microchips y Estados Unidos airea medidas que sublevarán a China. Trump pretende gravar con un 40% de aranceles a los «transbordos» o mercancías que no sufren una transformación sustancial en el tránsito de un país a otro. Son las importaciones chinas indirectas, en muchos casos con una simple escala en el sudeste asiático, que llegan a Estados Unidos. Esos impuestos, en opinión de Pekín, son un ataque a su comercio internacional. Y no ha desvelado aún Trump si sancionará a China, como ya hizo con la India, por comprar petróleo ruso. No parece que esas cuestiones estructurales de comercio y geopolítica puedan resolverse con unas toneladas de soja.
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